Martes 1 de octubre – EL MILAGRO DEL ESTANQUE DE BETESDA – SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO “También hizo Jesús muchas otras señales, en presencia de sus discípulos, que no están escritas…

 Martes 1 de octubre – EL MILAGRO DEL ESTANQUE DE BETESDA – SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

“También hizo Jesús muchas otras señales, en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero estas fueron escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él” (Juan 20:30, 31).

Martes: 1 de octubre

EL MILAGRO DEL ESTANQUE DE BETESDA

La siguiente señal que relata Juan tuvo lugar en el estanque de Betesda (Juan 5:1-9). Se creía que un ángel agitaba el agua y que el primer enfermo que entraba en ella quedaba curado. En consecuencia, los pórticos del estanque estaban abarrotados de personas que esperaban ser curadas en la siguiente ocasión. Jesús fue a Jerusalén y, al pasar junto a la piscina, vio a la multitud que esperaba.

¡Qué espectáculo! Toda esa gente, algunos seguramente muy enfermos, esperaban y esperaban una curación, que seguramente no ocurriría. ¡Qué oportunidad para Jesús!

Lee Juan 5:1 al 9. Puesto que todos los que estaban junto a la piscina querían sin duda recuperar la salud, ¿por qué preguntó Jesús al paralítico si quería ser curado (Juan 5:6)?

Cuando alguien ha estado enfermo durante mucho tiempo, la enfermedad se convierte en la norma, y por extraño que parezca, a veces puede resultar un poco inquietante dejar atrás la discapacidad. El hombre da a entender en su respuesta que quiere curarse. El problema es que está buscándola en el lugar equivocado, mientras Aquel que hizo las piernas del hombre está de pie justo delante de él. El hombre no sabía quién le estaba hablando; aunque después de la curación comenzó sin duda a comprender que Jesús era, de hecho, Alguien muy especial.

“Jesús no pide a este enfermo que ejerza fe en él. Dice simplemente: ‘Levántate, toma tu lecho, y anda’. Pero la fe del hombre se aferra a esa palabra. En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. Sin la menor duda, dedica su voluntad a obedecer a la orden de Cristo, y todos sus músculos le responden. De un salto se pone de pie, y encuentra que es un hombre activo. Jesús no le había dado seguridad alguna de ayuda divina. El hombre podría haberse detenido a dudar, y haber perdido su única oportunidad de sanar. Pero creyó la palabra de Cristo, y al obrar de acuerdo con ella recibió fuerza” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 178-179).

Más tarde, Jesús se encontró con el hombre en el Templo y le dijo: “Mira que has sido sanado. No peques más, para que no te venga algo peor” (Juan 5:14). ¿Cuál es la relación entre la enfermedad y el pecado? ¿Por qué debemos entender que no todas las enfermedades son el resultado directo de pecados específicos?

Comentarios Elena G.W

El paralítico de Betesda… no había usado sus miembros por treinta y ocho años. Con todo, el Señor le dijo: “¡Levántate, alza tu camilla, y anda!” El paralítico podría haber dicho: “Señor, si me sanares primero, obedeceré tu palabra”. Pero no; aceptó la palabra de Cristo, creyó que estaba sano e hizo el esfuerzo en seguida; quiso andar y anduvo. Confió en la palabra de Cristo, y Dios le dio el poder. Así fue sanado.

Tú también eres pecador. No puedes expiar tus pecados pasados, no puedes cambiar tu corazón y hacerte santo. Mas Dios promete hacer todo esto por ti mediante Cristo. Crees en esa promesa. Confiesas tus pecados y te entregas a Dios. Quieres servirle. Tan ciertamente como haces esto, Dios cumplirá su palabra contigo. Si crees la promesa, si crees que estás perdonado y limpiado, Dios suple el hecho; estás sano, tal como Cristo dio potencia al paralítico para andar cuando el hombre creyó que había sido sanado. Así es si lo crees.

No aguardes hasta sentir que estás sano, mas di: “Lo creo; así es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido” (El camino a Cristo, pp. 50, 51).

Cristo le preguntó [al paralítico]: “¿Quieres ser sano?” Juan 5:6. ¡Qué pregunta! Por ese motivo estaba allí; pero Cristo quería suscitar en el corazón de ese hombre la expresión del deseo de ser sanado. Y cuando Cristo le mandó que se levantara, tomara su lecho y caminase, hizo exactamente lo que Cristo le indicó que hiciera… No se detuvo a argumentar, sino que hizo exactamente lo que se le ordenó. Tomó su lecho y caminó, y fue sanado a partir de ese momento.

Esta es la fe que necesitamos. Pero si tú te detienes a explicar cada cosa y a razonar cada punto, morirás en tus pecados, porque nunca estarás satisfecho (Fe y obras, p. 68).

Al curar las enfermedades, Cristo decía muchas veces a los enfermos: “No peques más, porque no te venga alguna cosa peor”. Juan 5:14. Así les enseñaba que habían atraído su dolencia sobre sí al transgredir las leyes de Dios, y que la salud no puede conservarse sino por medio de la obediencia.

El médico debe enseñar a sus pacientes que han de cooperar con Dios en la obra de restauración. El médico echa cada vez más de ver que la enfermedad resulta del pecado. Sabe que las leyes de la naturaleza son tan ciertamente divinas como los preceptos del Decálogo, y que solo por la obediencia a ellas puede recuperarse o conservarse la salud. Él ve que muchos sufren los resultados de sus hábitos perjudiciales cuando podrían recobrar la salud si hiciesen lo que está a su alcance para su restablecimiento. Es necesario enseñarles que todo hábito que destruye las energías físicas, mentales o espirituales, es pecado, y que la salud se consigue por la obediencia a las leyes que Dios estableció para bien del género humano (El ministerio de curación, pp. 76, 77).

Elena G.W

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