Se ve a ese [tercer] ángel que vuela por en medio del cielo «diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero… Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús».
Este es el pueblo que está reparando la brecha de la ley de Dios. Ven que el sábado del cuarto mandamiento ha sido suplantado por un falso día de reposo, un día que la Palabra de Dios no autoriza. Son leales a su Dios en medio de gran oposición, y se alistan bajo el estandarte del tercer ángel (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, p. 1174).
Si tenemos el espíritu y el poder del mensaje del tercer ángel, debemos presentar juntos la ley y el evangelio, porque van juntos. Así como un poder terreno está incitando a los hijos a la desobediencia a anular la ley de Dios, y a pisotear la verdad de que Cristo es nuestra justicia, un poder de lo alto está obrando en los corazones de los que son leales, para que ensalcen la ley, y a Jesús como Salvador completo. A menos que el poder divino penetre en la experiencia del pueblo de Dios, las teorías e ideas erróneas aherrojarán las mentes; Cristo y su justicia se perderán de la experiencia de muchos, y su fe quedará sin poder ni vida.
Los predicadores han de presentar plenamente a Cristo tanto en las iglesias como en los campos nuevos, a fin de que los oyentes obtengan una fe inteligente. Debe enseñarse a la gente que Cristo es su salvación y su justicia…
El centro de nuestro mensaje no es solo los mandamientos de Dios, sino también la fe de Jesús. Una brillante luz resplandece sobre nuestra senda hoy día, y nos induce a aumentar nuestra fe en Jesús. Debemos recibir todo rayo de luz, y andar en él (Obreros evangélicos, pp. 169, 170).
[Cluando el mundo invalide la ley de Dios, ¿cuál será el efecto sobre los que son genuinamente obedientes y rectos? ¿Serán arrastrados por la fuerte corriente del mal? Debido a que tantos se alistan bajo el estandarte del príncipe de las tinieblas, ¿se desviará de su fidelidad el pueblo que guarda los mandamientos de Dios? ¡Nunca! Ninguno que permanezca en Cristo fallará o caerá. Sus seguidores obedecerán a una autoridad más elevada que la de cualquier potentado terrenal. Mientras el desprecio que se coloca sobre los mandamientos de Dios induce a muchos a suprimir la verdad y a mostrar menos reverencia por ella, los que son fieles mantendrán en alto con todo fervor las verdades distintivas (Maranata: el Señor viene, 20 de enero, p. 29).