Lunes 28 de octubre – LA MUJER JUNTO AL POZO – EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS “Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros…

 Lunes 28 de octubre – LA MUJER JUNTO AL POZO – EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

“Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo’ ” (Juan 4:42).

Lunes: 28 de octubre

LA MUJER JUNTO AL POZO

Lee Juan 4:7 al 15. ¿Cómo aprovecha Jesús este encuentro para empezar a dar testimonio a esta mujer?

 

Juan 4:7-15

Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.

“El odio que reinaba entre los judíos y los samaritanos impidió a la mujer ofrecer un favor a Jesús; pero el Salvador estaba tratando de hallar la llave de su corazón, y con el tacto nacido del amor divino él no ofreció un favor, sino que lo pidió. El ofrecimiento de un favor podría haber sido rechazado; pero la confianza despierta confianza” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 155, 156).

Como en su encuentro con Nicodemo, Jesús sabe lo que hay en el corazón de los demás. En respuesta a la sorpresa de la mujer de que un judío pidiera tal favor a un samaritano, Jesús va directamente al grano: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva” (Juan 4:10).

La respuesta de la mujer fue como la de Nicodemo en el contexto de un nuevo nacimiento: “¿Cómo puede suceder esto?” (Juan 3:9). Preguntó: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde tienes agua viva?” (Juan 4:11). En ambos casos, Jesús les estaba indicando (a un prominente maestro judío y a una mujer samaritana de dudosa reputación) las verdades espirituales trascendentes que cada uno necesitaba oír y entender. En cada caso, Jesús les estaba diciendo básicamente lo mismo: necesitan una experiencia de conversión.

¿Cuál es el trasfondo veterotestamentario de la afirmación de Jesús acerca del agua viva? (Jer. 2:13; Zac. 14:8).

 

Jeremías 2:13

13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

Zacarias 14:8

Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.

El agua es necesaria para la vida, los seres humanos no podemos existir sin ella; por lo que también puede ser una imagen poderosa y apropiada de la vida eterna. Por eso dice Jesús: “El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él un manantial que brotará para vida eterna” (Juan 4:14).

Lee Juan 7:37 y 38. ¿Qué nos dice Jesús en estos versículos y cómo podemos experimentar lo que nos promete?

 

Juan 7:37-38

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Comentarios Elena G.W

Cristo no despreciaba oportunidad alguna para proclamar el evangelio de salvación. Escuchad las admirables palabras que dirigiera a la samaritana. Estaba sentado junto al pozo de Jacob, cuando vino la mujer a sacar agua. Con sorpresa de ella, Jesús le pidió un favor. «Dame de beber», le dijo. Deseaba él beber algo refrescante, y al mismo tiempo ofrecerle a ella el agua de vida. Dijo la mujer: «¿Cómo tú, siendo Judío, me pides a mí de beber, que soy mujer Samaritana? porque los Judíos no se tratan con los Samaritanos». Respondió Jesús: «Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva… Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna». Juan 4:6-14 (El ministerio de curación, p. 17).

¡Cuán vivo interés manifestó Cristo en esta sola mujer! ¡Cuán fervorosas y elocuentes fueron sus palabras! Al oírlas la mujer dejó el cántaro y se fue a la ciudad para decir a sus amigos: «Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es este el Cristo?» Leemos que «muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él». Vers. 29, 39. ¿Quién puede apreciar la influencia que semejantes palabras ejercieron para la salvación de almas desde entonces hasta hoy?

Doquiera haya corazones abiertos para recibir la verdad, Cristo está dispuesto a enseñársela, revelándoles al Padre y el servicio que agrada a Aquel que lee en los corazones. Con los tales no se vale de parábolas, sino que, como a la mujer junto al pozo, les dice claramente: «Yo soy, que hablo contigo» (El ministerio de curación, p. 28).

Debéis procurar tener un Salvador que viva en vosotros, que os sea como un manantial de agua que brote para vida eterna. El agua de la vida que fluye del corazón siempre riega el corazón de otros.

El agua a la que se refería Cristo era la revelación de su gracia en su Palabra. Su Espíritu, su enseñanza, es una fuente que satisface a toda alma… En Cristo está la plenitud de gozo para siempre… La bondadosa presencia de Cristo en su Palabra siempre habla al alma, lo representa como el manantial de agua viviente que vivifica al sediento. Tenemos el privilegio de contar con un Salvador viviente y permanente. Él es la fuente de poder espiritual implantada dentro de nosotros, y su influencia fluirá en palabras y acciones que vivifiquen a todos los que estén dentro de la esfera de nuestra influencia, creando en ellos deseos y aspiraciones de fortaleza y pureza, de santidad y paz, y de aquel gozo que no causa dolor. Este es el resultado de un Salvador que mora interiormente (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1108).

Elena G.W

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *