Lunes 14 de agosto – UN CAMBIO DE ROPA DRAMÁTICO – VIDAS MOLDEADAS POR CRISTO Y PALABRAS INSPIRADAS POR EL ESPÍRITU

VIDAS MOLDEADAS POR CRISTO Y PALABRAS INSPIRADAS POR EL ESPÍRITU “Acerca de la pasada manera de vivir, despójense del hombre…

 Lunes 14 de agosto – UN CAMBIO DE ROPA DRAMÁTICO – VIDAS MOLDEADAS POR CRISTO Y PALABRAS INSPIRADAS POR EL ESPÍRITU

VIDAS MOLDEADAS POR CRISTO Y PALABRAS INSPIRADAS POR EL ESPÍRITU

“Acerca de la pasada manera de vivir, despójense del hombre viejo, viciado por sus deseos engañosos. Renueven la actitud de su mente, y vístanse del nuevo hombre, creado para ser semejante a Dios en justicia y en santidad de la verdad” (Efe. 4:22-24).

Lunes: 14 de agosto

UN CAMBIO DE ROPA DRAMÁTICO

Al volver a contar la historia de la conversión de su audiencia, ¿qué idea central les está transmitiendo Pablo? (Efe. 4:20–24).

 

Efesios 4:20–24

20 Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, 21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. 22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, 23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente, 24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Luego de describir su existencia anterior como gentiles (Efe. 4:17-19), Pablo no dice: “Ustedes no han aprendido así de Cristo”. En cambio, señala: “Ustedes no han aprendido así Cristo” (Efe. 4:20, RVA 2015). Al notar que los destinatarios “lo oyeron” [a Cristo] y fueron enseñados “en él” (Efe. 4:21), o “por él” (RVR 1960), Pablo aboga además por la adopción de una vida moldeada por Cristo con la expresión “conforme a la verdad que está en Jesús” (Efe. 4:21). Para Pablo, llegar a la fe apunta a una conexión personal con Cristo tan vívida y real que puede describirse como “aprender a Cristo”. Reconocemos que el Jesús resucitado y exaltado está vivo y presente con nosotros. Sus enseñanzas y su ejemplo nos moldean y somos leales a él como nuestro Señor. Abrimos nuestra vida a su guía y su dirección activa mediante el Espíritu y la Palabra.

Pablo nos dice que adoptar una vida moldeada por Cristo requiere tres procesos, que él expresa con imágenes de vestimenta: (1) “despojarse”, o alejarse, de la antigua forma de vida (Efe. 4:22); (2) experimentar una renovación interior (Efe. 4:23); y (3) “vestirse” del nuevo modelo divino de vida (Efe. 4:24). La metáfora de Pablo refleja el uso de la ropa en el Antiguo Testamento como símbolo de la pecaminosidad (p. ej., Sal. 73:6; Zac. 3:3, 4; Mal. 2:16) y de la salvación (p. ej., Isa. 61:10; Eze. 16:8; Zac. 3:4, 5).

En la antigüedad, los hombres usaban una túnica hasta la rodilla como prenda interior y una capa o manto para ofrecer protección contra el sol. Del mismo modo, las mujeres vestían túnica y manto. Las culturas reflejadas en la Biblia eran de subsistencia. Las prendas eran preciosas y caras, y se guardaban durante mucho tiempo. Hubiera sido inusual poseer más de una muda de ropa. La calidad y el estilo de esas prendas indicaban la identidad y el estatus del portador. Cambiarse de ropa, cambiar una muda de ropa por otra, era un acontecimiento inusual e importante (no algo insignificante como en muchas culturas en la actualidad). Pablo imagina que el cambio de vida es tan notorio como lo hubiera sido cambiarse de ropa en este contexto del siglo I.

¿Cuál es la diferencia, la diferencia crucial, entre aprender de Cristo y aprender a conocer a Cristo?

Comentarios Elena G.W

En el nombre del Señor Jesús y bajo su autoridad, el apóstol amonesta a sus hermanos que después de haber hecho profesión del evangelio, no debieran conducirse como lo hacían los gentiles, sino que debían demostrar por medio de su comportamiento diario que se habían convertido de corazón.

«En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad». Efesios 4:22-24. En un tiempo estaban corrompidos, degradados y esclavizados por las pasiones lascivas; endrogados por los opios del mundo, ciegos, confundidos y engañados por las tretas de Satanás. Ahora que fueron enseñados en la verdad tal como es en Jesús, tiene que haber un cambio decidido en su vida y carácter (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 160).

La gracia de Dios obra por la renovación para transformar la vida. No basta un mero cambio externo para ponernos en armonía con Dios. Hay muchos que traían de reformarse corrigiendo este mal hábito o aquel otro, y esperan de este modo llegar a ser cristianos, pero están comenzando por mal lugar. Nuestra obra comienza con el corazón…

Si se la estudia y obedece, la Palabra de Dios obra en el corazón, sometiendo toda característica no santificada. El Espíritu Santo desciende para convencernos de pecado, y la fe que surge en el corazón obra por medio del amor de Cristo conformándonos en cuerpo, alma y espíritu a su voluntad (La maravillosa gracia de Dios, p. 223).

Debemos aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal, o fracasaremos en nuestro intento por llegar a ser vencedores. No nos traerá ningún beneficio mantenernos alejados de él, creer que nuestro amigo o nuestro vecino pueden tenerlo por su Salvador personal, pero que nosotros no podemos experimentar su amor perdonador. Debemos creer que somos elegidos de Dios, para ser salvados por el ejercicio de la fe, a través de la gracia de Cristo y la obra del Espíritu Santo; y debemos alabar y glorificar a Dios por esta maravillosa manifestación de un favor que no merecemos. Es el amor de Dios el que conduce el alma a Cristo para ser benignamente recibida y presentada al Padre. Mediante la obra del Espíritu, se renueva la relación divina entre Dios y el pecador. El Padre dice: «Yo seré Dios para ellos, y ellos serán para mí hijos. Ejerceré el amor perdonador hacia ellos, y derramaré en ellos mi gozo. Ellos serán para mí un tesoro peculiar; porque este pueblo a quien yo he formado por mí mismo manifestará mi alabanza» (Nuestra elevada vocación, p. 79).

Elena G.W

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