- mayo 23, 2024
Jueves 23 de mayo – JESÚS, NUESTRO ABOGADO EN EL JUICIO – LUZ DESDE EL SANTUARIO
LUZ DESDE EL SANTUARIO “Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó…
LUZ DESDE EL SANTUARIO
“Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en el cielo; y es ministro del santuario, de aquel verdadero santuario que levantó el Señor y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).
Jueves: 23 de mayo
JESÚS, NUESTRO ABOGADO EN EL JUICIO
Lee Hebreos 10:9 al 14. ¿Qué diferencia revela este pasaje entre el ministerio del sacerdote en el Santuario terrenal y el ministerio de Jesús en el Santuario celestial?
Hebreos 10:9-14
9 y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. 11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
De una vez para siempre, Cristo murió en la Cruz como sacrificio perfecto por el pecado. Su ministerio sacerdotal en el Santuario celestial nos santifica. Ahora, habiendo entrado en el Lugar Santísimo, permanece como nuestro Abogado en el Juicio (ver 1 Juan 2:1). “Cristo fue ofrecido una sola vez y para siempre, a fin de quitar los pecados de muchas personas. Cristo vendrá otra vez, no para ocuparse de nuestros pecados, sino para traer salvación a todos los que esperan con anhelo su venida” (Heb. 9:28, NTV). Mediante su sacrificio y su mediación, el pecado ha sido eliminado. Ahora vuelve por los que “aman su venida” (2 Tim. 4:8).
Lee Hebreos 6:19 y 20. ¿Por qué nos invita a seguirlo y qué descubrimos al hacerlo?
Hebreos 6:19-20
19 La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
“La intercesión de Cristo en beneficio del hombre en el Santuario celestial es tan esencial para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la Cruz. Por medio de su muerte dio inicio a esa obra para cuya conclusión ascendió al Cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar velo adentro, ‘donde Jesús entró por nosotros como precursor’ (Heb. 6:20). Allí se refleja la luz de la Cruz del Calvario. Allí podemos obtener un discernimiento más claro de los misterios de la redención. La salvación del hombre se lleva a cabo a un precio infinito para el Cielo; el sacrificio hecho se corresponde con las más amplias exigencias de la Ley de Dios quebrantada. Jesús abrió el camino al Trono del Padre, y a través de su mediación pueden ser presentados ante Dios los deseos sinceros de todos los que se allegan a él con fe” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 543).
El Plan de Salvación es un plan integral para resolver el Gran Conflicto y rescatar a este planeta de las garras de Satanás. La vida de Jesús reveló el amor de Dios ante un mundo necesitado y un universo expectante. Su muerte reveló la atrocidad del pecado y proveyó salvación para toda la humanidad. Su intercesión en el Santuario celestial ofrece los beneficios de la Expiación a todo aquel que se acerque con fe para recibirlos.
¿Cuál es la relación entre la muerte de Cristo en la Cruz y su intercesión en el Santuario celestial, y por qué el Juicio es tan necesario para el Plan de Salvación?
Comentarios Elena G.W
Jesús… caminó una vez como hombre sobre la tierra, su divinidad vestida de humanidad, como un hombre sufriente, tentado, acosado por los engaños de Satanás. . . Ahora El está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado, intercediendo por nosotros. Debemos siempre tomar aliento y esperanza al meditar en ello. El está pensando en quienes están sujetos a las tentaciones en este mundo. Piensa en nosotros individualmente, y conoce cada necesidad nuestra. Cuando sea tentado, tan solo diga: El cuida de mí; él intercede por mí; él me ama; él murió por mí. Me entregaré sin reservas a él.
Agraviamos el corazón de Cristo cuando nos lamentarnos de nosotros mismos como si fuéramos nuestros propios salvadores. No; debemos confiar la custodia de nuestras almas a Dios como a un fiel Creador. El siempre vive para interceder por nosotros, los tentados y probados. Abra su corazón a los resplandecientes rayos del Sol de justicia, y no permita que un aliento de duda, ni una palabra de descreimiento escape de sus labios, no sea que siembre la semilla de la duda. Hay ricas bendiciones para nosotros; tomémoslas por medio de la fe. Le ruego que tome ánimo en el Señor. La fortaleza divina es nuestra; hablemos de valor, fortaleza y fe (Reflejemos a Jesús, 5 de abril, p. 101).
El templo de Dios está abierto en el cielo, y su umbral está inundado por la gloria destinada para cada iglesia que ama a Dios y guarda sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir las cortes interiores del templo celestial. Captaremos los temas de los cantos y las acciones de gracias del coro celestial que rodea el trono. Cuando Sion se levante y brille, su luz será más penetrante, y preciosos cantos de alabanza y agradecimiento se escucharán en las reuniones de los santos. Dejarán de escucharse las murmuraciones, las quejas y los lamentos por pequeños chascos y dificultades. Al aplicarnos el colirio celestial contemplaremos la gloria que se extiende más allá. La fe irrumpirá en la sombra infernal de Satanás, y veremos a nuestro Abogado que ofrece el incienso de sus propios méritos en nuestro favor (A fin de conocerle, 24 de septiembre, p. 272).
En esta vida, podemos apenas empezar a comprender el tema maravilloso de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos considerar con todo fervor la ignominia y la gloria, la vida y la muerte, la justicia y la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con la mayor tensión de nuestras facultades mentales llegamos a comprender todo su significado. La largura y anchura, la profundidad y altura del amor redentor se comprenden tan solo confusamente. El plan de la redención no se entenderá por completo ni siquiera cuando los rescatados vean como serán vistos ellos mismos y conozcan como serán conocidos; pero a través de las edades sin fin, nuevas verdades se desplegarán continuamente ante la mente admirada y deleitada. Aunque las aflicciones, las penas y las tentaciones terrenales hayan concluido, y aunque la causa de ellas haya sido suprimida, el pueblo de Dios tendrá siempre un conocimiento claro e inteligente de lo que costó su salvación (El conflicto de los siglos, p. 632).