No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vúelveme el gozo de tu salvación, y el espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Salmos 51:11-13.
¡Qué oración fantástica! Cuán evidente es que en el hogar los pecadores no deben ser tratados con indiferencia, porque el Señor les tiene simpatía debido a que pagó por ellos el precio de su propia sangre. Si en el seno del hogar hay alguien que no se ha convertido, debería ser objeto de las mejores atenciones por parte de los que conocen al Señor. Esta obra hay que realizarla con sabiduría para lograr el objetivo. En la medida en que el temor y el amor a Dios motive a los padres para salvar a los suyos, con toda seguridad el Señor bendecirá sus esfuerzos. Jesús está aguardando para concedernos dicha gracia.RP 138.2
¡Oh, que la obra pueda comenzar en el corazón! “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”. Salmos 51:16, 17. Entonces, que cada integrante de la familia entienda bien que la obra debe comenzar por el corazón. Por la obra creadora y el poder regenerador del Espíritu Santo, el corazón debe ser subyugado y sentir contrición. ¿Trabajarán con menos celo y amor que antes si ahora los padres conocen la todopoderosa ayuda de este agente divino?RP 138.3
La promesa del Señor es: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Ezequiel 36:25-27.RP 138.4
Cuando el Espíritu del Señor actúe en el corazón de los padres, sus oraciones y lágrimas llegarán hasta Dios. Como respuesta a sus suplicas sinceras, recibirán gracia y sabiduría celestial que les permitirá obrar en favor de sus hijos no convertidos. Cuando el Espíritu se manifieste en el hogar, el efecto se sentirá en la iglesia. Entonces, los que son misioneros en el seno de la familia también llegarán a ser agentes de Dios en la iglesia y en el mundo. De este modo, las instituciones que Dios estableció estarán dotadas de un molde enteramente diferente.—The Review and Herald, 14 de marzo de 1893.