Jueves 27 de junio – DOS ETERNIDADES – EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS “Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El Santuario de Dios estará…

 Jueves 27 de junio – DOS ETERNIDADES – EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

“Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El Santuario de Dios estará con los hombres. Él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron’ ” (Apoc. 21:3, 4).

Jueves: 27 de junio

DOS ETERNIDADES

Lee 2 Corintios 5:10; Romanos 14:10 y 11; y Apocalipsis 20:11 al 15. ¿Qué dicen estos pasajes acerca de por qué resucitan los impíos?

 

2 Corintios 5:10

10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

 

Romanos 14:10-11

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. 11 Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.

 

Apocalipsis 20:11-15

11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. 14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.

Para resolver el problema del pecado de modo que el mal nunca vuelva a surgir, todos deben estar convencidos de que Dios ha sido justo en todos sus caminos. En última instancia, toda rodilla se doblará y reconocerá la justicia de Dios en el Gran Conflicto (incluso Satanás y sus ángeles malos) y que nunca hubo justificación alguna para la rebelión contra Dios. Observa esta perspectiva de Elena de White: “Apenas se abren los libros de registros, y la mirada de Jesús se dirige hacia los impíos, estos se vuelven conscientes de todos los pecados que cometieron. Reconocen exactamente el lugar donde sus pies se apartaron del sendero de la pureza y la santidad, y cuán lejos el orgullo y la rebelión los llevaron en el camino de la violación de la Ley de Dios. Las tentaciones seductoras que fomentaron al ceder al pecado, las bendiciones pervertidas, su desprecio de los mensajeros de Dios, las advertencias rechazadas, las oleadas de misericordia repelidas por corazones obstinados y sin arrepentimiento, todo eso sale a relucir como si estuviese escrito con letras de fuego. […]

“Todos los impíos del mundo están de pie ante el tribunal de Dios, acusados de alta traición contra el gobierno del Cielo. No hay nadie que defienda la causa de ellos; no tienen excusa; y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna” (Elena de White, El conflicto de los siglos, pp. 724, 726).

Lee Apocalipsis 20:9; Salmo 37:20; y Malaquías 4:1 y 2. ¿Qué ideas nos dan estos pasajes acerca de la destrucción final del pecado y de los pecadores, y la recompensa de los justos?

 

Apocalipsis 20:9

Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.

 

Salmo 37:20

20 Mas los impíos perecerán, Y los enemigos de Jehová como la grasa de los Carneros Serán consumidos; se disiparán como el humo.

 

Malaquías 4:1-2

1 Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Lo bueno es que Satanás y sus ángeles malos serán destruidos en el lago de fuego. El pecado y los pecadores serán consumidos. Según Apocalipsis 20:9, serán devorados, destruidos; no atormentados eternamente. El siguiente versículo utiliza la expresión “para siempre” o “por los siglos de los siglos” (RVR). Dependiendo del contexto, la frase “para siempre” o “por los siglos de los siglos” significa “sin fin”, pero hasta que algo se logra por completo. (Ver Éxo. 21:6; 1 Sam. 1:22, 28; Jud. 1:7; 2 Ped. 2:4-6). Para los perdidos, la destrucción en sí, no el acto de destruir, es eterna. Dios no es un torturador eterno.

A fin de cuentas, a todos nos espera una de dos eternidades. Los perdidos, lamentablemente, reciben la “paga” que merecen: la muerte eterna. ¿Por qué, entonces, nuestra única esperanza de no recibir lo que merecemos, que es la muerte, está en confiar en la justicia de Jesús?

Comentarios Elena G.W

[Después de los mil años] Jesús sale de la ciudad rodeado por toda la hueste de los redimidos, y es escoltado en su camino por toda la multitud de los ángeles. En terrible majestad, él [Jesús] llama a los impíos muertos. Estos son despertados de su largo sueño. ¡Qué espantoso despertar! Contemplan al Hijo de Dios en su severa majestad y resplendente gloria. Todos, tan pronto lo ven, saben que él es el crucificado que murió para salvarlos, Aquel que aborrecieron y rechazaron. En número son como la arena sobre la orilla del mar. En la primera resurrección, todos surgen con lozanía inmortal, pero en la segunda se ven en todos las señales de la maldición. Todos surgen como descendieron a sus tumbas. Los que vivieron antes del diluvio salen con su estatura gigantesca, más del doble de la altura de los hombres que ahora viven en la tierra, y son bien proporcionados. Las generaciones posteriores al diluvio fueron de una estatura menor… Una poderosa hueste de reyes, guerreros, estadistas y nobles, hasta los más degradados, subieron juntos sobre la tierra desolada. Cuando contemplan a Jesús en su gloria, se espantan y procuran esconderse de su terrible presencia (Spiritual Gifts, t. 3, p. 83; parcialmente en La segunda venida y el cielo, p. 107).

Al principio de la gran controversia, los ángeles no comprendían esto. Si se hubiese dejado a Satanás y su hueste cosechar el pleno resultado de su pecado, habrían perecido; pero para los seres celestiales no habría sido evidente que ello era el resultado inevitable del pecado. Habría permanecido en su mente una duda en cuanto a la bondad de Dios, como mala semilla para producir su mortífero fruto de pecado y desgracia.

Pero no sucederá así cuando la gran controversia termine. Entonces, habiendo sido completado el plan de la redención, el carácter de Dios quedará revelado a todos los seres creados. Se verá que los preceptos de su ley son perfectos e inmutables. El pecado habrá manifestado entonces su naturaleza; Satanás, su carácter. Entonces el exterminio del pecado vindicará el amor de Dios y rehabilitará su honor delante de un universo compuesto de seres que se deleitarán en hacer su voluntad y en cuyo corazón estará su ley.

Bien podían, pues, los ángeles regocijarse al mirar la cruz del Salvador; porque aunque no lo comprendiesen entonces todo, sabían que la destrucción del pecado y de Satanás estaba asegurada para siempre, como también la redención del hombre, y el universo quedaba eternamente seguro. Cristo mismo comprendía plenamente los resultados del sacrificio hecho en el Calvario. Los consideraba todos cuando en la cruz exclamó: «Consumado es» (El Deseado de todas las gentes, p. 713).

No transcurrirá mucho tiempo antes que veamos a Aquel en quien ciframos nuestras esperanzas de vida eterna. Y en su presencia todas las pruebas y los sufrimientos de esta vida serán como nada… Alzad los ojos, sí, alzad los ojos y permitid que vuestra fe aumente de continuo. Dejad que esta fe os guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando por las puertas de la ciudad de Dios, nos lleva al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria destinado a los redimidos (Maranata: el Señor viene, 10 de diciembre, p. 364).

Elena G.W

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