Lee Juan 1:12 y 13. ¿Qué pasos se describen aquí para llegar a ser cristiano?
Juan 1:12-13
12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan escribió su Evangelio para que creyéramos en Jesús y para que, creyendo, tuviéramos vida eterna en su nombre (Juan 20:31). En Juan 1:12 y 13, este proceso se describe en dos pasos. Primero, lo recibimos, es decir, creemos en él. En segundo lugar, él nos da autoridad o poder para convertirnos en hijos de Dios, lo que en el versículo 13 se describe como el hecho de ser engendrados por Dios. Por lo tanto, hay un aspecto humano y uno divino en la conversión del cristiano. Debemos creer, recibirlo y estar dispuestos a recibir la luz, pero él es quien regenera el corazón.
De hecho, la fe misma es un don de Dios que resulta de oír su Palabra (Rom. 10:17). “Para tener una fe verdadera y permanente en Cristo, debemos conocerlo tal como está representado en la Palabra” (Elena G. de White, Fundamentals of Christian Education, p. 433). “El Espíritu que opera en la mente humana y la ilumina crea fe en Dios” (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 915).
Quienes creen y aceptan al Hijo como el Mesías reciben la vida eterna. Juan también hace hincapié en aceptar o creer la Palabra que Jesús pronunció (Juan 5:24, 38, 47). La función del Espíritu Santo es producir convicción (Juan 16:7, 8; comparar con Rom. 8:16).
Lee Romanos 8:16. ¿Qué principio se expresa aquí acerca de la salvación en Jesús?
Romanos 8:16
16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
La fe, la fe bíblica, basada en la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones, es el fundamento de nuestra fe. “La fe es […] la gran bendición: el ojo que ve, el oído que oye” (Elena G. de White, En los lugares celestiales, p. 106). El enfoque humanista de la fe afirma que debemos encontrar un fundamento para la fe, y luego creer. Por el contrario, el enfoque bíblico afirma que la fe es el fundamento, un don de Dios (Efe. 2:8; 1 Cor. 1:17-24; 2:1-6). Empezamos con el fundamento, que es la fe, y a partir de allí crecemos en comprensión y gracia.
Si alguien te preguntara en qué se basa tu fe, ¿qué responderías?