Martes 22 de agosto – “DESPIERTA, TÚ QUE DUERMES” – ANDEN COMO SABIOS

ANDEN COMO SABIOS “Miren con cuidado cómo andan, no como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los…

 Martes 22 de agosto – “DESPIERTA, TÚ QUE DUERMES” – ANDEN COMO SABIOS

ANDEN COMO SABIOS

“Miren con cuidado cómo andan, no como necios, sino como sabios. Aprovechen bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor” (Efe. 5:15-17).

Martes: 22 de agosto

“DESPIERTA, TÚ QUE DUERMES”

Lee Efesios 5:11 al 14. ¿Qué poderosa advertencia da Pablo aquí, y cómo se aplica esto a nuestra situación actual?

 

Efesios 5:11-14

11 Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas; 12 porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto. 13 Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo. 14 Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo.

Para entender Efesios 5:11 al 14, es útil observar que repetidamente Pablo ofrece dos exhortaciones, alternando entre ellas: (1) vivir un estilo de vida que honre a Dios como “hijos de luz” (Efe. 5:8; ver también Efe. 5:1, 2, 4, 9, 10, 11, 13, 14); (2) no vivir un estilo de vida sexualmente inmoral, opuesto a Dios, exhibiendo las “obras infructuosas de las tinieblas” (Efe. 5:11; ver también Efe. 5:3, 4, 5–8, 12).

Podemos extraer las exhortaciones paralelas en Efesios 5:8 al 10 para entender Efesios 5:11. Los creyentes deben vivir ante los incrédulos como “luz en el Señor” e “hijos de luz” (Efe. 5:8). El objetivo es que se vea, para dejar en claro que “el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Efe. 5:9). Por lo tanto, Pablo fomenta una estrategia de mostrar la bondad de Dios. Los creyentes deben exponer las obras infructuosas de las tinieblas al exhibir la alternativa correcta, para que todos la vean.

Mientras tanto, podemos tomar el lenguaje poético y provocador de los versículos 13 al 14 como la audaz afirmación de Pablo de que los creyentes, al exhibir “el fruto de la luz” (Efe 5:9), pueden ganar a los mundanos a la fe en Cristo: “Todas las cosas se manifiestan cuando son denunciadas por la luz; porque la luz es lo que manifiesta todo” (Efe 5:13, 14). Cuando la luz expone la vida decadente, los mundanos pueden ver su comportamiento tal cual es (“se manifiesta”), sin futuro y vinculado a la ira (Efe. 5:5, 6), y experimentar una transformación de las tinieblas a la luz (“pues todo lo que se hace visible es luz”, NBLA); la misma transformación que los lectores de Pablo en Éfeso han vivido como creyentes (Efe. 5:8).

¿Qué vamos a hacer con el poema, o himno, de Efesios 5:14, que utiliza un lenguaje ligado a la resurrección de los muertos en el tiempo del fin (comparar con Efe. 2:1, 5) con el propósito de emitir un toque de clarín para despertar del letargo espiritual y experimentar la presencia transformadora de Cristo? Dado que Isaías 60:1 al 3 (que Pablo parece reflejar) está dirigido al pueblo de Dios, Israel, podemos ver el himno/poema de Efesios 5:14b como un llamado poderoso a los creyentes cristianos para que despierten a su papel como misioneros al reflejar la luz de Cristo en un mundo en tinieblas (comparar con Fil. 2:14–16; Mat. 5:16).

¿Cómo vives el estilo de vida que puede exponer las obras de las tinieblas tal como son?

Comentarios Elena G.W

Muchos se engañan con respecto a su verdadera condición ante Dios. Se felicitan por los actos reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia. «Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente… redimiendo el tiempo, porque los días son malos». Efesios 5:14-16 (El conflicto de los siglos, pp. 586, 587).

la inmoralidad de toda clase y medida procura obtener el dominio, obrando contra las manifestaciones del poder del Espíritu Santo. Lo más vulgar de la conversación, y las ideas bajas y pervertidas se entretejen con la trama del carácter, y contaminan el alma.

Las partidas de placer bajas y comunes, las reuniones para comer y beber, los cantos y la música de instrumentos, son inspirados por un espíritu de abajo. Son una ofrenda a Satanás… Porque en estas complacencias la mente se embota como al beber licor. Se abre la puerta para las compañías vulgares. Los pensamientos, sueltos por un canal vil, no tardan en pervertir todas las facultades del ser… Todas estas cosas tienen su efecto sobre el carácter (Consejos para los maestros, p. 353).

Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter, la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en lo interior. Bebemos del amor de Cristo, así como la rama obtiene su alimento de la vid. Si estamos injertados en Cristo, si fibra tras fibra hemos sido unidos con la Vid viviente, daremos evidencias de ese hecho dando ricos racimos de fruto viviente. Si estamos conectados con la Luz, seremos conductos de luz y reflejaremos la luz al mundo en nuestras palabras y obras. Los que son verdaderamente cristianos están unidos con la cadena de amor que une a la tierra con el cielo, que une al hombre finito con el Dios infinito. La luz que brilla en el rostro de Jesús brilla en el corazón de sus seguidores para la gloria de Dios (Mensajes selectos, t. l, pp. 395, 396).

Elena G.W

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