Miércoles 15 de mayo – LOS 2,300 DÍAS DE DANIEL 8:14 – MOTIVADOS POR LA ESPERANZA

MOTIVADOS POR LA ESPERANZA “En ese día se dirá: ‘¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y él nos salvará.…

 Miércoles 15 de mayo – LOS 2,300 DÍAS DE DANIEL 8:14 – MOTIVADOS POR LA ESPERANZA

MOTIVADOS POR LA ESPERANZA

“En ese día se dirá: ‘¡Este es nuestro Dios! Lo hemos esperado, y él nos salvará. Este es el Señor a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación’ ” (Isa. 25:9).

Miércoles: 15 de mayo

LOS 2,300 DÍAS DE DANIEL 8:14

William Miller observó que los acontecimientos predichos por los profetas se cumplieron con precisión: los cuatrocientos años de los descendientes de Abraham en Egipto, los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto, los setenta años del cautiverio de Israel y las setenta semanas determinadas para Israel en Daniel (Gén. 15:13; Núm. 14:34; Jer. 25:11; Dan. 9:24).

Lee Marcos 1:15; Gálatas 4:4; y Romanos 5:6. ¿Qué nos dicen estos versículos sobre el calendario de Dios para el Primer Advenimiento?

 

Marcos 1:15

15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

 

Gálatas 4:4

Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,

 

Romanos 5:6

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

A medida que Miller estudiaba las profecías comparando un pasaje con otro, llegó a la conclusión de que, si Dios tenía un calendario divino de principio a fin en la Biblia, también debía tener un calendario divino en cuanto a la segunda venida de nuestro Señor.

Lee Daniel 8:14. ¿Qué acontecimiento debía ocurrir al final de los 2.300 días?

 

Daniel 8:14

14 Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.

William Miller aceptó la creencia popular de que la “purificación del Santuario” era la purificación de la Tierra mediante el fuego. Estudió diligentemente las Escrituras para comprender un acontecimiento de tan abrumadora importancia. Descubrió la conexión entre Daniel 8 y 9. En Daniel 8, el ángel recibió instrucciones de “enseña[r] la visión a este hombre” (Dan. 8:16). Al final del capítulo, la única parte de toda la visión de Daniel 8 que quedaba sin explicar (ver Dan. 8:27) era la de los 2.300 días. Más adelante, el ángel regresó y le dijo a Daniel: “Ahora he venido para darte sabiduría y entendimiento” (Dan. 9:22; ver también Dan. 9:23, 25-27). Esto era para ayudarlo a entender los 2.300 días.

Sabemos esto porque, después de pedir a Daniel: “entiende, pues, la palabra, y entiende la visión” (Dan. 9:23), las primeras palabras del ángel fueron: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y tu santa ciudad” (Dan. 9:24). La palabra traducida “determinadas” significa literalmente “cortadas”. Setenta semanas, 490 años, han de ser cortadas. Pero ¿a partir de qué? De la visión de los 2.300 días, obviamente: la única parte de Daniel 8 que Daniel no entendió, y que el ángel vino ahora a explicarle.

Y, puesto que el punto de partida de las 70 semanas era “desde que salga la orden de restaurar y reedificar Jerusalén” (Dan. 9:25), Miller sabía que, si tenía esa fecha, podría conocer el comienzo de las 70 semanas y de la profecía de los 2.300 días.

Comentarios Elena G.W

Dios había hablado al mundo por medio de la naturaleza, las figuras, los símbolos, los patriarcas y los profetas. Las lecciones debían ser dadas a la humanidad en su propio lenguaje. El Mensajero del pacto debía hablar. Su voz debía oírse en su propio templo. Cristo debía venir para pronunciar palabras que pudiesen comprenderse clara y distintamente. Él, el Autor de la verdad, debía separar la verdad del tamo de las declaraciones humanas que habían anulado su efecto. Los principios del gobierno de Dios y el plan de redención debían ser definidos claramente. Las lecciones del Antiguo Testamento debían ser presentadas plenamente a los hombres…

El cumplimiento del tiempo había llegado (El Deseado de todas las gentes, pp. 25, 26).

«Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario». Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2,300 días proféticos, o años literales, se extendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al santuario de aquella economía. Miller aceptaba la creencia general de que durante la era cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por consiguiente que la purificación del santuario predicha en (Daniel 8:14) representaba la purificación de la tierra con fuego en el segundo advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si se podía encontrar el punto de partida de los 2,300 días, sería fácil fijar el tiempo del segundo advenimiento. Así quedaría revelado el tiempo de aquella gran consumación, «el tiempo en que concluiría el presente estado de cosas, con todo su orgullo y poder, su pompa y vanidad, su maldad y opresión, […] el tiempo en que la tierra dejaría de ser maldita, en que la muerte sería destruida y se daría el galardón a los siervos de Dios, a los profetas y santos, y a todos los que temen su nombre, el tiempo en que serían destruidos los que destruyen la tierra» (El conflicto de los siglos, p. 324).

[Ell principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 a.C. y su fin en el año 34 d.C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el término de los 2,300 días. Las setenta semanas —490 días— descontadas de los 2,300 días, quedaban 1,810 días. Concluidos los 490 días, quedaban aún por cumplirse los 1,810 días. Contando desde 34 d.C., los 1,810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente, los 2,300 días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético, según el testimonio del ángel de Dios, «el santuario» debía ser «purificado». De este modo la fecha de la purificación del santuario —la cual se creía casi universalmente que se verificaría en el segundo advenimiento de Cristo— quedó definitivamente establecida…

[En] 1818, llegó a tener la solemne convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su pueblo. «No necesito hablar —dice Miller— del gozo que llenó mi corazón ante tan embelesadora perspectiva, ni de los ardientes anhelos de mi alma para participar del júbilo de los redimidos… i0h! ¡cuán brillante y gloriosa aparecía la verdad! (El conflicto de los siglos, pp. 328, 329).

Elena G.W

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