Lunes 9 de septiembre – LA ÚLTIMA CENA – APRESADO Y JUZGADO

APRESADO Y JUZGADO “Decía: ‘¡Abba, Padre! Todas las cosas son posibles para ti. ¡Aparta de mí esta copa! Sin embargo,…

 Lunes 9 de septiembre – LA ÚLTIMA CENA – APRESADO Y JUZGADO

APRESADO Y JUZGADO

“Decía: ‘¡Abba, Padre! Todas las cosas son posibles para ti. ¡Aparta de mí esta copa! Sin embargo, no lo que yo quiero, sino lo que tú quieras’ ” (Mar. 14:36).

Lunes: 9 de septiembre

LA ÚLTIMA CENA

Lee Marcos 14:22 al 31 y Éxodo 24:8. ¿Qué gran relevancia para la fe cristiana se encuentra en este relato?

 

Marcos 14:22-31

22 Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. 23 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios. 26 Cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. 27 Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas. 28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. 30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces. 31 Mas él con mayor insistencia decía: Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

 

Éxodo 24:8

Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

Marcos 14:12 observa que este es el primer día de la fiesta de los Panes sin Levadura, cuando se sacrificaba el cordero pascual. La cena se realizaba al atardecer del jueves.

En la Última Cena, Jesús instituye un nuevo servicio conmemorativo. Es una transición que parte de la celebración de la Pascua judía y se vincula directamente con la salida de Israel de Egipto y su transformación en el pueblo del Pacto de Dios en el Sinaí. En Éxodo 24:8, cuando se ratifica el Pacto, Moisés rocía al pueblo con la sangre de los sacrificios y dice: “Esta es la sangre del pacto que el Señor ha hecho con ustedes acerca de estas cosas”.

Es llamativo el hecho de que en la Cena del Señor, instituida aquí por Jesús, no se hace mención alguna al cordero de la cena pascual. Esto puede deberse a que Jesús es el Cordero de Dios (Juan 1:29). El pan de la Cena del Señor representa su cuerpo. El Nuevo Pacto (compara con Jer. 31:31-34) es sellado con la sangre de Jesús, la cual está representada por la copa y su contenido. Él dice: “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada en favor de muchos”.

Entonces, en medio de todo esto, Jesús predice que sus discípulos lo abandonarán. Cita Zacarías 13:7, que habla de la espada que hiere al pastor y de la resultante dispersión de las ovejas. Jesús es aquí el pastor, y sus discípulos son las ovejas. Es un mensaje duro y deprimente. Pero Jesús agrega una palabra de esperanza al repetir la predicción acerca de su resurrección, y añade que irá delante de ellos a Galilea. El joven que estaba en la tumba vacía de Jesús se refiere, en Marcos 16:7, a esa predicción que, por lo tanto, tiene un peso especial aquí.

Pero todo esto es demasiado difícil de aceptar para los discípulos, especialmente para Pedro, quien argumenta que todos los demás pueden caer menos él. No obstante, Jesús continúa con el lenguaje solemne y predice que Pedro lo negará tres veces antes de que el gallo cante dos veces. La predicción jugará un papel crucial en la escena del juicio de Jesús y la negación de Pedro; por ello, juega también un papel crucial aquí.

¿Qué aprendiste de las ocasiones en las que prometiste a Dios que harías o no algo y terminaste no haciendo lo que prometiste hacer o haciendo lo que prometiste no hacer?

Comentarios Elena G.W

También se les ordenó [a los israelitas] que celebrasen la fiesta de la Pascua como una ordenanza, a fin de que cuando sus hijos preguntaran qué significaba dicho servicio, les relataran su maravillosa preservación en Egipto. Que cuando el ángel destructor salió durante la noche para matar a los primogénitos de los hombres y a los primogénitos de los animales, pasó por encima de sus casas, y no murió ni uno solo de los hebreos que tuviera la señal de la sangre en los postes de sus puertas. Y el pueblo se inclinó y adoró, agradecido por este memorial singular dado para preservar en sus hijos el recuerdo del cuidado de Dios por su pueblo.

La Pascua señalaba hacia atrás a la liberación de los hijos de Israel, y también era una señal típica hacia adelante, hacia Cristo, el Cordero de Dios, inmolado para la redención del hombre caído. La sangre rociada sobre los dinteles de la puerta prefiguraba la sangre expiatoria de Cristo, y también la continua dependencia del hombre pecador de los méritos de esa sangre para salvarse del poder de Satanás y para la redención final. Cristo cenó la Pascua con sus discípulos justo antes de su crucifixión, y esa misma noche instituyó la ordenanza de la Cena del Señor, que debía celebrarse para conmemorar su muerte (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 223, 225).

Cuando Cristo, la víspera de ser traicionado, amonestó de antemano a sus discípulos: «Todos seréis escandalizados en mí esta noche», Pedro le dijo confiadamente: «Aunque todos sean escandalizados, mas no yo» Marcos 14:27, 29. Pedro no conocía el peligro que corría, y lo descarrió la confianza propia. Se creyó capaz de resistir la tentación; pero pocas horas después le vino la prueba, y con maldiciones y juramentos negó a su Señor.

Cuando el canto del gallo le hizo recordar las palabras de Cristo, sorprendido y emocionado por lo que acababa de hacer, se volvió y miró a su Maestro. En ese momento Cristo miró a Pedro, y este se comprendió a sí mismo ante la triste mirada, en la que se mezclaban la compasión y el amor hacia él. Salió y lloró amargamente, pues aquella mirada de Cristo quebrantó su corazón. Pedro había llegado al punto de la conversión, y amargamente se arrepintió de su pecado. Fue semejante al publicano en su contrición y arrepentimiento, y como este, también alcanzó misericordia. La mirada de Cristo le dio la seguridad del perdón (Palabras de vida del gran Maestro, p. 118).

Jesús miró con compasión a sus discípulos. No podía salvarlos de la prueba, pero no los dejó sin consuelo. Les aseguró que él estaba por romper las cadenas del sepulcro, y que su amor por ellos no faltaría. «Después que haya resucitado —dijo-—, iré delante de vosotros a Galilea». Mateo 26:32. Antes que le negasen, les aseguró el perdón. Después de su muerte y resurrección, supieron que estaban perdonados y que el corazón de Cristo los amaba (El Deseado de todas las gentes, p. 628).

Elena G.W

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