Milos Tomic estaba de vacaciones en Italia con su esposa. Paseaban por la preciosa Florencia cuando se les acercó un hombre que vendía recuerdos en la calle.
—Comprémosle algo —sugirió la esposa.
—¿¡Qué!? —respondió él, abrumado por la cantidad de vendedores ambulantes que había y queriendo llegar a ver la estatua de David antes de que cerrara el museo.
—Quiero comprarle algo a este señor —insistió ella.
—¡¿A ver, qué quieres?! —preguntó él, mientras sacaba la billetera sin hacer esfuerzo por disimular el enojo en su voz.
—No sé —le contestó ella—, algo, lo que sea.
Milos no era capaz de superar el hecho de que aquel hombre le estaba haciendo perder el tiempo y… por lo visto, también el dinero.
Pero, de pronto, la mirada de él se cruzó con la del hombre. En su rostro no vio el deseo de quitarle a nadie su dinero, sino el deseo de ser apreciado y valorado.
Recordó un momento de su vida en que a él le había pasado lo mismo: en pleno proceso migratorio para poder ser ciudadano estadounidense, se había topado con las miradas ceñudas, desconfiadas y severas de los agentes de inmigración.
Solo que esta vez, la mirada ceñuda, desconfiada y severa era la suya propia, contra la que se topaba alguien que simplemente se estaba ganando la vida. Avergonzado, decidió comprar varios recuerdos.
Continuando su camino, Milos le preguntó a su esposa:
—¿Por qué no le dimos algo de dinero y punto? ¡No hacía falta comprarle nada!
—Porque la caridad debe practicarse con dignidad —dijo su esposa.23
La caridad y todo lo demás, digo yo. La dignidad del otro es una realidad que, como un filtro, deberíamos aplicar siempre a la persona que tenemos delante; sea quien sea.
“La caridad es un deber, pero la elección de la forma, es un derecho”, dijo la escritora Concepción Arenal. Y estoy de acuerdo. Es un deber para la mujer cristiana, porque la Biblia es clara y enfática al respecto, en el Antiguo Testamento (Deut. 15:8; Isa. 58) y en el Nuevo también (Mat. 5:42, 6:1-4; Luc. 11:41).
La forma es de libre elección, pero cuanto más se asemeje a la de Jesús, mejor. La forma de Jesús es esta: “Al ver a la gente, sintió compasión de ellos” (Mat. 9:36). Compasión basada en la dignidad.
“El que se apiada del pobre presta al Señor, y él lo recompensará por su buena obra” (Prov. 19:17, NBL).
23 Guía de estudio de la Biblia El universitario (Doral, Florida: IADPA, 2019), junio-septiembre, 17 de agosto.