Tal día como hoy, 14 de mayo, hace dos años, me encontraba con COVID. Llevaba días encerrada en casa, sola, sintiéndome mal cuando, ese sábado, recibí la llamada de mi jefe, el presidente de IADPA, el pastor Saúl Ortiz.
El GPS lo había traído bien hasta mi vecindario, pero al ver que había seguridad a la entrada, se comunicó conmigo para saber qué hacer. Minutos después, él y su esposa estaban a la entrada de mi casa, dejándome en la puerta una compra que ellos dos personalmente habían hecho para mí.
Pude ver en su sonrisa el entusiasmo de hacer el bien a otro. También pude ver que habían hecho planes durante la semana para ir personalmente a todas y cada una de las casas de las compañeras que nos encontrábamos por aquel entonces enfermas de COVID.
Nunca se me hubiera ocurrido pensar que el presidente de la institución en persona apareciera en la puerta de mi casa con las manos llenas.
Al hacerme sentir tan valorada, no solo subió mi moral en un instante, sino que se encendió una antorcha en mi interior. Comencé a pensar: ¿Cuántas veces he dejado yo de hacer el bien a alguien simplemente porque no se me ocurrió pensar en la posibilidad de hacerlo?
¿Cuán abierta o cerrada está mi mente a buscar dónde, cuándo y a quién le hace falta una mirada, un toque, un afecto, una sonrisa, una compra, una visita, una ayuda económica, un acto tangible, un pedazo de pan?
Este es el propósito mismo de la vida cristiana, como magistralmente lo resumió Cristo en una frase: “Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16).
Lo que se requiere de nosotros, los cristianos, es simple, puro y eficaz: que hagamos el bien a otros para la gloria de Dios. Y “hay más oportunidades de hacer el bien de las que imaginamos. Si no abundamos en buenas obras, lo más probable no es que sea por falta de oportunidades sino por falta de visión y deseo”.70
Pido a Dios esta mañana que nos dé, a ti y a mí, esa visión y ese deseo cada día, para gloria de él.
“Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mateo 5:16).
70 Matt Perman, What’s best next (Grand Rapids, Míchigan: Zondervan, 2016), p. 75.