Lunes 12 de febrero – CREA EN MÍ UN CORAZÓN LIMPIO – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS “Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque…

 Lunes 12 de febrero – CREA EN MÍ UN CORAZÓN LIMPIO – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

“Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque tu amor es grande hasta los cielos, y hasta las nubes tu fidelidad” (Sal. 57:9, 10).

Lunes: 12 de febrero

CREA EN MÍ UN CORAZÓN LIMPIO

Lee Salmo 51:1 al 5. ¿Por qué el salmista apela a la misericordia de Dios?

 

Salmo 51:1-5

1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.

 El rey David derrama su corazón ante el Señor para pedir el perdón de los pecados durante los momentos espiritualmente más oscuros de su vida (2 Sam. 12). El perdón es el extraordinario don de la gracia de Dios, el resultado de “tu inmensa ternura” (Sal. 51:1). El rey David apela a Dios para que lo trate no conforme a lo que merece su pecado (Sal. 103:10), sino conforme a su carácter divino; es decir, su misericordia, su fidelidad y su compasión (Sal. 51:1; Éxo. 34:6, 7).

Lee Salmo 51:6 al 19. ¿Cómo se describe aquí el perdón de los pecados? ¿Cuál es el objetivo del perdón divino?

 

Salmo 51:6-19

He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. 13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti. 14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia. 15 Señor, abre mis labios, Y publicará mi boca tu alabanza. 16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. 18 Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén. 19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, El holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

El perdón divino implica algo más que una proclamación legal de inocencia. Produce un cambio profundo que alcanza lo más íntimo del ser humano (Sal. 51:6; Heb. 4:12). Produce una nueva creación (Sal. 51:10; Juan 3:3-8). El verbo hebreo bará, traducido como “crear”, describe el poder creador divino (Gén. 1:1). Solamente Dios puede bará; únicamente Dios puede producir un cambio radical y duradero en el corazón de la persona arrepentida (2 Cor. 4:6).

David pide purificación con hisopo (Lev. 14:2-8; Sal. 51:7). Siente que su culpa lo mantiene proscrito de la presencia del Señor, del mismo modo que el leproso está proscrito de la comunidad mientras dura el estado de impureza (Sal 51:11). Teme que los sacrificios no puedan restaurarlo plenamente, porque no había sacrificio que pudiera expiar sus pecados premeditados de adulterio y asesinato (Éxo. 21:14; Lev. 20:10).

Únicamente la gracia divina incondicional podía aceptar el “corazón contrito y humillado” de David como sacrificio, y devolverle la armonía con Dios (Sal. 51:16, 17). Al pedir la purificación con hisopo, quiere volver a la presencia de Dios.

Si Dios puede perdonar a David por adulterio, engaño y asesinato, ¿qué esperanza existe para ti?

Comentarios Elena G.W

El arrepentimiento de David fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo para aminorar su crimen. Lo que inspiró su oración no fue el deseo de escapar a los castigos con que se le amenazaba. Pero vio la enormidad de su transgresión contra Dios; vio la depravación de su alma y aborreció su pecado. No oró pidiendo perdón solamente, sino también pidiendo pureza de corazón. David no abandonó la lucha en su desesperación. Vio la evidencia de su perdón y aceptación, en la promesa hecha por Dios a los pecadores arrepentidos…

Este pasaje de la historia de David rebosa de significado para el pecador arrepentido. Es una de las ilustraciones más poderosas que se nos hayan dado de las luchas y las tentaciones de la humanidad, y de un verdadero arrepentimiento hacia Dios y una fe sincera en nuestro Señor Jesucristo. A través de todos los siglos ha resultado ser una fuente de aliento para las almas que, habiendo caído en el pecado, han tenido que luchar bajo el peso agobiador de su culpa. Miles de los hijos de Dios han sido los que, después de haber sido entregados traidoramente al pecado y cuando estaban a punto de desesperar, recordaron como el arrepentimiento sincero y la confesión de David fueron aceptados por Dios, no obstante haber tenido que sufrir las consecuencias de su transgresión; y también cobraron ánimo para arrepentirse y procurar nuevamente andar por los senderos de los mandamientos de Dios.

Quienquiera que bajo la reprensión de Dios humille su alma con la confesión y el arrepentimiento, tal como lo hizo David, puede estar seguro de que hay esperanza para él. Quienquiera que acepte por la fe las promesas de Dios, hallará perdón. Jamás rechazará el Señor a un alma verdaderamente arrepentida (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 785, 786).

Debemos recordar que todos cometen equivocaciones. Aun hombres y mujeres que han tenido años de experiencia a veces yerran. Pero Dios no los abandona a causa de sus errores: a cada descarriado hijo o hija de Adán, les da el privilegio de otra oportunidad.

Jesús se complace en que vayamos a él como somos, pecaminosos, impotentes, necesitados. Podemos ir con toda nuestra debilidad, insensatez y maldad y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor, vendar nuestras heridas y limpiarnos de toda impureza.

Miles se equivocan en esto: no creen que Jesús les perdona personal e individualmente, No creen al pie de la letra lo que Dios dice. Es el privilegio de todos los que llenan las condiciones, saber por sí mismos que el perdón de todo pecado es gratuito. Alejad la sospecha de que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador arrepentido. Cristo ha provisto fuerza y gracia para que los ángeles ministradores las lleven a toda alma creyente. Ninguno hay tan malvado que no encuentre fuerza, pureza y justicia en Jesús, que murió por los pecadores. El está esperándolos para cambiarles los vestidos sucios y corrompidos del pecado por las vestiduras blancas de la justicia; les da vida y no perecerán (The Faith I Live By, p. 134; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 136).

Elena G.W

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