Miércoles 11 de octubre – EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN – LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos…

 Miércoles 11 de octubre – EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN – LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

“Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19).

Miércoles: 11 de octubre

EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN

A lo largo de la historia, Dios siempre ha contado con personas que representaron fielmente su carácter y, en obediencia, siguieron sus propósitos. El pueblo de Dios son quienes han sido llamados y que han aceptado su invitación a ser partícipes de su gracia. Todos ellos han sido, y continúan siendo, instrumentos de Dios para el cumplimiento de su misión.

Lee Génesis 12:1 al 3; y Deuteronomio 7:6, 11 y 12. ¿Cuál era el propósito original de Dios para su pueblo en el Antiguo Testamento?

 

Génesis 12:1-3

1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

 

Deuteronomio 7:6, 11-12

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.

11 Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. 12 Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres.

El pacto de Dios con Abraham y sus descendientes tenía un propósito específico. Fueron llamados, creados y comisionados para ser agentes de la misión de Dios: canales de bendiciones para las naciones (comparar con Deut. 28:10; Isa. 49:6). Sin embargo, fueron elegidos dentro de una relación de pacto con

Dios, basada en una condicionalidad implícita de fe y obediencia (Gén. 22:1618; Éxo. 19:5, 6; Deut. 28:1, 2; 2 Crón. 7:14). Este proceso de atraer a las naciones circundantes hacia Israel fue la “estrategia misionera” de Dios en el Antiguo Testamento.

En el Nuevo Testamento, la misión de Dios continúa. El Señor y Salvador resucitado lanza ahora una nueva “estrategia misionera” (ver Mat. 28:18-20; Hech. 1:8), en la que los discípulos de Cristo, que constituyen la iglesia, salen a la misión por todo el mundo, en lugar de que, como ocurría con el antiguo Israel, el mundo fuera a ellos. La misión no se originó con la iglesia. Al contrario, la iglesia existe porque Dios todavía tiene una misión que cumplir y está utilizando a su iglesia para llevarla a cabo.

Sin embargo, cabe una pregunta: ¿Cuál es la misión de la iglesia? Es la misma que la de aquel que llamó a la iglesia a la existencia: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Aunque ninguno de nosotros en la iglesia puede salvar a nadie, sí podemos y debemos llevar a otros al Único que puede salvar, y ese es Jesucristo.

“La misión de la iglesia de Cristo consiste en salvar a los pecadores que perecen. Consiste en darles a conocer el amor de Dios hacia los hombres y ganarlos para Cristo por la eficacia de ese amor” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 420). ¡Qué privilegio y qué tremenda responsabilidad!

La misión es para la iglesia lo que el aire es para nuestra vida. Sin aire, morimos. Sin misión, la iglesia muere. ¿Qué puedes hacer personalmente para sostener la vida de tu iglesia?

Comentarios Elena G.W

Dios había elegido a Israel. Lo había llamado para conservar entre los hombres el conocimiento de su ley, así como los símbolos y las profecías que señalaban al Salvador. Deseaba que fuese como fuente de salvación para el mundo. Como Abraham en la tierra donde peregrinó, José en Egipto y Daniel en la corte de Babilonia, había de ser el pueblo hebreo entre las naciones. Debía revelar a Dios ante los hombres.

En el llamamiento dirigido a Abraham, el Señor había dicho: «Bendecirte he… y serás bendición… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». Génesis 12:2, 3. La misma enseñanza fue repetida por los profetas (El Deseado de todas las gentes, p. 27).

«Vosotros sois la luz del mundo», declara Cristo. «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Mateo 5: 14, 16. En estos últimos días la obra de Dios en la tierra ha de reflejar la luz que trajo Cristo al mundo. Esta luz ha de disipar las densas tinieblas de los siglos. Hombres y mujeres que están en las tinieblas del paganismo deben ser alcanzados por quienes estaban antes en una condición similar de ignorancia, pero que recibieron el conocimiento de la verdad de la Palabra de Dios. Estas naciones paganas aceptarán ávidamente la instrucción que se les ha de dar en el conocimiento de Dios.

Muy preciosa es para Dios su obra en la tierra. Cristo y los ángeles celestiales están velando sobre ella en todo momento. A medida que nos acerquemos a la venida de Cristo, más obra misionera debemos hacer. El mensaje del poder renovador de la gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el mundo. Entre los que serán sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu, lengua y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios y del Cordero exclamando: «La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero». Apocalipsis 7: 10. Pero antes que esta obra sea realizada, debemos experimentar aquí en nuestro propio país la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones (Consejos para los maestros, pp. 517, 518).

Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito del Señor, se derramaría luz sobre todos los que moran en las tinieblas y en regiones de sombra de muerte. En vez de agruparse y rehuir la responsabilidad y el peso de la cruz, los miembros de la iglesia deberían dispersarse por todos los países para irradiar la luz de Cristo y trabajar como él por la salvación de las almas. Así este «evangelio del reino» sería pronto llevado a todo el mundo…

La cruz del Calvario debe levantarse en alto delante de la gente para que absorba sus espíritus y concentre sus pensamientos. Entonces todas las facultades espirituales se vivificarán con el poder divino que viene directamente de Dios. Se concentrarán entonces las energías en una actividad genuina por el Maestro. Los que obren enviarán al mundo rayos de luz, como agentes vivos que iluminen la tierra (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 38-40).

Elena G.W

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