Martes 8 de octubre – LA CURACIÓN DEL CIEGO: PARTE 1 – SIGNOS DE DIVINIDAD

SIGNOS DE DIVINIDAD “Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.…

 Martes 8 de octubre – LA CURACIÓN DEL CIEGO: PARTE 1 – SIGNOS DE DIVINIDAD

SIGNOS DE DIVINIDAD

“Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?’ ” (Juan 11:25, 26).

Martes: 8 de octubre

LA CURACIÓN DEL CIEGO: PARTE 1

Lee Juan 9:1 al 16. ¿Cuál era, según los discípulos, la causa de la ceguera de este hombre? ¿Cómo corrigió Jesús esas ideas erróneas?

 

Juan 9:1-16

1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿No es este el que se sentaba y mendigaba? Unos decían: Él es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy. 10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? 11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. 12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No sé. 13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. 15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. 16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.

Los discípulos relacionaron la enfermedad con el pecado. Varios pasajes del Antiguo Testamento apuntan en esa dirección (comparar con Éxo. 20:5; 2 Rey. 5:15-27; 2 Rey. 15:5; 2 Crón. 26:16-21), pero la historia de Job debería haber sido suficiente para demostrar que tal conexión no es siempre el caso.

Jesús aclara el asunto, sin negar que exista a veces cierta relación de causa y efecto entre el pecado y el sufrimiento, pero en este caso señalando un propósito más elevado: que Dios sería glorificado por la curación. El relato contiene ciertas afinidades con la historia de la Creación, cuando Dios formó al primer hombre del polvo de la tierra (Gén. 2:7), del mismo modo que Jesús hace barro para suplir al ciego de lo que carecía al nacer.

En Mateo, Marcos y Lucas, los relatos de milagros siguen un patrón común: la descripción del problema, la presentación de la persona a Jesús, la curación y el reconocimiento de la curación con alabanzas a Dios.

En el relato de Juan 9, esta secuencia se completa en Juan 9:7. Pero, como es típico en Juan, el significado del milagro se convierte en un tema de discusión mucho más amplio, que conduce a una larga interacción entre el hombre curado y los líderes religiosos. Esta sorprendente discusión gira en torno a dos pares de conceptos entrelazados y contrapuestos: pecado/obras de Dios y ceguera/visión.

El narrador informa al lector recién en Juan 9:14 que Jesús hizo este milagro en sábado, lo que según la tradición, no la Biblia, significaba violar el cuarto Mandamiento. Por lo tanto, los fariseos lo consideraron un transgresor del sábado. La conclusión de ellos fue que él no venía de Dios, pues sostenían que “no guardaba el sábado”. Pero a otros les parecía preocupante que un pecador pudiera hacer tales señales (Juan 9:16).

La discusión está lejos de terminar, pero ya aparece una división. El ciego tiene cada vez más claro quién es Jesús, pero los dirigentes religiosos están cada vez más confundidos o ciegos en cuanto a su verdadera identidad.

¿Qué debería decirnos esta historia acerca del peligro de estar tan cegados por nuestras propias creencias y tradiciones que pasemos por alto verdades importantes y evidentes?

Comentarios Elena G.W

Job fue terriblemente afligido, y sus amigos procuraron hacerle reconocer que su sufrimiento era el resultado del pecado, e hicieron que él se sintiera bajo condenación. Presentaron el caso de él como el de un gran pecador; pero el Señor los reprendió por la forma en que juzgaban a su fiel siervo.

Hay maldad en nuestro mundo, pero no todo el sufriendo es el resultado de una conducta pervertida. Se nos presenta a Job claramente como un hombre a quien el Señor permitió que Satanás afligiera. El enemigo lo despojó de todo lo que poseía; se rompieron sus vínculos familiares; perdió a sus hijos. Durante un tiempo el cuerpo se le cubrió de llagas repugnantes, y sufrió muchísimo. Sus amigos vinieron para consolarlo, pero trataron de convencerlo de que era responsable de sus aflicciones por su proceder pecaminoso. Sin embargo, él se defendió y negó la acusación declarando: «Consoladores molestos sois todos vosotros». Al intentar hacerlo culpable delante de Dios y merecedor de su castigo, lo sometieron a una penosa prueba y describieron erróneamente el carácter de Dios. Con todo, Job no se apartó de su lealtad, y Dios recompensó a su fiel siervo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1158).

Cristo vino a revelar al mundo el conocimiento del carácter de Dios… La verdad de Dios había estado oculta bajo una montaña de tradición y error. Las ofrendas de sacrificio que se habían ordenado para instruir a los hombres acerca de la expiación vicaria de Cristo, a fin de enseñarles que sin el derramamiento de sangre no hay remisión de pecado, se habían convertido para ellos en una piedra de tropiezo.

Todo lo que era espiritual y santo estaba distorsionado en su entendimiento oscurecido. Estaban cegados por el orgullo y los prejuicios, de modo que no podían ver el propósito de lo que había sido abolido. Jesús vino a cambiar el orden de cosas que entonces existía, y a revelarles el carácter del Padre (The Review and Herald, 10 de noviembre, 1892, párrafo 12).

No pocas veces las mentes de los siervos de Dios están tan cegadas por la tradición y las falsas enseñanzas que solo comprenden parcialmente las cosas reveladas en su Palabra. Los discípulos de Cristo, incluso cuando el Salvador estaba con ellos, tenían la concepción popular del Mesías como un príncipe temporal que exaltaría a Israel como un imperio universal. No podían entender sus palabras que predecían su sufrimiento y muerte…

Después de su resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos en el camino a Emaús y «les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían». Su propósito era afianzar la fe de ellos en «la palabra profética más segura» (Lucas 24:27; 2 Pedro 1:19), no solo por su testimonio personal, sino por las profecías del Antiguo Testamento. Y como primer paso para impartir este conocimiento, Jesús dirigió a los discípulos a «Moisés y a todos los profetas» de las Escrituras del Antiguo Testamento (From Here to Forever, pp. 215, 217).

Elena G.W

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