Julio 5 – Una fe dada por Dios

A otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 1 Corintios 12:9.…

 Julio 5 – Una fe dada por Dios

A otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. 1 Corintios 12:9.

La fe también es un don de Dios. La fe es el asentimiento de la comprensión humana a las palabras de Dios, lo que liga el corazón a su servicio. ¿Y de quién es la comprensión humana, si no es de Dios? ¿De quién es el corazón, si no es de Dios? Tener fe significa entregarle a Dios el intelecto y la energía que hemos recibido de él; por lo tanto, los que ejercitan la fe no merecen ningún crédito. Los que confían firmemente en un Padre celestial pueden creer en él con una confianza ilimitada; los que por la fe pueden mirar más allá de la tumba a las realidades eternas, deben confesar a su Hacedor: “Todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos”. 1 Crónicas 29:14. RP 197.2

Ningún hombre tiene el derecho a considerarse propio. Y ninguna persona posee alguna cosa buena que pueda llamar propia. Todos los seres humanos y todas las cosas son propiedad del Señor. Todo cuanto el hombre recibe de la generosidad del cielo sigue siendo del Señor. Todo conocimiento que el ser humano obtenga de cualquier forma, que le ayude a ser un obrero inteligente en la causa de Dios, proviene del Señor, y debería ser impartido por el agente humano a otros a fin de que, a su vez, ellos puedan llegar a ser obreros valiosos. A quien se le hayan entregado dones excepcionales debería devolver a los depósitos del Señor lo recibido, dando libremente a otros el beneficio de sus bendiciones. De este modo será honrado y glorificado… RP 197.3

Las capacidades otorgadas por el cielo no deben ser utilizadas para fines egoístas. Toda energía, toda dotación de capacidades son talentos que tienen que contribuir a la gloria de Dios usándolos en su servicio. Sus dones han de ser entregados a los cambistas, para que él pueda recibir lo suyo con usura. Los talentos que capacitan a un hombre para el servicio le son confiados para que él mismo pueda ser un obrero idóneo, y para enseñar a ser útiles a otros que en algún sentido son deficientes.—The Review and Herald, 1 de diciembre de 1904. 

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