Miércoles 11 de diciembre – EL ESPÍRITU SANTO – EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi…

 Miércoles 11 de diciembre – EL ESPÍRITU SANTO – EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU

“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho” (Juan 14:26).

Miércoles: 11 de diciembre

EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo no es tan prominente en el Evangelio de Juan como el Padre y el Hijo. Sin embargo, su papel es crucial para el éxito de la misión de Jesús.

Lee Juan 1:10 al 13. ¿Qué nos enseña este texto acerca de la importancia del Espíritu Santo para la conversión?

 

Juan 1:10-13

10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

En el primer capítulo de Juan podemos ver cuán central es el papel del Espíritu Santo. Juan nos dice que todos los que recibieron la Palabra, es decir, quienes creyeron en él, se convirtieron en hijos de Dios, quienes “no nacieron en forma natural, por voluntad humana, ni por el deseo de un hombre, sino que nacieron de Dios” (Juan 1:13). Esto solo es posible gracias a la obra del Espíritu Santo.

¿Qué dicen los siguientes pasajes acerca de las actividades del Espíritu Santo? Juan 3:5-8; 6:63; 14:26; 15:26; 16:7-11.

 

Juan 3:5-8

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

 

Juan 6:63

63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

 

Juan 14:26

26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

 

Juan 15:26

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

 

Juan 16:7-11

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

“Al describir a sus discípulos la obra interior del Espíritu Santo, Jesús trató de inspirarlos con el gozo y la esperanza que alentaba su propio corazón. Se regocijaba por la ayuda abundante que había provisto para su iglesia. El Espíritu Santo era el más elevado de todos los dones que podía solicitar de su Padre para la exaltación de su pueblo. El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil. El poder del mal se había estado fortaleciendo durante siglos, y la sumisión de los hombres a este cautiverio satánico era asombrosa. El pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera Persona de la Deidad, quien iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 625).

Qué bendición es, entonces, recibir al Espíritu Santo, quien corrobora que Dios es verdadero (Juan 3:33). El Espíritu es quien convence de pecado, de justicia y de juicio (Juan 16:8-11). Por lo tanto, la clave para saber qué es correcto, verdadero y bueno es la sumisión de nuestra razón y de las experiencias de nuestra vida a la Palabra de Dios, mediante el poder del Espíritu Santo para persuadir y convencer de pecado.

Comentarios Elena G.W

El Espíritu Santo se da como agente regenerador, para hacer efectiva la salvación obrada por la muerte de nuestro Redentor. El Espíritu Santo está tratando constantemente de llamar la atención de los hombres a la gran ofrenda hecha en la cruz del Calvario, de exponer al mundo el amor de Dios, y abrir al alma arrepentida las cosas preciosas de las Escrituras.

Después de convencer de pecado, y de presentar ante la mente la norma de justicia, el Espíritu Santo quita los afectos de las cosas de esta tierra, y llena el alma con un deseo de santidad. «Él os guiará a toda verdad» (Juan 16: 13), declaró el Salvador. Si los hombres están dispuestos a ser amoldados, se efectuará la santificación de todo el ser. El Espíritu tomará las cosas de Dios y las imprimirá en el alma. Mediante su poder, el camino de la vida será hecho tan claro que nadie necesite errar (Los hechos de los apóstoles, p. 43).

El Espíritu Santo nos reconoce y nos guía a toda la verdad. Dios ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él crea no perezca, sino que tenga vida eterna. Cristo es el Salvador del pecador. La muerte de Cristo ha redimido al pecador. Esta es nuestra única esperanza. Si nos entregamos completamente, y practicamos las virtudes de Cristo, ganaremos el premio de la vida eterna.

«El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre». El que tiene fe constante en el Padre y en el Hijo, tiene también al Espíritu. El Espíritu Santo es suyo, y nunca se aparta de la verdad (Bible Training School, 10 de marzo, 1906).

Como testigo de Cristo, Juan no entró en controversias ni en fastidiosas disputas. Declaró lo que sabía, lo que había visto y oído. Estuvo asociado íntimamente con Cristo, oyó sus enseñanzas y fue testigo de sus poderosos milagros. Pocos pudieron ver las bellezas del carácter de Cristo como Juan las vio. Para él las tinieblas habían pasado; sobre él brillaba la luz verdadera. Su testimonio acerca de la vida y muerte del Señor era claro y eficaz. Hablaba con un corazón que rebosaba de amor hacia su Salvador; y ningún poder podía detener sus palabras.

«Lo que era desde el principio —declaró-—, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida… lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros: y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo»

Asimismo puede todo creyente estar capacitado, por medio de su propia experiencia, para afirmar «que Dios es verdadero». Juan 3:33. Puede testificar de lo que ha visto, oído y sentido del poder de Cristo (Los hechos de los apóstoles, pp. 443, 444).

Elena G.W

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