Miércoles 10 de julio – EL SECRETO DEL MINISTERIO DE JESÚS – UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS “Y les dijo: ‘Vengan en pos de mí y los haré pescadores de…

 Miércoles 10 de julio – EL SECRETO DEL MINISTERIO DE JESÚS – UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

“Y les dijo: ‘Vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres’ ” (Mar. 1:17).

Miércoles: 10 de julio

EL SECRETO DEL MINISTERIO DE JESÚS

Lee Marcos 1:35 al 39. ¿Qué importantes lecciones pueden ser extraídas de lo que Jesús hizo aquí?

Marcos 1:35-39

35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban; 37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. 38 Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. 39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

Jesús se levantó antes del amanecer y fue a un lugar desierto, tranquilo, para orar. Marcos 1:35 destaca la oración como el foco de la acción de Jesús. Todas las otras formas verbales que forman parte de esa declaración se encuentran en un formato resumido: se levantó, salió, se fue (todas expresadas mediante el tiempo verbal conocido en griego como aoristo, indicando así acción completada). Pero el verbo “orar” está conjugado en tiempo imperfecto, una forma usada para expresar, particularmente aquí, un proceso en curso. Él estaba orando, seguía orando. El texto destaca también cuán temprano se levantaba Jesús para orar, lo que implica que el tiempo que dedicaba a orar a solas era considerable.

A lo largo de los evangelios, se nos presenta a Jesús como una persona de oración (ver Mat. 14:23; Mar. 6:46; Juan 17). Este parece ser uno de los secretos del poder del ministerio de Jesús.

Lee Lucas 6:12. ¿Qué nos enseña esto acerca de la vida de oración de Jesús?

 

Lucas 6:12

12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Muchos cristianos han establecido momentos específicos para la oración. Esta práctica es correcta y provechosa, pero también puede volverse una rutina, algo que se hace casi sin pensar. Una manera de salir de un molde preestablecido es cambiar ocasionalmente el momento dedicado a orar u orar a veces durante más tiempo. El punto es no encerrarse a uno mismo en una especie de fórmula invariable.

Pedro y sus compañeros no fueron con Jesús al lugar de oración. Probablemente conocían el sitio, pues lo encontraron allí. Su observación de que todos estaban buscando a Jesús era una sugerencia de que extendiera la emocionante experiencia del día previo, y siguiera sanando y enseñando. Sorprendentemente, Jesús se niega a ello y señala hacia un campo de servicio más amplio en favor de otros lugares. Él les dijo: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Mar. 1:38).

Si Jesús mismo necesitó dedicar tanto tiempo a orar, ¿cuánto tiempo deberíamos nosotros pasar en oración? ¿Qué nos dice el ejemplo de Jesús acerca de ello?

Comentarios Elena G.W

¡Contemplad al Hijo de Dios postrado en oración ante su Padre! Aunque es el Hijo de Dios, fortalece su fe por la oración, y por la comunión con el cielo acumula en sí poder para resistir el mal y para ministrar las necesidades de los hombres. Como Hermano Mayor de nuestra especie, conoce las necesidades de aquellos que, rodeados de flaquezas y viviendo en un mundo de pecado y de tentación, desean todavía servir a Dios. Sabe que los mensajeros a quienes considera dignos de enviar son hombres débiles y expuestos a errar; pero a todos aquellos que se entregan enteramente a su servicio les promete ayuda divina. Su propio ejemplo es una garantía de que la súplica ferviente y perseverante a Dios con fe —la fe que induce a depender enteramente de Dios y a consagrarse sin reservas a su obra— podrá proporcionar a los hombres la ayuda del Espíritu Santo en la batalla contra el pecado.

Todo obrero que sigue el ejemplo de Cristo será preparado para recibir y usar el poder que Dios ha prometido a su iglesia para la maduración de la mies de la tierra. Mañana tras mañana, cuando los heraldos del evangelio se arrodillan delante del Señor y renuevan sus votos de consagración, él les concede la presencia de su Espíritu con su poder vivificante y santificador (Los hechos de los apóstoles, p. 46).

Todos los que están en la escuela de Dios necesitan de una hora tranquila para la meditación, a solas consigo mismos, con la naturaleza y con Dios. En ellos tiene que manifestarse una vida que en nada se armoniza con el mundo, sus costumbres o sus prácticas; necesitan, pues, experiencia personal para adquirir el conocimiento de la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros ha de oír la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios.

Él nos dice: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios». Salmo 46: 10. Esta es la preparación eficaz para toda labor para Dios. En medio de la presurosa muchedumbre y de las intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se verá envuelto en un ambiente de luz y paz. Recibirá nuevo caudal de fuerza física y mental. Su vida exhalará fragancia y dará prueba de un poder divino que alcanzará a los corazones de los hombres (El ministerio de curación, p. 37).

Temprano por la mañana, Pedro y sus compañeros vinieron a Jesús diciendo que ya le estaba buscando el pueblo de Capernaúm… Pero con sorpresa oyeron a Cristo decir estas palabras: «También a otras ciudades es necesario que anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto soy enviado».

En la agitación que dominaba en Capernaúm, había peligro de que se perdiese de vista el objeto de su misión. Jesús no se sentía satisfecho atrayendo la atención a sí mismo como taumaturgo o sanador de enfermedades físicas. Quería atraer a los hombres a sí como su Salvador. Y mientras la gente quería anhelosamente creer que había venido como rey, a fin de establecer un reino terrenal, él deseaba desviar su mente de lo terrenal a lo espiritual. El mero éxito mundanal estorbaría su obra (El Deseado de todas las gentes, pp. 225, 226).

Elena G.W

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