Miércoles 1 de marzo – “GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA” “Y les dijo: ‘¡Cuidado! Guárdense de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en…

 Miércoles 1 de marzo – “GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“Y les dijo: ‘¡Cuidado! Guárdense de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee’ ” (Luc. 12:15).

Miércoles: 1º de Marzo

ANANÍAS Y SAFIRA

Era una época emocionante para ser miembro de la iglesia. Después del gran derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, los apóstoles predicaban el evangelio con poder y miles se unían a la iglesia. “Después de haber orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con valentía la palabra de Dios. La multitud de los que habían creído era de un corazón y un pensamiento. Y ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hech. 4:31, 32).

Qué privilegio tuvieron Ananías y Safira de formar parte de la iglesia primitiva, verla crecer y ver la manifestación del Espíritu Santo de una manera tan marcada. “Ningún necesitado había entre ellos, porque todos los que poseían heredades, o casas, las vendían y traían el precio de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y era repartido a cada uno según su necesidad” (Hech. 4:34, 35).

En este escenario, Ananías y Safira, obviamente impresionados por lo que estaba sucediendo, quisieron ser parte de ello y decidieron vender una propiedad y contribuir con las ganancias a la iglesia. Hasta aquí, todo bien…

Lee Hechos 5:1 al 11. ¿Qué crees que fue peor, retener parte del dinero o mentir al respecto? ¿Por qué un castigo tan duro?

Al principio, parecían sinceros en su deseo de dar para la obra. Sin embargo, “más tarde, Ananías y Safira agraviaron al Espíritu Santo cediendo a sentimientos de codicia.

Empezaron a lamentar su promesa, y pronto perdieron la dulce influencia de la bendición que había encendido sus corazones con el deseo de hacer grandes cosas en favor de la causa de Cristo” (HAp 60). En otras palabras, aunque habían comenzado con la mejor de las motivaciones, su codicia finalmente hizo que mostraran una fachada y pretendieran ser lo que en realidad no eran.

“Y vino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas” (Hech. 5:11). Después de este incidente, la gente seguramente tuvo más cuidado al devolver su diezmo. Pero este triste relato no se incluyó en la Biblia como una advertencia sobre la fidelidad en el diezmo. ¿Qué nos enseña? ¿A dónde puede conducirnos la codicia?

Comentarios Elena G.W

Debemos dar a Dios todo el corazón, o no se realizará el cambio que se ha de implementar en nosotros, por el cual hemos de ser transformados conforme a la semejanza divina. Por naturaleza estamos enemistados con Dios. El Espíritu Santo describe nuestra condición en palabras como estas: “Muertos en las transgresiones y los pecados”, ( Efesios 2:1 ), “la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido”, “no queda ya en él cosa sana ”. Isaías 1:5, 6 . Nos sujetan firmemente los lazos de Satanás, “por el cual” hemos “sido apresados, para hacer su voluntad”. 2 Timoteo 2:26 . Dios quiere sanarnos y libertarnos. Pero como esto exige una transformación completa y la renovación de toda nuestra naturaleza, debemos entregarnos a él completamente. La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás se haya reñido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios… [Dios] nos presenta la gloriosa altura a la cual quiere elevarnos mediante su gracia. Nos invita a entregarnos a él para que pueda cumplir su voluntad en nosotros. A nosotros nos toca decidir si queremos ser libres de la esclavitud del pecado para compartir la libertad gloriosa de los hijos de Dios ( El camino a Cristo , pp. 43, 44). Dependía completamente de Dios. Si obráis de otro modo, conviene que os detengáis. Deteneos donde estáis, y cambiad el orden de las cosas… Clamad a Dios con sinceridad, con hambre en el alma. Luchad con los instrumentos celestiales hasta que obtengáis la victoria. Poned todo vuestro ser en las manos del Señor, alma, cuerpo y espíritu, y resolviste convertiros en su instrumento amante y consagrado, impulsado por su voluntad, dominado por su mente, saturado de su Espíritu… Entonces veréis claramente las cosas celestiales. Si permitiéramos que nuestros mentes se espacian más en Cristo y el mundo celestial, encontraríamos un poderoso estímulo y apoyo al pelear las batallas del Señor. El orgullo y el amor al mundo perderán su poder cuando contemplamos las glorias de esa tierra mejor que tan pronto será nuestro hogar. Comparadas con la hermosura de Cristo todas las atracciones terrenales parecerán de poco valor ( Mente, carácter y personalidad , t. 1, pp. 89, 69). La benevolencia constante y abnegada es el remedio de Dios para los pecados ulcerosos del egoísmo y la codicia. Dios ha dispuesto que la benevolencia sistemática sostenga su causa y alivie las necesidades de los sufrientes y menesterosos. Ha ordenado que la dadivosidad se convierta en un hábito que puede contrarrestar el pecado peligroso y engañoso de la codicia. Dar continuamente la muerte a la codicia. La benevolencia sistemática está concebida en el plan de Dios para arrancarle los tesoros al codicioso tan pronto como son ganados y consagrarlos al Señor, a quien le pertenecen… La práctica constante del plan de Dios de la benevolencia sistemática debilita la codicia y fortalece la benevolencia. Si las riquezas aumentan, los hombres, aun los que profesan piedad, colocan sus corazones en ellas; y cuanto más tienen, menos dan a la tesorería del Señor. Así las riquezas hacen egoístas a los hombres y su acumulación alimenta la codicia; y estos machos se fortalecen mediante el ejercicio activo. Dios conoce nuestro peligro y nos ha protegido contra él con medios que previenen nuestra propia ruina ( Testimonios para la iglesia , t. 3, p. 601).

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