Una tormenta cargó contra un barco lleno de pasajeros, entre los que se encontraba un ilustre hombre de Dios.
—¡¡¡Señores, hemos chocado contra una roca y nos vamos a hundir!!! —anunció el capitán—. Sugiero que oremos fuertemente a Dios, para que nos libre de morir ahogados.
Al instante, todos se pusieron de rodillas a orar en cadena; todos, menos aquel hombre religioso al que admiraban. Él, sencillamente, permaneció sentado, sin hacer ni decir nada.
—El barco se está hundiendo y usted, al que tanto admiramos por su dependencia de Dios, ¿se queda ahí sentado y tan tranquilo? —le reclamaron los demás pasajeros—. ¿Cuándo piensa venir aquí con nosotros y dirigirnos en oración, para que Dios intervenga y no muramos hoy?
El hombre respondió:
—El miedo no es el mejor motivo para orar. Si ahora me pusiera a orar desesperadamente porque el miedo me invade, demostraría no haber entendido nada en todos estos años de relación con Dios. Desde esta silla, ya le he dicho en oración todo lo que tengo que decirle: “Señor, estamos en tus manos”.
Dicen que el barco no se hundió y que todos regresaron a sus casas con un conocimiento más profundo de Dios. Conocimiento que todas necesitamos, y que se adquiere precisamente cuando llevamos una vida diaria de oración. Y es que si solo oro cuando tengo un problema… tengo un problema.
Decía Oswald Chambers: “Nosotros oramos cuando no hay nada que podamos hacer, pero Dios quiere que oremos antes de todo lo que hagamos”.
¿Por qué? Porque es ese estilo de vida de oración diaria el que nos permite llegar a nuestras grandes crisis sin miedo, habiendo desarrollado tal confianza en Dios que, llegado el momento temido, nos lleve a decir, como dijo Jesús en su momento de angustia previo a su muerte: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mat. 26:39). Porque estamos en sus manos.
La oración no es un flotador salvavidas, es el mismo mar por el que navega la embarcación de la vida cristiana. Es un hábito diario, una necesidad diaria, un privilegio diario; es esencial para la vida espiritual.
“Oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tes. 5:16-18, NVI).