- noviembre 4, 2024
Lunes 4 de noviembre – UNA NUEVA CONCEPCIÓN ACERCA DEL MESÍAS – MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS
MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS “Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).…
MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS
“Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).
Lunes: 4 de noviembre
UNA NUEVA CONCEPCIÓN ACERCA DEL MESÍAS
Lee Juan 1:32 al 36. ¿Qué dice Juan el Bautista de Jesús que la gente no esperaba oír acerca del tan anhelado Mesías?
Juan 1:32-36
32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. 33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. 34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. 35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. 36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Los judíos esperaban la venida de un Mesías que los liberara del dominio de Roma. Sometidos a una larga opresión, creían que el Mesías no solo derrocaría a Roma, sino además los convertiría en una nación grande y poderosa. Sin embargo, las palabras de Juan, que llamaba a Jesús “el Cordero de Dios”, aunque apuntaban directamente a su sacrificio expiatorio, probablemente fueron malinterpretadas por la mayoría de los oyentes. Es posible que no supieran de qué estaba hablando.
Por eso, Juan quiso con su Evangelio cambiar la idea que tenían del Mesías, para que reconocieran en Jesús el cumplimiento de las profecías acerca del Rey que vendría y de su misión. Jesús no venía como líder político y militar, sino para ofrecerse como sacrificio por los pecados del mundo. Ese era su propósito. Solo después de eso, y cuando todo hubiese terminado, vendría el reino final (ver Dan. 7:18).
“Cuando, en ocasión del bautismo de Jesús, Juan lo señaló como el Cordero de Dios, una nueva luz resplandeció sobre la obra del Mesías. La mente del profeta fue dirigida a las palabras de Isaías: ‘Como cordero fue llevado al matadero’ (Isa. 53:7)” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 110).
Juan el Bautista dice, en Juan 1:31: “Yo no lo conocía”. ¿Cómo pudo entonces reconocer a Jesús como el Mesías? La respuesta es que el Señor que envió a Juan le había dicho antes: “ ‘Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautizará con Espíritu Santo’. Yo lo vi, y he dado testimonio que este es el Hijo de Dios” (Juan 1:33, 34). En otras palabras, fue Dios quien reveló a Juan que Jesús era el Mesías.
“Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios” (1 Cor. 1:24). El conocimiento de que Jesús es el Cristo proviene de Dios mismo mediante el poder de convicción que produce su Espíritu. Este tema aparece con frecuencia en Juan. La salvación no proviene de la filosofía mundana, la ciencia o la educación superior. Solo llega de parte de Dios a los corazones que responden con fe y obedecen a Jesús.
¿Cómo podríamos conocer la verdad acerca de Jesús como nuestro sacrificio expiatorio si no nos fuera revelada? ¿Por qué, entonces, es tan crucial conocer la Biblia y lo que enseña acerca Jesús?
Comentarios Elena G.W
Cuando el Salvador principió su ministerio, el concepto que el pueblo tenía acerca del Mesías y de su obra era tal que inhabilitaba completamente al pueblo para recibirlo. El espíritu de verdadera devoción se había perdido en las tradiciones y el ritualismo, y las profecías eran interpretadas al antojo de corazones orgullosos y amantes del mundo. Los judíos no esperaban como Salvador del pecado a Aquel que iba a venir, sino como a un príncipe poderoso que sometería a todas las naciones a la supremacía del León de la tribu de Judá. En vano les había pedido Juan el Bautista, con la fuerza conmovedora de los profetas antiguos, que se arrepintiesen. En vano, a orillas del Jordán, había señalado a Jesús como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dios trataba de dirigir su atención a la profecía de Isaías con respecto al Salvador doliente, pero no quisieron oírlo (El discurso maestro de Jesucristo, p. 7).
A la luz de la revelación divina, por medio del sacrificio expiatorio, podemos ver el glorioso plan de redención por el cual nuestros pecados son perdonados, y nosotros somos atraídos al corazón del amor infinito. Vemos cómo Dios puede conservar toda su justicia y, sin embargo, perdonar al transgresor de su ley. Y no somos simplemente perdonados, sino que somos aceptados por Dios a través del Amado. El plan de redención no es solo una forma de escapar del castigo de la transgresión, sino que el pecador recibe el perdón de sus pecados por medio de ese plan, y finalmente será recibido en el cielo; pero no como un delincuente que es perdonado y dejado en libertad y que sin embargo es objeto de desconfianza y no se le brinda amistad ni se le tiene fe, sino que se le da la bienvenida como a un hijo y se le da de nuevo la más plena confianza.
El sacrificio de nuestro Salvador ha hecho amplia provisión para cada alma arrepentida y creyente. Somos salvos porque Dios ama lo que ha sido comprado con la sangre de Cristo, y no solo perdonará al pecador arrepentido, no solo le permitirá entrar en el cielo, sino que él, el Padre de misericordia, aguardará en los mismos portales del cielo para darnos la bienvenida, para darnos una amplia entrada en las mansiones de los bienaventurados. ¡Oh, qué amor, que maravilloso amor ha mostrado el Padre en la dádiva de su amado Hijo por esta raza caída! Y este Sacrificio es un canal para que fluya su amor infinito, para que todo el que cree en Jesucristo pueda recibir, como el hijo pródigo, plena y gratuita reintegración al favor del cielo (The Review and Herald, 21 de septiembre, 1886, párrafo 12; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 962).
Jesús es nuestro sacrificio expiatorio. No podemos hacer expiación por nosotros mismos, pero por fe podemos aceptar la expiación que ha sido hecha. «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios». 1 Pedro 3:18. «Fuisteis rescatados… no con cosas corruptibles… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación». 1 Pedro 1:18, 19 (Mensajes selectos, t. 1, p. 378).