Martes 17 de diciembre – “CONSUMADO ESTÁ” – LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN “Entonces Pilato le dijo: ‘¿Luego, tú eres rey?’ Respondió Jesús:…

 Martes 17 de diciembre – “CONSUMADO ESTÁ” – LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

LA HORA DE LA GLORIA: LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN

“Entonces Pilato le dijo: ‘¿Luego, tú eres rey?’ Respondió Jesús: ‘Tú lo has dicho. Yo soy rey. Yo para esto he nacido, para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz’ ” (Juan 18:37).

Martes: 17 de diciembre

“CONSUMADO ESTÁ”

Como muestra Juan 19:17 al 22, Pilato dispuso una inscripción en latín, griego y hebreo que decía: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos” (Juan 19:19). Los líderes religiosos querían que fuera modificada. Pilato se negó, y la inscripción permaneció, como testigo mudo de la verdad acerca de Jesús y como uno de los indicadores de que Jesús está entronizado en la Cruz como Rey. Aquí estaba Jesús, verdaderamente su Rey, el Rey de los judíos, pendiendo de una cruz como un vulgar criminal.

“Un poder superior a Pilato y a los judíos había dirigido la colocación de esa inscripción sobre la cabeza de Jesús. En la providencia de Dios, tenía que incitar a la reflexión e investigación de las Escrituras” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 695).

Lee Juan 19:25 al 27. ¿Qué escena conmovedora relacionada con la madre de Jesús ocurrió en la cruz?

 

Juan 19:25-27

25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Entre los que estaban al pie de la cruz aquel día se encontraban Juan, el discípulo amado, junto con María, la madre de Jesús, y otros. Muchos años antes, Simeón había predicho esta misma experiencia cuando José y María llevaron a Jesús al Templo para consagrarlo (comparar con Luc. 2:34, 35). Ahora, en sus últimos momentos, Jesús habla a su madre. “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y a Juan le dice: “Ahí tienes a tu madre” (Juan 19:26, 27).

Lee Juan 19:28 al 30. ¿Qué significado tienen las últimas palabras de Jesús: “Consumado es”?

 

Juan 19:28-30

28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.

El verbo griego teleō (terminar, completar, llevar a cabo) en el versículo 28 (“todo quedaba terminado”) es el mismo que se utiliza en el versículo 30 (“¡Consumado está!”). Además, una palabra relacionada con ese verbo, teleioō (terminar, hacer perfecto) también aparece en el versículo 28 con referencia al cumplimiento de la Escritura (“en cumplimiento de la Escritura”). Por horrible que fuera la escena, todo se estaba cumpliendo, realizando, completando.

Cuando Jesús dice: ¡Consumado está!”, se ecuentra completando, cumpliendo, la obra que el Padre le encomendó.

“Consumado está”. ¿Qué significa eso para cada uno de nosotros? ¿Qué fue lo que concluyó y cómo se aplica eso a nuestra vida?

Comentarios Elena G.W

Allí estaba la madre de Jesús con el corazón transido de una angustia como nadie que no sea una madre amorosa puede sentir; sin embargo, también esperaba, lo mismo que los discípulos, que Cristo obrase algún estupendo milagro para librarse de sus verdugos. No podía soportar el pensamiento de que él consintiese en ser crucificado. Pero, después de hechos los preparativos, fue extendido Jesús sobre la cruz. Trajeron los clavos y el martillo. Desmayó el corazón de los discípulos. La madre de Jesús quedó postrada por insufrible agonía. Antes de que el Salvador fuese clavado en la cruz, los discípulos la apartaron de aquel lugar, para que no oyese el chirrido de los clavos al atravesar los huesos y la carne de los delicados pies y manos de Cristo, quien no murmuraba, sino que gemía agonizante. Su rostro estaba pálido y gruesas gotas de sudor le bañaban la frente. Satanás se regocijaba del sufrimiento que afligía al Hijo de Dios, y sin embargo, recelaba que hubiesen sido vanos sus esfuerzos para estorbar el plan de salvación, y que iba a perder su dominio y quedar finalmente anonadado él mismo (Primeros escritos, pp. 175, 176).

Los ojos de Jesús se pasearon sobre la multitud que se había reunido para contemplar su muerte, y vio a los pies de la cruz a Juan que sostenía a María, su madre. Ella había regresado al lugar donde se desarrollaba esa terrible escena, pues era incapaz de permanecer por más tiempo alejada de su Hijo. La última lección que el Señor dio se refirió al amor filial. Contempló el rostro dolorido de su madre y en seguida miró a Juan; y dijo, dirigiéndose a ella: «Mujer, he ahí tu hijo» y a continuación dijo al discípulo: «He ahí tu madre». Juan 19:26, 27. Juan comprendió perfectamente las palabras de Jesús, y el sagrado cometido que se le había confiado. Inmediatamente alejó a la madre de Cristo de la terrible escena del Calvario. Desde ese momento la cuidó como si fuera un hijo solícito, y la llevó a su propia casa. El perfecto ejemplo de amor filial dado por Cristo resplandece sin haber perdido su fulgor en medio de las penumbras del pasado. Mientras soportaba aguda tortura, no se olvidó de su madre (La historia de la redención, p. 232).

En silencio la gente contempló el final de esa impresionante escena… De repente la oscuridad se apartó de la cruz, y con tonos claros, como de trompeta, que parecían proyectar sus ecos por toda la creación, Jesús exclamó: «¡Consumado es!» «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Lucas 23:46. Un halo luminoso circundó la cruz, y el rostro de Salvador brilló con una gloria semejante a la del sol. Entonces inclinó la cabeza sobre el pecho y murió…

Jesús no depuso su vida hasta haber cumplido la obra que había venido a hacer… Hubo gozo en el cielo porque los hijos de Adán, de allí en adelante, y gracias a una vida de obediencia, podrían ser llevados finalmente a la presencia de Dios. Satanás file derrotado y sabía que su reino estaba perdido (La historia de la redención, pp. 234, 235).

Elena G.W

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