- diciembre 13, 2023
Miércoles 13 de diciembre – “DESPÍDELA” – MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: SEGUNDA PARTE
MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: SEGUNDA PARTE “Entonces Jesús respondió: ‘Mujer, ¡grande es tu fe! Sea hecho como…
MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: SEGUNDA PARTE
“Entonces Jesús respondió: ‘Mujer, ¡grande es tu fe! Sea hecho como quieres’. Y su hija quedó sana desde esa hora” (Mat. 15:28).
Miércoles: 13 de diciembre
“DESPÍDELA”
En los barrios no alcanzados de las ciudades, hay muchos que anhelan esperanza. En tiempos de Cristo, ¿qué impedía al pueblo de Dios llevar la esperanza del Mesías a ciudades extranjeras como Tiro y Sidón? El nacionalismo, el orgullo y los prejuicios cegaban al pueblo de Dios ante las oportunidades de ver a los más cercanos que anhelaban la esperanza predicha por las profecías del Primer Advenimiento. Hoy, en las ciudades, hay muchos grupos poblacionales con los que Jesucristo quiere que su pueblo comparta la “bendita esperanza” del Segundo Advenimiento (Tito 2:13). Y, así como a Jesús no le importó cuál era la nacionalidad o la raza de ellos, tampoco debería importarnos a nosotros.
Lee Hechos 10:9 al 16, 28, 34 y 35. ¿Cómo resumirías esta lección que nos enseña el Espíritu Santo?
Hechos 10:9-16, 28, 34-35
9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. 10 Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; 11 y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; 12 en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. 13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. 15 Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16 Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
28 Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo;
34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, 35 sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.
Mientras esperaba el almuerzo, Pedro tuvo una visión de un bufet en la azotea, con un mantel lleno de animales y aves inmundos. Tres veces se le indicó en esta visión que se levantara y comiera. Dios utilizó estas visiones para confrontar el orgullo religioso de Pedro y su intolerancia hacia los gentiles. Finalmente Pedro comprendió esta verdad: “Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: ‘En verdad veo que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, de cualquier nación que sea’ ” (Hech. 10:34, 35).
Con este trasfondo, reflexionemos sobre nuestra historia para sacar lecciones de Tiro y Sidón. Volvamos a observar a Jesús y su interacción con la madre. ¿Qué lecciones aprendieron los discípulos en este viaje de estudios, relacionadas también con la visión de Pedro? ¿Cómo podemos aplicarlas a nuestra vida de hoy y al llamado de Cristo a su misión del tiempo del fin en las ciudades? ¿Qué prejuicios nos impiden ver las necesidades de los urbanitas? ¿Qué oportunidades nos ha brindado Dios en las ciudades para ampliar nuestra comprensión de la misión y abordar exhaustivamente nuestro fanatismo, nacionalismo y orgullo espiritual?
Jesús tuvo paciencia para enseñar a sus discípulos, que aún no comprendían plenamente que el gran plan de salvación de Dios es para toda la familia humana, no solo para una nación o un grupo étnico determinado. El Espíritu Santo puede ayudarnos a superar nuestros prejuicios y favoritismos para llevar a cabo nuestra misión en las ciudades.
Lee Gálatas 2:11 al 13. ¿Qué debería enseñarnos esto sobre lo difícil que puede ser desprendernos de los prejuicios que nos han inculcado desde la infancia?
Comentarios Elena G.W
El Salvador manifestó compasión divina hacia la mujer sirofenicia. Su corazón fue conmovido al contemplar su aflicción. Anhelaba darle una seguridad inmediata de que su oración había sido escuchada; pero quería enseñar una lección a sus discípulos, y por un momento pareció desatender el clamor de su corazón torturado. Cuando la fe de la mujer se hubo manifestado, le dirigió palabras de encomio, y la envió con la preciosa bendición que había pedido. Los discípulos nunca olvidaron esta lección, y fue registrada para demostrar el resultado de la oración perseverante.
Fue Cristo mismo quien puso en el corazón de aquella madre la persistencia que no pudo ser rechazada. Fue Cristo el que concedió valor y determinación ante el juez a la viuda suplicante. Fue Cristo quien, siglos antes, en el conflicto misterioso desarrollado junto al Jaboc, había inspirado a Jacob la misma fe perseverante. Y no dejó sin recompensar la confianza que él mismo había implantado (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 138, 139).
Jesús conoce la carga del corazón de toda madre. Aquel cuya madre luchó con la pobreza y las privaciones simpatiza con toda madre apenada. El que hiciera un largo viaje para aliviar el corazón angustiado de una cananea, hará otro tanto por las madres de hoy. El que devolvió a la viuda de Naín su único hijo, y en su agonía de la cruz se acordó de su propia madre, se conmueve hoy por el pesar de las madres. Él las consolará y auxiliará en toda aflicción y necesidad…
En los niños allegados a él, veía el Salvador a hombres y mujeres que serían un día herederos de su gracia y súbditos de su reino, y algunos, mártires por su causa. Sabía que aquellos niños le escucharían y le aceptarían por Redentor con mejor voluntad que los adultos, muchos de los cuales eran sabios según el mundo, pero duros de corazón. Al enseñarles, se colocaba al nivel de ellos. El, la Majestad de los cielos, respondía a sus preguntas y simplificaba sus importantes lecciones para que las comprendiera su inteligencia infantil. Plantaba en la mente de ellos la semilla de la verdad, que años después brotaría y llevaría fruto para vida eterna (El ministerio de curación, p. 27).
Si no se lleva la oveja perdida de vuelta al aprisco, vaga hasta que perece, y muchas almas descienden a la ruina por falta de una mano que se extienda para salvarlas. Los que van errantes pueden parecer duros e indiferentes; pero si hubieran tenido las mismas ventajas que otros han tenido, habrían revelado mayor nobleza de alma, y mayor talento para la utilidad. Los ángeles se compadecen de ellos. Los ángeles lloran mientras los ojos humanos están secos y los corazones cerrados a la piedad.
¡Oh, la falta de simpatía profunda y enternecedora por los tentados y errantes! ¡Oh, más del espíritu de Cristo, y menos, mucho menos del yo! (Palabras de vida del gran Maestro, p. 150).