Jueves 7 de noviembre – EL TESTIMONIO DE LA MULTITUD – MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS “Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).…

 Jueves 7 de noviembre – EL TESTIMONIO DE LA MULTITUD – MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

“Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).

Jueves: 7 de noviembre

EL TESTIMONIO DE LA MULTITUD

El último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y exclamó: “ ‘¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! Como dice la Escritura, del que cree en mí, ríos de agua viva brotarán de su corazón’ ” (Juan 7:37, 38).

Juan había registrado en numerosas ocasiones las audaces declaraciones de Jesús acerca de sí mismo, de quién era y qué había venido a hacer.

Las líneas citadas anteriormente de Juan 7:37 y 38 son otro ejemplo de lo que Jesús afirmó acerca de sí mismo y de lo que haría en favor de todos aquellos que acudieran a él. Eran afirmaciones sorprendentes.

Cuando Jesús habló a los judíos que asistían a la Fiesta de los Tabernáculos, ¿cuál fue la respuesta de muchos de ellos? Juan 7:37-53.

 

Juan 7:37-53

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado. 40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente este es el profeta. 41 Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? 42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? 43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él. 44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano. 45 Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y estos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! 47 Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros habéis sido engañados? 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? 49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es. 50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos: 51 ¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho? 52 Respondieron y le dijeron: ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta. 53 Cada uno se fue a su casa;

Algunos dijeron que él era el profeta anunciado por Moisés (ver Deut. 18:15-19). Otros pensaban que Jesús era el Cristo, el Mesías. Pero esto suscitó el argumento de que el Mesías no vendría de Galilea, que debía ser descendiente de David y que tenía que nacer en Belén, todo lo cual era cierto acerca de Jesús (comparar con Mat. 1; 2), ¡aunque muchos parecían no saberlo!

Incluso los oficiales que lo arrestaron quedaron perplejos ante él y su elocuencia. Los fariseos respondieron a los oficiales con una pregunta. “¿Ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos?” (Juan 7:48). Esta pregunta de los fariseos dio a Juan la oportunidad de convocar nuevamente al testigo Nicodemo, quien tras su encuentro con Jesús procuraba protegerlo de las maquinaciones de sus pares: “¿Juzga nuestra ley a un hombre sin oírlo primero y sin entender lo que ha hecho?” (Juan 7:51).

¿Aceptó Nicodemo a Jesús como el Mesías? Aunque su intervención en favor de Jesús ante el Sanedrín no es suficiente para afirmarlo, tal acción sumada a lo que hizo después de la muerte de Jesús (ver Juan 19:39, 40) es evidencia sólida de que llegó a creer en él. Y así, la respuesta a la pregunta de los fariseos en Juan 7:48 fue: Sí, uno de los fariseos creyó en él.

Lee Juan 7:49. ¿Qué decían los líderes que mostraba su desdén por las masas que seguían a Jesús? ¿Qué lección podemos extraer de ello?

 

Juan 7:49

49 Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es.

Comentarios Elena G.W

Una vez establecidos en Canaán, los israelitas se acostumbraron a celebrar con demostraciones de gran regocijo el flujo del agua dela roca en el desierto. En la época de Cristo esta celebración se había convertido en una ceremonia muy impresionante. Se realizaba en ocasión de la fiesta de las cabañas, cuando el pueblo de todo el país se congregaba en Jerusalén. Durante los siete días de la fiesta los sacerdotes salían cada día acompañados de música y del coro de los levitas, a sacar en un recipiente de oro agua de la fuente de Siloé. Iban seguidos por grandes multitudes de adoradores, de los cuales tantos como podían acercarse al agua bebían de ella, mientras se elevaban los acordes llenos de júbilo: «Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salud». Isaías 12:3…

El Salvador utilizó este servicio simbólico para dirigir la atención del pueblo a las bendiciones que él había venido a traerles… se oyó su voz en tono que resonó por todos los ámbitos del templo, diciendo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre». «Y esto —dice Juan— dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él».

Juan 7:37-39. El agua refrescante… es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma (Historia de los patriarcas y profetas, p. 437).

Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de sí una fuente eterna de gracia y fortaleza. Jesús alegra la vida y alumbra el sendero de todos aquellos que le buscan de todo corazón. Su amor, recibido en el corazón, se manifestará en buenas obras para la vida eterna. Y no solo bendice al alma de la cual brota, sino que la corriente viva fluirá en palabras y acciones justas, para refrescar a los sedientos que la rodean (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 437, 438).

¿Habéis agotado la fuente? —No; porque es inagotable. No bien sintáis vuestra necesidad, podéis beber, y beber otra vez; la fuente siempre está llena. Y cuando hayáis bebido una vez de esa fuente, no andaréis procurando apagar vuestra sed en las cisternas rotas de este mundo; no andaréis averiguando cómo podéis encontrar más placer, diversión y entretenimientos. No; porque habréis estado bebiendo de las corrientes que alegran la ciudad de Dios. Entonces vuestro gozo será pleno (Nuestra elevada vocación, p. 67).

Elena G.W

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