Lunes 27 de noviembre – NAAMÁN – MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS “¿Qué aprovecha el hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿Qué…

 Lunes 27 de noviembre – NAAMÁN – MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

“¿Qué aprovecha el hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mat. 16:26).

Lunes: 27 de noviembre

NAAMÁN

Cristo murió por todos, independientemente de su origen, riqueza, etnia o estatus. Dios está alcanzando a poderosos del mundo no cristiano y espera que vivan a la altura de la luz que tienen (ver Elena de White, Los hechos de los apóstoles, pp. 342, 343).

Lee 2 Reyes 5:1 al 19. ¿Qué podemos aprender de esta historia acerca de la manera de alcanzar a la gente para el Señor?

 

2 Reyes 5:1-19

1 Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí. Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel. Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. 12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. 13 Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? 14 Él entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. 15 Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. 16 Mas él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. 17 Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. 18 En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo. 19 Y él le dijo: Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra.

En 2 Reyes 5:17 al 19, Naamán hizo dos peticiones inusuales después de que Dios lo sanó de la lepra. En primer lugar, pidió llevar dos mulas cargadas de tierra de Israel a Siria, con el propósito de adorar al Dios vivo. Dijo: “Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrenda a otro dios sino al Señor” (2 Rey. 5:17). En segundo lugar, Naamán pidió permiso para inclinarse junto a su rey, aunque ya no adoraría a los dioses de su rey.

Ahora Naamán creía en el único Dios verdadero. Sin embargo, todavía tenía creencias paganas. Su pedido de llevarse tierra de Israel indicaba que no entendía completamente al Dios creador. Tal vez supuso que necesitaba llevar tierra porque, en su cosmovisión, Dios es territorial, como sus antiguos dioses; ¿o tal vez quería construir un altar con la tierra de Israel? De cualquier manera, su creencia en Dios estaba mezclada con sus antiguas creencias. La historia de Naamán ofrece un contexto para los no cristianos que se acercan a Cristo en la actualidad. Una lección que podemos aprender de la historia de Naamán es que los cambios de cosmovisión llevan tiempo.

La segunda petición era más preocupante. ¿Por qué Naamán pedía permiso para inclinarse junto con su rey para luego pedir a Dios que lo perdonara? La respuesta del profeta nos da una pista: “Ve en paz” (2 Rey. 5:19). Como poderoso de Siria, Naamán tenía deberes que cumplir que suponían un reto para su nueva fe. Es importante que los nuevos creyentes, especialmente los que provienen de otras religiones, reciban apoyo y orientación para hacer frente a las exigencias culturales y sociales de su vida pasada antes de ser una persona de fe.

Recuerda, Naamán dejó su país impío como leproso y regresó como un hombre sanado y un discípulo del Dios creador. Acababa de comenzar su experiencia. Necesitaba tiempo para crecer.

¿Qué lecciones debemos aprender de esta historia acerca de no presionar a la gente demasiado rápido, especialmente a quienes vienen de una cultura o trasfondo no cristiano?

Comentarios Elena G.W

Pocos comprenden el pleno significado de las palabras que Cristo habló cuando, en la sinagoga de Nazaret, se anunció como el Ungido. Declaró que su misión era consolar, bendecir y salvar a los afligidos y pecadores. Luego, viendo que el orgullo y la incredulidad dominaban los corazones de sus oyentes, les recordó que en tiempos pasados Dios se había apartado de su pueblo escogido por causa de su incredulidad y rebelión y se había manifestado a los habitantes de tierras paganas que no habían rechazado la luz del cielo. La viuda de Sarepta y Naamán el siro, habían vivido de acuerdo con toda la luz que tenían, por lo cual se los consideró más justos que el pueblo escogido de Dios que se había apartado de él y había sacrificado sus principios a las conveniencias y honores mundanales (Los hechos de los apóstoles, p. 333).

Hay personas particularmente idóneas para trabajar entre las clases altas. Necesitan pedir a Dios sabiduría para alcanzarlas, y no contentarse con un conocimiento casual de ellas, sino procurar despertarlas, mediante su esfuerza personal y su fe viva, para que sientan las necesidades del alma, y sean llevadas al conocimiento de la verdad que está en Jesús.

Muchos se figuran que para alcanzar a las clases altas, hay que adoptar un modo de vivir y un método de trabajo adecuado a los gustos desdeñosos de ellas. Consideran de suma importancia cierta apariencia de fortuna, los costosos edificios, trajes y atavíos, el ambiente imponente, la conformidad con las costumbres mundanas y la urbanidad artificiosa de las clases altas, así como su cultura clásica y lenguaje refinado. Esto es un error. El modo mundano de proceder para alcanzar las clases altas no es el modo de proceder de Dios. Lo que surtirá efecto en esta tarea es la presentación del evangelio de Cristo de un modo consecuente y abnegado (El ministerio de curación, p. 164).

La verdad debe presentarse con tacto celestial, cortesía y ternura. Debe proceder de un corazón que se haya enternecido y que haya sentido simpatía por los demás. Necesitamos establecer una comunión íntima con Dios, para que el yo no renazca… Para que no derramemos un raudal de palabras impropias, que no son ni como el rocío, ni como la lluvia que vivifica las plantas que se agostan. Al tratar de ganar a otros debemos utilizar palabras amables. Dios concederá sabiduría a quien busque sabiduría de lo alto. Debemos procurar encontrar oportunidades en todas circunstancias; debemos velar en oración; debemos estar listos para responder con sencillez y temor acerca de nuestra esperanza. Elevemos de continuo nuestros corazones a Dios, no sea que impresionemos negativamente a cualquier persona por la cual Cristo murió; para que podamos hablar la palabra apropiada en el momento apropiado. Cuando así obremos en favor de Dios, el Espíritu será nuestro ayudador. El Espíritu Santo usará las palabras que hemos pronunciado amorosamente en favor de las almas. La verdad tendrá un poder vigorizante cuando sea hablada bajo la influencia de la gracia de Cristo (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 399, 400).

Elena G.W

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