Lunes 23 de septiembre – LA PIEDRA FUE QUITADA – EL SEÑOR RESUCITADO

EL SEÑOR RESUCITADO “Pero él les dijo: ‘No se asusten. Ustedes buscan a Jesús nazareno, que fue crucificado. ¡Ha resucitado!…

 Lunes 23 de septiembre – LA PIEDRA FUE QUITADA – EL SEÑOR RESUCITADO

EL SEÑOR RESUCITADO

“Pero él les dijo: ‘No se asusten. Ustedes buscan a Jesús nazareno, que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto’ ” (Mar. 16:6).

Lunes: 23 de septiembre

LA PIEDRA FUE QUITADA

Lee Marcos 16:1 al 8 y 1 Corintios 15:1 al 8. ¿Qué tienen en común estos pasajes?

 

Marcos 16:1-8

1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.

 

1 Corintios 15:1-8

1 Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

La historia de la resurrección aparece en los cuatro evangelios. El autor de cada uno de ellos presenta el relato desde una perspectiva diferente, pero todos ellos registran los conceptos centrales presentes también en 1 Corintios 15:1 al 8.

Hay cuatro ideas que aparecen una y otra vez: murió, fue sepultado, resucitó, fue visto. En Marcos, las primeras dos ideas aparecen en el capítulo 15. Las otras dos están en el capítulo 16, pero con un giro. Marcos 16:7 habla de una reunión en Galilea (“y allí le veréis”; ver Juan 21).

 Para algunas personas es inconcebible que los cristianos crean en un Señor resucitado. Pero la evidencia de su resurrección es sustancial y consistente con la razón.

Para empezar, todo lo que uno tiene que hacer es creer en Dios como el Creador (ver Génesis 1; 2), y la idea de la resurrección, un milagro, llega a ser razonable. El Dios que creó el universo y, por ende, la vida en la Tierra, ciertamente tiene el poder, si así lo decide, de resucitar a Jesús. La existencia de Dios no convierte la resurrección de Jesús en algo inevitable, solo en algo razonable.

Además, la tumba estaba vacía. Aun los historiadores ateos aceptan ese hecho. Si así no fuera, la aseveración acerca de la resurrección de Jesús habría fracasado desde el principio, pues la existencia de su cuerpo habría destruido cualquier pretensión de que hubiera vuelto a la vida.

Luego, la explicación de que sus discípulos sustrajeron el cuerpo es insostenible, ya que no podrían haber burlado a la guardia. Y, aun en el caso de que hubieran podido y se llevaran el cuerpo, ¿por qué no fueron arrestados por hacerlo? La respuesta es que los líderes religiosos sabían que los discípulos no habían hecho eso.

Por otra parte, muchas personas dieron testimonio de que habían visto a Cristo resucitado. Muchos, incluyendo a los discípulos, no creyeron al principio. Y Pablo, un muy sólido enemigo, no solo asegura haber visto al Señor resucitado, sino también esa experiencia cambió radicalmente toda la trayectoria de su vida.

Finalmente (aunque existen muchas otras razones), ¿cómo explicar el surgimiento de la iglesia cristiana, fundada por personas que afirmaron haber visto al Señor resucitado? ¿Por qué habrían estado esas personas dispuestas a morir por algo que supieran que no era verdad? El testimonio sostenido de ellos desde poco después de la muerte de él (Hech. 3:15) y en los años siguientes (1 Ped. 1:3) es una evidencia poderosa en favor de su resurrección.

¿Qué responderías si alguien te preguntara qué evidencia tienes de la resurrección?

Comentarios Elena G.W

Los enemigos de los discípulos no pudieron menos que convencerse de que Jesús había resucitado de entre los muertos. La prueba era demasiado concluyente para dar lugar a dudas. Sin embargo, endurecieron sus corazones y rehusaron arrepentirse de la terrible acción perpetrada al condenar a Jesús a muerte. A los gobernantes judíos se les había dado abundante evidencia de que los apóstoles estaban hablando y obrando bajo la inspiración divina, pero resistieron firmemente el mensaje de verdad. Cristo no había venido en la manera que esperaban, y aunque a veces se habían convencido de que él era el Hijo de Dios, habían ahogado la convicción, y le habían crucificado. En su misericordia Dios les dio todavía evidencia adicional, y ahora se les concedía otra oportunidad para que se volvieran a él. Les envió los discípulos para que les dijeran que ellos habían matado al Príncipe de la vida, y esta terrible acusación constituía ahora otro llamamiento al arrepentimiento. Pero, confiados en su presumida rectitud, los maestros judíos no quisieron admitir que quienes les inculpaban de haber crucificado a Jesús hablasen por inspiración del Espíritu Santo (Los hechos de los apóstoles, p. 50).

Algunos [de los creyentes corintios] habían llegado hasta el punto de negar la doctrina de la resurrección. Pablo afrontó esta herejía con un testimonio muy claro en cuanto a la evidencia inconfundible de la resurrección de Cristo. Declaró que Cristo, después de su muerte, «resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras», después de lo cual «apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos juntos; de los cuales muchos viven aún; y otros son muertos. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. Y el postrero de todos… me apareció a mí».

Con poder convincente el apóstol expuso la gran verdad de la resurrección. «Porque si no hay resurrección de muertos —arguyó—. Cristo tampoco resucitó: y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana… Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho» (Los hechos de los apóstoles, pp. 257, 258).

¿De qué lado estamos nosotros? El mundo rechazó a Cristo; los cielos lo recibieron. El hombre, el hombre finito, rechazó al Príncipe de la Vida; Dios, nuestro Gobernante soberano, lo recibió en los cielos. Dios lo ha exaltado. El hombre lo coronó con una corona de espinas; Dios lo ha coronado con una corona de real majestad. Todos nosotros debemos pensar sin prejuicio. ¿Queréis que sea este hombre, Cristo Jesús, quien gobierne sobre vosotros, o Barrabás? La muerte de Cristo acarrea al que rechaza su misericordia la ira de los juicios de Dios, sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero. Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo reciben y creen en él (Testimonios para los ministros, p. 139).

Elena G.W

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