Jueves 15 de febrero – NO OLVIDES NINGUNO DE SUS BENEFICIOS – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS “Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque…

 Jueves 15 de febrero – NO OLVIDES NINGUNO DE SUS BENEFICIOS – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

“Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque tu amor es grande hasta los cielos, y hasta las nubes tu fidelidad” (Sal. 57:9, 10).

Jueves: 15 de febrero

NO OLVIDES NINGUNO DE SUS BENEFICIOS

Lee Salmo 103. ¿Cómo se describe aquí la misericordia de Dios?

 

Salmo 103

1 Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia Y derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos notificó a Moisés, Y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, Ni para siempre guardará el enojo. 10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. 11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen. 12 Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. 13 Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. 14 Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo. 15 El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, 16 Que pasó el viento por ella, y pereció, Y su lugar no la conocerá más. 17 Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos; 18 Sobre los que guardan su pacto, Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra. 19 Jehová estableció en los cielos su trono, Y su reino domina sobre todos. 20 Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, Poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, Obedeciendo a la voz de su precepto. 21 Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, Ministros suyos, que hacéis su voluntad. 22 Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, En todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.

Salmo 103 enumera las múltiples bendiciones del Señor. Las bendiciones incluyen “todas las cosas buenas” (Sal. 103:2, NTV) para una vida próspera (Sal. 103:3-6). Estas bendiciones se basan en el carácter misericordioso de Dios y en su fidelidad al pacto con Israel (Sal. 103:7-18). El Señor “se acuerda” de la fragilidad y la fugacidad humanas, y se compadece de su pueblo (ver Sal. 103:13-17).

El recuerdo es algo más que una mera actividad cognitiva. Implica un compromiso que se expresa en la acción: Dios libera y sostiene a su pueblo (Sal. 103:3-13). Las poderosas imágenes de Salmo 103:11 al 16 ilustran la inconmensurable grandeza de la gracia de Dios, que únicamente puede compararse con la infinita inmensidad de los cielos (Isa. 55:9).

¿Cómo debe responder el hombre a la bondad de Dios?

En primer lugar, bendiciendo al Señor (Sal. 103:1, 2, RVR 1960).

La bendición se entiende generalmente como un acto de otorgar beneficios materiales y espirituales a alguien (Gén. 49:25; Sal. 5:12). Puesto que Dios es la Fuente de todas las bendiciones, ¿cómo pueden los seres humanos bendecir a Dios? Alguien inferior puede bendecir a un superior como forma de agradecerle o alabarlo (1 Rey. 8:66; Job 29:13). Dios bendice a las personas confiriéndoles el bien, y las personas bendicen a Dios alabando el bien que hay en él; es decir, reverenciándolo por su carácter misericordioso.

En segundo lugar, al recordar todos sus beneficios y su Pacto (Sal. 103:2, 18-22), al igual que el Señor recuerda la débil condición humana y el pacto con su pueblo (Sal. 103:3-13). Recordar es un aspecto esencial de la relación entre Dios y su pueblo. Del mismo modo que Dios recuerda sus promesas al pueblo, el pueblo debe recordar la fidelidad de Dios y responderle con amor y obediencia.

Con esta idea en mente, estas famosas palabras de Elena de White son muy apropiadas: “Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación de la vida de cristo. Debiéramos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro amor y seremos más profundamente imbuidos de su espíritu. Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender la lección de penitencia y humillación al pie de la Cruz” (El Deseado de todas las gentes, p. 63).

Comentarios Elena G.W

«Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias». Salmo 103:1-4.

Dios nos ha dado el don del habla para que podamos relatar a otros cómo él nos trata, para que su amor y compasión pueda conmover a otros corazones, y que de otras almas puedan elevarse también alabanzas a Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. El Señor ha dicho: «Vosotros sois mis testigos». Isaías 43:10. Pero todos los que son llamados a testificar por Cristo, deben aprender de él a fin de ser testigos eficientes. Como hijos del Rey celestial, deben educarse para dar testimonio en voz clara y distinta, y de tal manera que nadie pueda recibir la impresión de que les cuesta hablar de la misericordia del Señor (Consejos para los maestros, p. 230).

Por nosotros [Jesús] soportó la agonía del Huerto de Getsemaní…  Oh, ¿por qué todo este sufrimiento, esta ignominia y torturante agonía? Fue para que mediante el sacrificio de sí mismo pudiera revelarse su amor, para que pudiera apartar a los hombres de los caminos del pecado. Después de que hayamos costado tanto al Salvador, ¿lo dejaremos ahora? ¡Oh, no, no! Fiel es el que ha prometido; sus brazos están extendidos para recibir en su corazón de amor a los creyentes arrepentidos, con toda la ternura del afecto divino. En Jesús tenemos un amigo perdurable e inmutable, y aunque todas las perspectivas terrenales fracasen y todo amigo terrenal resulte traicionero, él sigue siendo fiel.

Sus siervos son tan queridos para él como la niña de sus ojos. En la prueba, en la necesidad, en la perplejidad y en la angustia, no estamos solos; a cada paso, en tono seguro y consolador, él nos pide: «Sígueme» «Nunca te dejaré ni te desampararé (Manuscript Releases, t. 12, p. 115).

La historia bíblica sostiene al corazón que desmaya con la esperanza de la misericordia divina. No necesitamos desesperarnos cuando vemos que otros lucharon con desalientos semejantes a los nuestros, cayeron en tentaciones como nosotros, y sin embargo recobraron sus fuerzas y recibieron bendición de Dios. Las palabras de la inspiración consuelan y alientan al alma que yerra. Aunque los patriarcas y los apóstoles estuvieron sujetos a las flaquezas humanas, por la fe obtuvieron buen renombre, pelearon sus batallas con la fuerza del Señor y vencieron gloriosamente. Así también podemos nosotros confiar en la virtud del sacrificio expiatorio y ser vencedores en el nombre de Jesús. La humanidad fue humanidad en todas partes del mundo, desde el tiempo de Adán hasta la generación actual; y a través de todas las edades el amor de Dios no tiene comparación (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 19).

Elena G.W

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