- mayo 20, 2024
Lunes 20 de mayo – EN EL LUGAR SANTÍSIMO – LUZ DESDE EL SANTUARIO
LUZ DESDE EL SANTUARIO “Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó…
LUZ DESDE EL SANTUARIO
“Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en el cielo; y es ministro del santuario, de aquel verdadero santuario que levantó el Señor y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).
Lunes: 20 de mayo
EL SANTUARIO CELESTIAL
Lee Levítico 16:21, y 29 al 34; 23:26 al 32; y Hebreos 9:23 al 28. ¿Por qué era tan importante el Día de la Expiación, o del Perdón, en el antiguo Israel?
Levítico 16:21 y 29-34
21 y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.
29 Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. 30 Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Jehová. 31 Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo. 32 Hará la expiación el sacerdote que fuere ungido y consagrado para ser sacerdote en lugar de su padre; y se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas. 33 Y hará la expiación por el santuario santo, y el tabernáculo de reunión; también hará expiación por el altar, por los sacerdotes y por todo el pueblo de la congregación. 34 Y esto tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó.
Levítico 23:26-32
26 También habló Jehová a Moisés, diciendo: 27 A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. 28 Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios. 29 Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo. 30 Y cualquiera persona que hiciere trabajo alguno en este día, yo destruiré a la tal persona de entre su pueblo. 31 Ningún trabajo haréis; estatuto perpetuo es por vuestras generaciones en dondequiera que habitéis. 32 Día de reposo será a vosotros, y afligiréis vuestras almas, comenzando a los nueve días del mes en la tarde; de tarde a tarde guardaréis vuestro reposo.
Hebreos 9:23-28
23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25 y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26 De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
Los sacerdotes ejercían su ministerio todos los días del año, pero el Día de la Expiación, llamado en hebreo Yom Kipur, los ojos de todo Israel se volvían hacia el Santuario. Levítico 16 y 23 da instrucciones explícitas para el Día de la Expiación. Todas las actividades comunes cesaban. Todos ayunaban. Mientras el sumo sacerdote entraba en nombre de ellos ante la presencia de Dios en el Lugar Santísimo, el pueblo examinaba su corazón. Buscaban a Dios con humildad y confesión sincera.
Cualquiera que no “afligi[era]” su alma en el Día de la Expiación sería “cortado”, ya no formaría parte del pueblo escogido (Lev. 23:27, 29, RVR). En el Día de la Expiación, el sumo sacerdote llevaba la sangre del macho cabrío del Señor al Santuario y, después de rociarla sobre el Propiciatorio, aplicaba la sangre a los cuernos del Altar de Oro y del Altar de Bronce, y así purificaba completamente todo el Santuario. Habiendo “acabado de expiar”, el sumo sacerdote ponía las manos sobre el macho cabrío vivo y confesaba los pecados de Israel. Entonces lo llevaban al desierto con el fin de apartarlo del campamento para siempre (Lev. 16:20-22).
La sangre se transfería al Santuario durante los servicios diarios, lo que mostraba el registro del pecado (Jer. 17:1) y la responsabilidad que asumía Dios sobre su resolución final. Ahora, en el Día de la Expiación, esta sangre se transfería fuera del Santuario y se colocaba sobre la cabeza del macho cabrío Azazel, que representaba a Satanás y revelaba su responsabilidad final por el problema del pecado.
Este macho cabrío era conducido lejos en el desierto para que, al final del Día de la Expiación, Dios tuviera un Santuario limpio y un pueblo limpio. En el Santuario celestial, Cristo ministra por nosotros, primero en el Lugar Santo, y ahora, en el Lugar Santísimo desde 1844, al final de los 2.300 días.
Superaremos este gran juicio gracias a Jesús, nuestro Sustituto. Como dijo Elena de White, somos “justificados por medio de su justicia, en la cual no habíamos participado” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 25). Como resultado de esta justicia que se nos acredita (o imputa), afligimos nuestra alma, que es un alejamiento del pecado. Eso significa que no hemos llegado a aceptar el mal cómodamente, y que no estamos excusando ni aferrándonos a pecados acariciados, sino más bien creciendo en gracia y llevando una vida de santidad.
¿Qué importancia tiene el Día de la Expiación en nuestra vida actual? ¿Por qué debería ser determinante en nuestra manera de vivir?
Comentarios Elena G.W
El Día de la Expiación, el sumo sacerdote, llevando una ofrenda por la congregación, entraba en el Lugar Santísimo con la sangre, y la rociaba sobre el propiciatorio, encima de las tablas de la ley. En esa forma los requerimientos de la ley, que exigían la vida del pecador, quedaban satisfechos. Entonces, en su carácter de mediador, el sacerdote tomaba los pecados sobre sí mismo, y salía del santuario llevando sobre sí la carga de las culpas de Israel. A la puerta del tabernáculo ponía las manos sobre la cabeza del macho cabrío símbolo de Azazel, y confesaba «sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones, y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío». Y cuando el macho cabrío que llevaba estos pecados era conducido al desierto, se consideraba que con él se alejaban para siempre del pueblo. Tal era el servicio verificado como «bosquejo y sombra de las cosas celestiales». Hebreos 8:5…
De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en el del templo que posteriormente ocupó su lugar, se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez al año sus pensamientos eran llevados hacia los acontecimientos finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, y hacia la purificación final del universo, que lo limpiará del pecado y de los pecadores (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 369, 370, 372).
Estamos en el gran día de la expiación, y la sagrada obra de Cristo que se está llevando a cabo en este momento en favor del pueblo de Dios en el Santuario celestial, debiera ser nuestro estudio constante. Debemos enseñar a nuestros hijos lo que significaba el típico día de la expiación, y que era una época especial de gran humillación y confesión de pecados ante Dios. El día simbolizado por la expiación ha de ser del mismo carácter. Todo el que enseña la verdad por precepto y ejemplo dará a la trompeta un sonido certero… Tenemos por delante la obra de apartar al pueblo de las costumbres y prácticas del mundo, de subir cada vez más alto, hacia la espiritualidad, la consagración y la obra ferviente por Dios. [Nuestra] obra es proclamar el mensaje del tercer ángel, hacer sonar la última nota de advertencia ante el mundo. Que el Señor [nos] bendiga con percepción espiritual (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 490, 491).
Actualmente nos encontramos en el atrio exterior, aguardando la bendita esperanza de la aparición gloriosa de nuestro Salvador y Señor Jesucristo. Afuera no se ha de ofrecer sacrificio alguno, porque el gran Sumo Sacerdote está llevando a cabo su obra en el Lugar Santísimo. Durante su intercesión como abogado nuestro, Cristo no necesita ninguna virtud humana ni mediación de nadie. El es el único portador del pecado, la única ofrenda por el pecado. La oración y la confesión deben dirigirse solo a él, quien entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo. Salvará hasta lo sumo a todos los que acuden a él con fe. Él vive constantemente para interceder por nosotros (Exaltad a Jesús, 10 de noviembre, p. 313).