Martes 12 de noviembre – EL TESTIMONIO INVOLUNTARIO DE PILATO – BIENAVENTURADOS LOS QUE CREEN

BIENAVENTURADOS LOS QUE CREEN “Jesús le dijo: ‘Porque me has visto, Tomás, creíste. ¡Dichosos los que no vieron y creyeron!’…

 Martes 12 de noviembre – EL TESTIMONIO INVOLUNTARIO DE PILATO – BIENAVENTURADOS LOS QUE CREEN

BIENAVENTURADOS LOS QUE CREEN

“Jesús le dijo: ‘Porque me has visto, Tomás, creíste. ¡Dichosos los que no vieron y creyeron!’ ” (Juan 20:29).

Martes: 12 de noviembre

EL TESTIMONIO INVOLUNTARIO DE PILATO

Juan registra una y otra vez los intentos de los líderes religiosos de apresar a Jesús, llevarlo a juicio y sentenciarlo a muerte. Un tema característico del Evangelio de Juan, expuesto a menudo por Jesús, es que aún no había llegado su tiempo, o su hora; es decir, el momento de su crucifixión (Juan 2:4; 7:6, 8, 30; 12:7, 23, 27; 13:1; 17:1).

Ahora había llegado la hora. Jesús fue arrestado en el huerto de Getsemaní, llevado ante Anás, luego ante el sumo sacerdote Caifás y dos veces ante Pilato.

Juan ha llamado a muchos testigos de todas las clases sociales para que den testimonio de que Jesús era el Cristo. Ahora Juan llama a Pilato, el gobernador que juzgó a Jesús. Este fue un testimonio importante porque Pilato era romano, gobernador y juez; la mayoría de los otros testigos eran judíos y plebeyos.

¿Cómo se relaciona el veredicto de Pilato con el tema del Evangelio de Juan? Juan 18:38; 19:4-22.

 

Juan 18:38

38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

 

Juan 19:4-22

Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. 10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? 11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene. 12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: Si a este sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. 13 Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14 Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! 15 Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. 17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19 Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

Jesús fue llevado ante Pilato el viernes de mañana, temprano (Juan 18:28). El plan de los conspiradores era enviar rápidamente al prisionero a la cruz. Pero el comportamiento de Jesús llamó la atención de Pilato. El gobernador interrogó atentamente a Jesús y escuchó de sus labios: “ ‘Yo para esto he nacido, para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz’ ” (Juan 18:37).

Aunque el gobernador condenó finalmente a Jesús a muerte, proclamó tres veces su inocencia (Juan 18:38; 19:4, 6). Y sobre la cruz escribió las palabras: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos” (Juan 19:19), completando su testimonio acerca de quién era Jesús. Sin embargo, a pesar de su testimonio en favor de la inocencia de Cristo, lo condenó a muerte.

Pilato tenía ante sí a la Verdad misma. Sin embargo, dejó que la turba lo intimidara y condenó a muerte a Jesús. ¡Qué trágico ejemplo de lo que significa no seguir los dictados de la conciencia acerca de lo que es correcto!

¿Qué podemos aprender del ejemplo de Pilato sobre los peligros de permitir que el sentimiento popular y la presión grupal nos impidan hacer lo que creemos correcto?

Comentarios Elena G.W

Desde un principio se convenció Pilato de que Jesús no era un hombre como los demás. Lo consideraba un personaje de excelente carácter y de todo punto inocente de las acusaciones que se le imputaban. Los ángeles testigos de la escena observaban el convencimiento del gobernador romano, y para disuadirle de la horrible acción de entregar a Cristo para que lo crucificaran, fue enviado un ángel a la mujer de Pilato, para que le dijera en sueños que era el Hijo de Dios a quien estaba juzgando su esposo y que sufría inocentemente. Ella envió en seguida un recado a Pilato refiriéndole que había tenido un sueño muy penoso respecto a Jesús, y aconsejándole que no hiciese nada contra aquel santo varón. El mensajero, abriéndose apresuradamente paso por entre la multitud, entregó la carta en las propias manos de Pilato. Al leerla, este tembló, palideció y resolvió no hacer nada por su parte para condenar a muerte a Cristo. Si los judíos querían la sangre de Jesús, él no prestaría su influencia para ello, sino que se esforzaría por libertarlo (Primeros escritos, pp. 172, 173).

«Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomando agua se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: veréislo vosotros». Con temor y condenándose a sí mismo, Pilato miró al Salvador. En el vasto mar de rostros vueltos hacia arriba, el suyo era el único apacible. En derredor de su cabeza parecía resplandecer una suave luz. Pilato dijo en su corazón: Es un Dios. Volviéndose a la multitud, declaró: Limpio estoy de su sangre, tomadle y crucificadle. Pero notad, sacerdotes y príncipes, que yo lo declaro justo. Y Aquel a quien él llama su Padre os juzgue a vosotros y no a mí por la obra de este día. Luego dijo a Jesús: Perdóname por este acto; no puedo salvarte. Y cuando le hubo hecho azotar otra vez, le entregó para ser crucificado (El Deseado de todas las gentes, p. 687).

Pilato escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y latín y la colocó sobre la cruz, más arriba que la cabeza de Jesús. Decía: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos»…

Los sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato que cambiase la inscripción. Dijeron: «No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos». Pero Pilato estaba airado consigo mismo por su debilidad anterior y despreciaba cabalmente a los celosos y arteros sacerdotes y príncipes. Respondió fríamente: «Lo que he escrito, he escrito».

Un poder superior a Pilato y a los judíos había dirigido la colocación de esa inscripción sobre la cabeza de Jesús. En la providencia de Dios, tenía que incitar a reflexionar e investigar las Escrituras. El lugar donde Cristo fue crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Miles de personas de todos los países estaban entonces en Jerusalén, y la inscripción que declaraba Mesías a Jesús de Nazaret iba a llegar a su conocimiento. Era una verdad viva transcrita por una mano que Dios había guiado (El Deseado de todas las gentes, pp. 694, 695).

Elena G.W

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