Jueves 8 de febrero – EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL SANTUARIO – ME LEVANTARÉ

ME LEVANTARÉ “Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor–…

 Jueves 8 de febrero – EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL SANTUARIO – ME LEVANTARÉ

ME LEVANTARÉ

“Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).

Jueves: 8 de febrero

EL JUICIO DEL SEÑOR Y EL SANTUARIO

Lee Salmos 96:6 al 10; 99:1 al 4; y 132:7 al 9 y 13 al 18. ¿Dónde tiene lugar el juicio de Dios y qué implicaciones tiene la respuesta para nosotros? ¿Cómo nos ayuda el Santuario a entender la manera en que tratará Dios el mal?

 

Salmos 96:6-10

Alabanza y magnificencia delante de él; Poder y gloria en su santuario. Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios. Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; Temed delante de él, toda la tierra. 10 Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; Juzgará a los pueblos en justicia.

 

Salmos 99:1-4

1 Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado sobre los querubines, se conmoverá la tierra. Jehová en Sion es grande, Y exaltado sobre todos los pueblos. Alaben tu nombre grande y temible; Él es santo. Y la gloria del rey ama el juicio; Tú confirmas la rectitud; Tú has hecho en Jacob juicio y justicia.

 

Salmos 132:7-9 y 13-18

Entraremos en su tabernáculo; Nos postraremos ante el estrado de sus pies. Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, Tú y el arca de tu poder. Tus sacerdotes se vistan de justicia, Y se regocijen tus santos.

13 Porque Jehová ha elegido a Sion; La quiso por habitación para sí. 14 Este es para siempre el lugar de mi reposo; Aquí habitaré, porque la he querido. 15 Bendeciré abundantemente su provisión; A sus pobres saciaré de pan. 16 Asimismo vestiré de salvación a sus sacerdotes, Y sus santos darán voces de júbilo. 17 Allí haré retoñar el poder de David; He dispuesto lámpara a mi ungido. 18 A sus enemigos vestiré de confusión, Mas sobre él florecerá su corona.

El Juicio del Señor está estrechamente relacionado con el Santuario. El Santuario fue el entorno donde el salmista cambió su percepción sobre el problema del mal (Sal. 73:17-20). El Santuario fue designado como el lugar del juicio divino, como indicaban el juicio del Urim (Núm. 27:21) y el pectoral del juicio del sumo sacerdote (Éxo. 28:15, 28-30). En consecuencia, muchos salmos representan a Dios en su Trono en el Santuario, listo para juzgar al mundo por su pecado y su maldad.

En el Santuario se revelaba el plan de salvación. En el paganismo, el pecado se entendía principalmente como una mancha física, que debía eliminarse mediante ritos mágicos. En contraste, la Biblia presenta el pecado como una violación de la Ley moral de Dios. La santidad de Dios significa que él ama la justicia y la rectitud. Del mismo modo, el pueblo de Dios debe buscar la justicia y la rectitud y debe adorar a Dios en su santidad. Para hacerlo, debe guardar la Ley de Dios, que es una expresión de su santidad.

Por consiguiente, el Santuario es el lugar del perdón del pecado y de la restauración de la justicia, como indican el propiciatorio del Trono de Dios y los “sacrificios de justicia” (Deut. 33:19; Sal. 4:5).

Sin embargo, el “Dios perdonador” se venga de las malas acciones de los impenitentes (Sal. 99:8). Las implicaciones prácticas de que el Santuario sea el lugar del juicio divino se manifiestan en la conciencia constante de la santidad de Dios y en las exigencias de una vida recta conforme a los requisitos del Pacto de Dios.

El juicio del Señor desde Sion trae como resultado el bienestar de los justos y la derrota de los impíos (Sal. 132:13-18). El Santuario alentaba las jubilosas expectativas de la venida del Señor como Juez, especialmente durante el Día de la Expiación. Asimismo, los salmos refuerzan la certeza de la inminente llegada del Juez divino (Sal. 96:13; Sal. 98:9); a saber, Jesucristo en el Santuario celestial (Apoc. 11:15-19).

Lee Romanos 8:34. ¿Cómo nos muestra este versículo que lo que Cristo está haciendo en el Santuario celestial es una buena noticia para su pueblo?

Comentarios Elena G.W

Toda la ceremonia [del Santuario] estaba destinada a inculcar a los israelitas una idea de la santidad de Dios y de su odio al pecado; y además hacerles ver que no podían ponerse en contacto con el pecado sin contaminarse. Se requería de todos que afligiesen sus almas mientras se celebraba el servicio de expiación. Toda ocupación debía dejarse a un lado, y toda la congregación de Israel debía pasar el día en solemne humillación ante Dios, con oración, ayuno y examen profundo del corazón…

El día de la expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al Lugar Santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del Santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo (El conflicto de los siglos, pp. 414, 415).

Puesto que Satanás es el originador del pecado, el instigador directo de todos los pecados que causaron la muerte del Hijo de Dios, la justicia exige que Satanás sufra el castigo final. La obra de Cristo en favor de la redención del hombre y la purificación del pecado del universo, será concluida cuando se saque el pecado del Santuario celestial y sea colocado sobre Satanás, quien sufrirá el castigo final. Así en el servicio simbólico, el ciclo anual del ministerio se completaba con la purificación del Santuario y la confesión de los pecados sobre la cabeza del macho cabrío de Azazel.

De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en el del templo que posteriormente ocupó su lugar, se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez al año sus pensamientos eran llevados hacia los acontecimientos finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, y hacia la purificación final del universo, que lo limpiará del pecado y de los pecadores (Historia de los patriarcas y profetas, p. 372).

Hoy [Jesús] está ante el altar de la misericordia, presentando a Dios las oraciones de los que desean su ayuda. No rechaza a ningún ser humano lloroso y contrito. Perdonará sin reserva a cuantos acudan a él en súplica de perdón y restauración. A nadie dice todo lo que pudiera revelar, sino que exhorta a toda alma temblorosa a que cobre ánimo. Todo el que quiera puede valerse de la fuerza de Dios, y hacer la paz con él, y el Señor la hará también.

A las almas que se vuelven a él en busca de amparo, Jesús las levanta sobre toda acusación y calumnia. Ningún hombre ni ángel maligno puede incriminar a estas almas. Cristo las une con su propia naturaleza divina y humana. Están al lado de Aquel que lleva los pecados, en la luz procedente del trono de Dios (El ministerio de curación, pp. 59, 60).

Elena G.W

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