- La Iglesia En Estudio
- No Comment
Martes 18 de abril – TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA

TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA
“ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!’ ” (Apoc. 14:12).
Martes: 18 de Abril
VIVIR ENFOCADOS EN DIOS
En la era del consumismo, cuando los valores seculares han hecho del yo el centro, el llamado del Cielo es a apartarse de la tiranía del egocentrismo y de la esclavitud de la importancia desmedida del yo, y colocar a Dios en el centro de nuestra vida. Para algunos, el dinero es el centro de su vida. Para otros, es el placer o el poder. Para otros, pueden ser los deportes, la música o el entretenimiento. El mensaje de Apocalipsis es un llamado claro a temer, respetar y honrar a Dios como el verdadero centro de la vida.
Lee Mateo 6:33; Colosenses 3:1 y 2; y Hebreos 12:1 y 2. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca de hacer de Dios el verdadero centro de nuestra vida?
Mateo 6:33
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Colosenses 3:1-2
1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Hebreos 12:1-2
1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
El tema central en el conflicto final de la Tierra es la batalla por la mente. En realidad es la batalla por la lealtad, la autoridad y el compromiso con la voluntad de Dios.
La batalla final en el gran conflicto entre el bien y el mal es por el control de nuestros pensamientos. El apóstol Pablo nos da esta amonestación: “Haya en ustedes esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2:5, RVA-2015). La mente es la ciudadela de nuestro ser, es el manantial de nuestras acciones. La palabra “haya” significa permitan o elijan. Habla de un acto volitivo, de la voluntad. La elección de tener la mente de Cristo es la decisión de permitir que Jesús moldee nuestro pensamiento, llenando nuestra mente con las cosas de la Eternidad. Nuestro accionar revela dónde está nuestro proceso de pensamiento. Temer a Dios es hacer que él sea lo primero en nuestra vida.
Piensa en lo fácil que es, en cierto sentido, controlar tus pensamientos; al menos cuando eres consciente de que necesitas controlarlos. Comúnmente el problema es que, a menos que hagamos un esfuerzo consciente para espaciarnos en las cosas correctas –las “cosas de arriba, no en las de la Tierra”–, nuestra mente, caída y pecaminosa, naturalmente tenderá hacia las cosas bajas, las cosas del mundo. Por lo tanto, necesitamos elegir deliberadamente espaciarnos en las cosas celestiales, como dijo Pablo, utilizando el don sagrado del libre albedrío.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, piensen en eso” (Fil. 4:8). ¿Cómo aprendemos a hacer lo que Pablo nos dice aquí?
Comentarios Elena G.W
Se me ha instruido que cada creyente debe velar en oración, para que no fracase en la ‘batalla de la vida cristiana. Cada alma debiera buscar diariamente al Señor con un ferviente propósito de mañana, de tarde y de noche, para que la mente se espacie en la Palabra de Dios, con el fin de comprender sus requerimientos.
El asunto más importante consiste en servir al Señor con corazón indiviso, y tratar de ser, con el corazón y la mente, propiedad del Señor. Todos los que acudan al Salvador en procura de consejo recibirán la ayuda que necesitan, si vienen humildemente, y se aferran con firmeza de esta promesa: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá». Mateo 7:7
Levante las normas, mi hermano, comenzando con una entrega completa, y continuando con la sencilla obediencia a todos los mandamientos del Señor, de acuerdo con sus directivas especiales. No se debe descuidar ninguna de las cosas importantes especificadas en su Palabra (Cada día con Dios, p. 126).
Usted debiera controlar sus pensamientos. Esto no será fácil; no lo puede realizar sin severo y serio esfuerzo. Sin embargo, eso es lo que Dios requiere de usted; es el deber que descansa sobre todo ser responsable. Usted es responsable ante Dios por sus pensamientos. Si fomenta ideas vanas y permite que su mente se espacie en temas impuros, en cierta medida es tan culpable ante Dios como si llevara a la práctica sus pensamientos. Todo lo que impide la acción es la falta de una oportunidad. Los sueños de día y de noche y la construcción de castillos en el aire son hábitos malos y excesivamente peligrosos.
Cuando se han arraigado, es casi imposible quebrar esos hábitos y dirigir los pensamientos a temas puros, santos y elevados. Usted tendrá que transformarse en una fiel centinela de sus ojos, oídos y de todos sus sentidos, si desea controlar su mente y evitar que los pensamientos vanos y corruptos manchen su alma. Solo el poder de la gracia puede cumplir esta muy deseable obra (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 496, 497).
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios… Salmo 46:10.
Los cristianos debieran… cultivar amor por la meditación, y atesorar el espíritu de devoción. Muchos parecieran tener repugnancia por los momentos dedicados a la meditación, como si la investigación de las Escrituras, y la oración, fueran tiempo perdido. Yo quisiera que todos vosotros vierais estas cosas en la luz en que Dios quiere que las veáis, porque entonces haríais del reino de los cielos lo más importante. El mantener el corazón en el cielo dará vigor a todas vuestras facultades, y pondrá vida en todos vuestros deberes…
Cuando la mente está así saturada, el creyente en Cristo será capaz de sacar cosas buenas del tesoro del corazón (Sons and Daughters of God, p. 109; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 111).