- diciembre 9, 2024
Lunes 9 de diciembre – JESÚS Y EL PADRE – EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU
EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi…
EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU
“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho” (Juan 14:26).
Lunes: 9 de diciembre
JESÚS Y EL PADRE
Fuimos creados por Dios para tener una relación personal con él (Gén. 1:26, 27). Sin embargo, a causa del pecado, esa relación fue radicalmente interrumpida. Podemos ver el impacto inmediato de esta ruptura en la historia del Jardín del Edén.
Lee Génesis 3:7 al 9. ¿Cómo revela esto la ruptura que causó el pecado? ¿Qué significa el hecho de que fue Dios quien buscó a la humanidad y no a la inversa?
Génesis 3:7-9
7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
La intención de la Deidad era ofrecer sanación a toda la humanidad poniendo fin a la brecha causada por el pecado, aunque toda la humanidad no aceptara lo que él ofrecía.
Para restaurar esta relación, un miembro de la Deidad se hizo humano. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, manifestando la gloria de Dios (Juan 1:14-18). Como resultado, la humanidad ha recibido la plenitud y la gracia divinas. Esto es lo que Jesús vino a compartir. Vino a declarar la gloria de Dios para que la relación rota por el pecado pudiera ser restaurada, al menos para quienes estuvieran dispuestos a aceptar por fe lo que se les ha ofrecido en Cristo Jesús.
¿Qué maravillosa esperanza se vislumbra para nosotros en estos textos? Juan 1:1, 2; 5:16-18; 6:69; 10:10, 30; 20:28.
Juan 1:1-2
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Este era en el principio con Dios.
Juan 5:16-18
16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo. 17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Juan 6:69
69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Juan 10:10, 30
10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
30 Yo y el Padre uno somos.
Juan 20:28
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
“En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 489). Sin embargo, como Hijo encarnado que “se despojó a sí mismo” (Fil. 2:7) del ejercicio de sus prerrogativas, Cristo, hablando de su existencia en la Tierra como hombre entre los hombres, podía referirse a su posesión de la vida como un don de Dios. “La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna” (El Deseado de todas las gentes, p. 489).
Dios no fue reconocido por la humanidad (Juan 17:25). Por lo tanto, envió a su único Hijo (Juan 9:4; 16:5) para que el Padre pudiera ser conocido.
En el contexto del cosmos, un ateo escribió: “En nuestra oscuridad, en toda esta inmensidad, no hay ningún indicio de que venga ayuda de otra parte para salvarnos de nosotros mismos”. ¿Qué enseñanza bíblica demuestra lo erróneo de esa aseveración?
Comentarios Elena G.W
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Génesis 1:26.
La vida de Cristo se debe revelar en la humanidad. El ser humano constituyó la corona de la obra creadora de Dios, hecho a la misma imagen divina y diseñado para ser un complemento de Dios; pero Satanás se ha esforzado por borrar la imagen de Dios en el hombre y por imprimirle la suya propia. El ser humano es muy querido para Dios, porque fue formado a su propia imagen. Este hecho debería impresionar sobre nosotros la importancia de enseñar por precepto y ejemplo lo que significa el pecado de la degradación del cuerpo que fue formado para representar a Dios ante el mundo (Exaltad a Jesús, p. 42).
[E]n vez de destruir al mundo, Dios envió a su Hijo para salvarlo. Aunque en todo rincón de la provincia enajenada se notaba corrupción y desafío, se proveyó un modo de rescatarla. En el mismo momento de la crisis, cuando Satanás parecía estar a punto de triunfar, el Hijo de Dios vino como embajador de la gracia divina. En toda época y en todo momento, el amor de Dios se había manifestado en favor de la especie caída. A pesar de la perversidad de los hombres, hubo siempre indicios de misericordia. Y llegada la plenitud del tiempo, la Divinidad se glorificó derramando sobre el mundo tal efusión de gracia sanadora, que no se interrumpiría hasta que se cumpliese el plan de salvación.
Satanás se estaba regocijando de que había logrado degradar la imagen de Dios en la humanidad. Entonces vino Jesús a restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor. Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter que ha sido arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que habían dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer según el modelo divino el carácter que había sido mancillado, para hermosearlo con su propia gloria (El Deseado de todas las gentes, p. 28).
El paralítico halló en Cristo curación, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física, Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: «Tus pecados te son perdonados». La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo.
Jesús vino para «deshacer las obras del diablo». «En él estaba la vida», y él dice: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Él es un «espíritu vivificante». 1 Juan 3:8; Juan 1:4; 10:10; 1 Corintios 15:45. Y tiene todavía el mismo poder vivificante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los enfermos y perdonaba al pecador. Él «perdona todas tus iniquidades», él «sana todas tus dolencias». Salmo 103:3 (El Deseado de todas las gentes, p. 270).