Jueves 19 de septiembre – LLEVADO A DESCANSAR – JUZGADO Y CRUCIFICADO

JUZGADO Y CRUCIFICADO “Y a la hora novena Jesús exclamó a gran voz: ‘Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?’, que quiere decir:…

 Jueves 19 de septiembre – LLEVADO A DESCANSAR – JUZGADO Y CRUCIFICADO

JUZGADO Y CRUCIFICADO

“Y a la hora novena Jesús exclamó a gran voz: ‘Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?’, que quiere decir: ‘¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has desamparado?’ ” (Mar. 15:34).

Jueves: 19 de septiembre

LLEVADO A DESCANSAR

Lee Marcos 15:42 al 47. ¿Cuál es la relevancia de la intervención de José de Arimatea, especialmente en vista de que los discípulos de Jesús habían desaparecido?

 

Marcos 15:42-47

42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, 43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. 45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, 46 el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían.

En este pasaje, José de Arimatea aparece por única vez en el Evangelio de Marcos. Era un miembro respetado del Sanedrín y un integrante de los grupos sociales selectos. Como hombre rico y respetado, tenía prestigio ante el gobernador, lo que explica que se atreviera a presentarse ante él para solicitar el cuerpo de Jesús. Es conmovedor que un miembro del Concilio mostrara un interés tal en el sepelio de Jesús. Mientras tanto, ¿dónde estaban los confiables discípulos?

Un detalle histórico de extrema importancia aquí es la verificación de la muerte de Jesús. Marcos 15:43 menciona el pedido del cuerpo de Jesús por parte de José. Pero Pilato quedó sorprendido al escuchar que Jesús ya había muerto (Mar. 15:44), por lo que llamó al centurión encargado de la crucifixión y le preguntó si Jesús en verdad ya había muerto. El centurión confirmó que así era.

Esto es importante porque luego algunos pretendieron que Jesús no murió en la cruz sino que solo se desmayó. El testimonio dado por el centurión al gobernador romano refuta tal pretensión. Después de todo, los romanos sabían cómo ejecutar criminales.

José trajo un sudario de lino para envolver a Jesús y depositó su cuerpo en una tumba nueva, excavada en la roca. Esta tumba era lo suficientemente grande como para que se pudiera caminar en su interior (Mar. 16:5). Además de José, el escritor del Evangelio menciona que otras dos mujeres vieron el lugar, María Magdalena y María la madre de Jacobo. Estas dos, junto con Salomé, presenciaron la crucifixión a distancia. Las tres irán a la tumba el domingo de mañana para completar, ellas piensan, el procedimiento funerario de Jesús (Mar. 16:1).

¿Por qué la referencia a estas tres mujeres? Ellas verán con sus propios ojos la tumba vacía en Marcos 16 y, por lo tanto, serán importantes testigos de la resurrección de Jesús.

Cuán irónico es el hecho de que los seguidores de Jesús están “desaparecidos en acción” pero un miembro del Sanedrín, el organismo que condenó a Jesús, llega a ser el “héroe” aquí. ¿Cómo podemos asegurarnos de no desaparecer en acción en momentos cruciales?

Comentarios Elena G.W

Aun en la muerte, el cuerpo de Cristo era precioso para sus discípulos. Anhelaban darle una sepultura honrosa, pero no sabían cómo lograrlo…

En esta emergencia, José de Arimatea y Nicodemo vinieron en auxilio de los discípulos. Ambos hombres eran miembros del Sanedrín y conocían a Pilato. Ambos eran hombres de recursos e influencia. Estaban resueltos a que el cuerpo de Jesús recibiese sepultura honrosa.

José fue osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Por primera vez, supo Pilato que Jesús estaba realmente muerto. Informes contradictorios le habían llegado acerca de los acontecimientos que habían acompañado la crucifixión, pero el conocimiento de la muerte de Cristo le había sido ocultado a propósito. Pilato había sido advertido por los sacerdotes y príncipes contra el engaño de los discípulos de Cristo respecto de su cuerpo. Al oír la petición de José, mandó llamar al centurión que había estado encargado de la cruz, y supo con certeza la muerte de Jesús. También oyó de él un relato de las escenas del Calvario que confirmaba el testimonio de José (El Deseado de todas las gentes, p. 718).

Con suavidad y reverencia, bajaron con sus propias manos el cuerpo de Jesús. Sus lágrimas de simpatía caían en abundancia mientras miraban su cuerpo magullado y lacerado. José poseía una tumba nueva, tallada en una roca. Se la estaba reservando para sí mismo, pero estaba cerca del Calvario, y ahora la preparó para Jesús. El cuerpo, juntamente con las especias traídas por Nicodemo, fue envuelto cuidadosamente en un sudario, y el Redentor fue llevado a la tumba. Allí, los tres discípulos enderezaron los miembros heridos y cruzaron las manos magulladas sobre el pecho sin vida. Las mujeres galileas vinieron para ver si se había hecho todo lo que podía hacerse por el cuerpo muerto de su amado Maestro. Luego vieron cómo se hacía rodar la pesada piedra contra la entrada de la tumba, y el Salvador fue dejado en el descanso. Las mujeres fueron las últimas que quedaron al lado de la cruz, y las últimas que quedaron al lado de la tumba de Cristo. Mientras las sombras vespertinas iban cayendo, María Magdalena y las otras Marías permanecían al lado del lugar donde descansaba su Señor derramando lágrimas de pesar por la suerte de Aquel a quien amaban (El Deseado de todas las gentes, p. 719).

Dios no impide las conspiraciones de los hombres perversos, sino que hace que sus ardides obren para bien a los que en la prueba y el conflicto mantienen su fe y lealtad…

[Los ejemplos bíblicos] de constancia humana atestiguan la fidelidad de las promesas de Dios, su constante presencia y su gracia sostenedora. Testificaron del poder de la fe para resistir a las potestades del mundo. Es obra de la fe confiar en Dios en la hora más obscura, y sentir, a pesar de ser duramente probados y azotados por la tempestad, que nuestro Padre empuña el timón. Solo el ojo de la fe puede ver más allá de las cosas presentes para estimar correctamente el valor de las riquezas eternas (Los hechos de los apóstoles, pp. 459, 460).

Elena G.W

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