“Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo». Isaías 62:5. “Él salvará; gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”. Sofonías 3:17. Y el cielo y la tierra se unirán en el canto de regocijo del Padre: “Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado” (Palabras de vida del gran Maestro, p.207).
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la relación matrimonial se emplea para representar la unión tierna y sagrada que existe entre Cristo y su pueblo. En el pensar de Cristo, la alegría de las festividades de bodas simbolizaba el regocijo de aquel día en que él llevará la Esposa a la casa del Padre, y los redimidos juntamente con el Redentor se sentarán a la cena de las bodas del Cordero. El dice: “De la manera que el novio se regocija sobre la novia, así tu Dios se regocijará sobre ti». “Ya no serás llamada Dejada… sino que serás llamada mi Deleite… porque Jehová se deleita en ti”. “Jehová… gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar». Isaías 62:5, 4; Sofonías 3:17. Cuando la visión de las cosas celestiales fue concedida a Juan el apóstol, escribió: “Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado». “Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero». Apocalipsis 19:6,7, 9 (El Deseado de todas las gentes, p. 125).
Nuestro propósito debiera ser infundir toda la amabilidad posible en nuestra vida y hacer todos los favores posibles a los que nos rodean. Las palabras bondadosas nunca se pierden. Jesús las registra como si hubieran sido dirigidas a él mismo. Sembrad semillas de bondad, de amor y de ternura, y florecerán y darán fruto…
“También Cristo nos amó -escribe Pablo-, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante». Esta es la oblación de la dádiva de una vida en nuestro favor, para que podamos ser todo lo que él desea que seamos: sus representantes que expresen la fragancia de su carácter, sus pensamientos puros, sus atributos divinos como se manifestaron en su vida humana santificada, para que otros puedan contemplarlo en su forma humana; y que al comprender el maravilloso designio de Dios sean inducidos a desear ser como Cristo: puros, incontaminados, plenamente aceptables ante Dios, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1118).