Lee Juan 1:9 al 13. ¿Qué dura realidad describe aquí Juan acerca de cómo responde la gente a Jesús?
Juan 1:9-13
9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
El prólogo, Juan 1:1 al 18, describe no solo quién es Jesucristo, el Verbo (logos), sino también cómo se relacionaba con él la gente del mundo. En Juan 1:9, se le llama la Luz verdadera, que ilumina a toda persona que viene al mundo. Esa luz ilumina el mundo, haciéndolo comprensible. Como dice C. S. Lewis: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el Sol, no solo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás” (“Is Theology Poetry? [¿Es la teología poesía?]” [Samizdat University Press, 2014], p. 15; publicado originalmente en 1944).
Además, observa las implicaciones de lo que dice Juan 1:9. La Luz llega a todos, pero no todos acogen la Luz. Como veremos en el estudio de mañana, un tema importante en el Evangelio de Juan es cómo la gente recibe o rechaza a Jesús. Ese tema comienza aquí. La triste letanía es que el Mesías vino a su propio pueblo, el pueblo de Israel, y muchos no lo recibieron como Mesías.
En Romanos 9 al 11, Pablo trata el mismo trágico tema, el de muchos judíos que rechazaron a Jesús. Pero Pablo no termina con una nota negativa, sino diciendo que muchos judíos, junto con los gentiles, aceptarán a Jesús como su Mesías. De hecho, advierte a los gentiles que no se jacten contra los judíos: “Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra natura fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?” (Rom. 11:24).
De manera similar, Juan dice que todos los que reciban a Jesús como su Salvador se convertirán en hijos de Dios. Esto sucede al creer en su nombre (ver Juan 1:12, 13).
He aquí la conexión entre el prólogo y la conclusión del Evangelio. En Juan 20:31, el apóstol presenta por qué escribió: “para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él”. Así, la introducción y la conclusión forman una especie de unidad, conceptos relacionados que encierran todo lo que ocurre entre ellos. Este vínculo apunta al objetivo global del Evangelio de Juan: que la gente se salve creyendo en Jesucristo como su Salvador.
¿Cómo ha cambiado tu vida al convertirte en hijo o hija de Dios?