Martes 14 de noviembre – HEREDAR LA VIDA ETERNA – MISIÓN EN FAVOR DEL PRÓJIMO

MISIÓN EN FAVOR DEL PRÓJIMO “Él respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,…

 Martes 14 de noviembre – HEREDAR LA VIDA ETERNA – MISIÓN EN FAVOR DEL PRÓJIMO

MISIÓN EN FAVOR DEL PRÓJIMO

“Él respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo’ ” (Luc. 10:27).

Martes: 14 de noviembre

HEREDAR LA VIDA ETERNA

Lee Lucas 10:27 y 28. ¿Cuál fue la respuesta del doctor de la Ley a su propia pregunta?

 

Lucas 10:27-28

27 Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

El maestro de la Ley había hecho la pregunta, y él mismo dio la respuesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón […] y a tu prójimo como a ti mismo” (Luc. 10:27).

¿Cuál fue la respuesta de Jesús? “Has respondido bien” (Luc. 10:28). Jesús lo desafió a hacer algo al respecto, diciéndole: “Haz eso, y vivirás” (Luc. 10:28).

Para la mayoría de los creyentes, dar las respuestas correctas relacionadas con la doctrina y la fe no es tan difícil. El desafío consiste en hacer lo que sabemos que es correcto y seguir lo que creemos. Hay muchos que, aunque saben lo suficiente para ser salvos, se perderán porque no obedecieron lo que conocían. Así de serio es este asunto. El solo hecho de saber acerca de amar a Dios y a nuestro prójimo no es suficiente. ¡Tenemos que ponerlo en práctica!

Lee Santiago 2:17 al 22. ¿Qué paralelismo encuentras entre estos versículos y lo que Jesús le dijo al intérprete de la Ley?

 

Santiago 2:17-22

17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

Si amamos a Dios, leeremos su Palabra, oraremos, guardaremos sus mandamientos y seremos obedientes a su voz “con todo nuestro corazón”. Si digo que amo a los demás, pero no me preocupo por ellos en la iglesia, o si ignoro las necesidades de los demás cuando puedo ayudar, ¿de qué sirve mi fe? El cristianismo no es únicamente un conjunto de creencias distintivas; es una forma de vida.

“Si un hermano o hermana están sin ropa y carecen del sustento diario, y alguno de ustedes les dice: ‘Vayan en paz, caliéntense y sáciense’, y no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Sant. 2:15, 16).

¿Cuánto te preocupas por el bienestar de los demás? ¿En qué medida sigues las palabras de Pablo: “No mirando cada uno solo a lo suyo propio, sino también a lo de los otros” (Fil. 2:4)? Por la gracia de Dios, ¿cómo puedes aprender a preocuparte más por los demás?

Comentarios Elena G.W

El doctor de la ley no estaba satisfecho con la posición y las obras de los fariseos. Había estado estudiando las Escrituras con el deseo de conocer su verdadero significado. Tenía interés vital en el asunto, y preguntó sinceramente: «¿Haciendo qué cosa?» En su contestación referente a los requisitos de la ley, él pasó por alto todo el cúmulo de preceptos ceremoniales y rituales. A estos no les atribuyó ningún valor, pero presentó los dos grandes principios de los cuales depende toda la ley y los profetas. La alabanza que hizo el Salvador de esta respuesta colocó a Cristo en una situación ventajosa con respecto a los rabinos. No podían condenarlo por sancionar lo que había sido presentado por un expositor de la ley…

Cristo sabía que nadie podía obedecer la ley por su propia fuerza. Él quería inducir al doctor a una investigación más clara y más crítica, de manera que pudiera hallar la verdad. Únicamente aceptando la virtud y la gracia de Cristo podemos guardar la ley. La creencia en la propiciación por el pecado habilita al hombre caído a amar a Dios con todo el corazón, y a su prójimo como a sí mismo.

El doctor sabía que no había guardado ni los primeros cuatro ni los últimos seis mandamientos. Fue convencido por las escrutadoras palabras de Cristo, pero en vez de confesar su pecado, trató de excusarlo. En vez de reconocer la verdad, trató de mostrar cuán difícil era cumplir los mandamientos. Así esperaba rechazar la convicción y defenderse ante los ojos del pueblo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 311, 312).

En todas sus lecciones, Cristo buscó impresionar en las mentes y los corazones de sus oyentes los principios que subyacen a la gran norma de justicia. Les enseñó que si guardaban los mandamientos de Dios, el amor por Dios y por sus prójimos se manifestaría en su vida diaria. Buscó inculcar en sus corazones el amor que sentía por la humanidad. De esta forma sembró las semillas de la verdad, cuyos frutos producirán una rica cosecha de santidad y belleza de carácter. La santa influencia no solo se seguirá extendiendo mientras el tiempo dure, sino que sus resultados se sentirán por toda la eternidad. Santificará las acciones y tendrá una influencia purificadora donde quiera que exista (Reflejemos a Jesús, p. 53).

Cualquier descuido del deber hacia los necesitados y los afligidos es un descuido del deber hacia Cristo en la persona de sus santos.

Cuando los casos de todos pasen en revista ante Dios, no se formulará la pregunta: ¿Qué profesaron?, sino, ¿qué hicieron? ¿Han sido hacedores de la Palabra? ¿Han vivido egoístamente, o han practicado obras de benevolencia, actos de bondad y amor, dando preferencia a otros antes que a ustedes mismos, y negándose para poder bendecir a otros? Si el registro muestra que esta ha sido su vida, que sus caracteres se han distinguido por la ternura, la abnegación y la benevolencia, recibirán la bendita certeza y bendición de Cristo: «Bien hecho» (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 575).

Elena G.W

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