Miércoles 12 de abril – EL EVANGELIO ETERNO

EL EVANGELIO ETERNO “Entonces vi otro ángel que volaba por el cielo con el evangelio eterno para predicarlo a los…

 Miércoles 12 de abril – EL EVANGELIO ETERNO

EL EVANGELIO ETERNO

“Entonces vi otro ángel que volaba por el cielo con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la Tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6).

Miércoles: 12 de Abril

ID POR TODO EL MUNDO

Vuelve a leer Apocalipsis 14:6. ¿Cuál es el alcance de la proclamación del evangelio eterno, y por qué la respuesta es importante para nosotros, la misión y el llamado como iglesia?

 

Apocalipsis 14:6

Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,

Según el mensaje urgente para el tiempo del fin del primero de estos tres ángeles, el “evangelio eterno” debe proclamarse a cada nación, tribu, lengua y pueblo. He aquí una misión tan grande, tan inmensa, tan abarcadora y tan completa que ocupa toda la atención. Exige nuestros mejores esfuerzos y requiere nuestro compromiso total. Nos saca de la preocupación por nuestro interés personal a la pasión por el servicio de Cristo. Nos inspira con algo más grande que nosotros mismos, y nos saca de los estrechos confines de nuestra mente a una visión más grande.

Lee Mateo 28:19 y 20. ¿Cómo encajan estos versículos con el mensaje del primer ángel?

 

Mateo 28:19-20

19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

En su libro A Quest for More: Living for Something Bigger Than You [En busca de más: Vivir para algo más grande que tú], Paul David Tripp analiza la necesidad psicológica de cada ser humano de ser parte de algo más grande que sí mismo: “Los seres humanos fueron creados para ser parte de algo más grande que su propia vida. El pecado hace que reduzcamos nuestra vida al tamaño de nuestra vida. La gracia que recibimos de Cristo es para rescatarnos de los confines claustrofóbicos de nuestro propio reinito centrado en nosotros mismos, y nos libera para vivir para los propósitos eternos y los deleites satisfactorios del Reino de Dios”.

No hay nada más inspirador, más satisfactorio, más gratificante que formar parte de un movimiento divino, providencialmente instaurado por Dios para llevar a cabo una tarea mucho más grande, mucho más amplia, que ningún ser humano podría lograr por sí mismo. La comisión que Dios nos da, descrita en Apocalipsis 14, es la tarea más grande jamás encomendada a su iglesia. Es un llamado ferviente a entregar nuestra vida a la tarea más grandiosa del Cielo para revelar el amor incomprensible de Dios justo antes del regreso de Jesús.

¿Cuál ha sido tu experiencia al formar parte de algo más grande que tú? Esa experiencia ¿cómo te ayuda a entender el argumento del estudio de hoy? Además, ¿qué podría ser más grande que el hecho de que el Creador del Cosmos te use para marcar una diferencia eterna en el Universo?

Comentarios Elena G.W

El pueblo judío había sido depositario de la verdad sagrada; pero el farisaísmo había hecho de él el más exclusivista, el más fanático de toda la familia humana. Todo lo que se refería a los sacerdotes y príncipes: sus atavíos, costumbres, ceremonias, tradiciones, los incapacitaba para ser la luz del mundo. Se miraban a sí mismos, la nación judía, como el mundo. Pero Cristo comisionó a sus discípulos para que proclamasen una fe y un culto que no encerrasen idea de casta ni de país, una fe que se adaptase a todos los pueblos, todas las naciones, todas las clases de hombres… Cristo ordenó a sus discípulos que empezasen en Jerusalén la obra que él había dejado en sus manos. Jerusalén había sido escenario de su asombrosa condescendencia hacia la familia humana. Allí había sufrido, había sido rechazado y condenado. La tierra de Judea era el lugar donde había nacido. Allí, vestido con el atavío de la humanidad, había andado con los hombres, y pocos habían discernido cuánto se había acercado el cielo a la tierra cuando Jesús estuvo entre ellos. En Jerusalén debía empezar la obra de los discípulos (El Deseado de todas las gentes, p. 759). Todos los que reciben el mensaje del evangelio en su corazón anhelarán proclamarlo. El amor de Cristo ha de expresarse. Aquellos que se han vestido de Cristo relatarán su experiencia, reproduciendo paso a paso la dirección del Espíritu Santo: su hambre y sed por el conocimiento de Dios y de Cristo Jesús, a quien él ha enviado; el resultado de escudriñar las Escrituras; sus oraciones, la agonía de su alma, y las palabras de Cristo a ellos dirigidas, «Tus pecados te son perdonados». No es natural que alguien mantenga secretas estas cosas, y aquellos que están llenos del amor de Cristo no lo harán. Su deseo de que otros reciban las mismas bendiciones estará en proporción con el grado en que el Señor los haya hecho depositarios de la verdad sagrada. Y a medida que hagan conocer los ricos tesoros de la gracia de Dios, les será impartida cada vez más la gracia de Cristo (Palabras de vida del gran Maestro, PP. 95, 96). El último acto de Cristo antes de abandonar la tierra fue comisionar a sus embajadores para que fueran al mundo con su verdad. Sus últimas palabras las dirigió a sus discípulos para impresionarlos con el pensamiento de que se les confiaba el mensaje del Cielo para el mundo… Si solo comprendiéramos cuán fervorosamente trabajó Jesús para sembrar el mundo con la semilla del evangelio, nosotros, que vivimos en el mismo fin del tiempo de gracia, trabajaríamos sin descanso para dar el pan de vida a las almas que perecen… Tenemos poco tiempo más para prepararnos para la eternidad… La luz que Dios nos ha dado como pueblo no se ha dado para que la guardemos solo entre nosotros. Hemos de actuar en armonía con la gran comisión dada a cada discípulo de Cristo, para llevar a todo el mundo la luz de la verdad (In Heavenly Places, p. 317; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 319).

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *