Miércoles 19 de junio – LAS LLUVIAS TEMPRANA Y TARDÍA – LOS ACONTECIMIENTOS FINALES DE LA TIERRA

LOS ACONTECIMIENTOS FINALES DE LA TIERRA “Compra la verdad y no la vendas; adquiere sabiduría, disciplina e inteligencia” (Prov. 23:23).…

 Miércoles 19 de junio – LAS LLUVIAS TEMPRANA Y TARDÍA – LOS ACONTECIMIENTOS FINALES DE LA TIERRA

LOS ACONTECIMIENTOS FINALES DE LA TIERRA

“Compra la verdad y no la vendas; adquiere sabiduría, disciplina e inteligencia” (Prov. 23:23).

Miércoles: 19 de junio

LAS LLUVIAS TEMPRANA Y TARDÍA

Lee Joel 2:21 al 24; y Hechos 2:1 al 4 y 41 al 47. ¿Qué predicción se cumplió en el siglo I? ¿Qué impacto tuvo?

 

Joel 2:21-24

21 Tierra, no temas; alégrate y gózate, porque Jehová hará grandes cosas. 22 Animales del campo, no temáis; porque los pastos del desierto reverdecerán, porque los árboles llevarán su fruto, la higuera y la vid darán sus frutos. 23 Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. 24 Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite.

 

Hechos 2:1-4 y 41-47

1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. 42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. 43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. 44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

El derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés estimuló poderosamente a la iglesia cristiana. Tres mil personas se convirtieron en un día. El libro de Hechos registra milagro tras milagro de la gracia transformadora de Dios: “Muchos de los que habían oído la palabra creyeron. Su número llegó a unos cinco mil” (Hech. 4:4). Solo 120 creyentes se reunieron para orar, pero la oración produjo una diferencia espectacular. Rápidamente la iglesia añadió a miles de creyentes; incluso “gran cantidad de sacerdotes obedecía a la fe” (Hech. 6:7). Cuando los discípulos fueron ferozmente perseguidos en Jerusalén, “iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hech. 8:4). Se erigieron iglesias por toda Judea, Samaria y Galilea (ver Hech. 9:31). Tras su conversión, el apóstol Pablo proclamó a Cristo por todo el mundo mediterráneo. En Tesalónica, algunos judíos contrarios al evangelio hicieron esta asombrosa declaración: “ ‘Esos que han trastornado el mundo entero han venido también aquí’ ” (Hech. 17:6). Mediante el poder del Espíritu Santo, los discípulos alcanzaron el mundo entonces conocido en un tiempo relativamente corto. La predicción de Joel sobre la lluvia temprana se cumplió en Pentecostés, pero la lluvia tardía será derramada con mayor poder para preparar la cosecha final de la Tierra.

Lee Zacarías 4:6; 10:1; Oseas 6:3; y Santiago 5:7 y 8. Según estos versículos, ¿cómo terminará la obra de Dios en la Tierra?

 

Zacarías 4:6

Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

 

Zacarías 10:1

1 Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno.

 

Oseas 6:3

Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.

 

Santiago 5:7-8

Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.

Los términos lluvia “temprana” y “tardía” están tomados del ciclo de la cosecha en Israel. La lluvia temprana caía en el otoño, para germinar la semilla. La lluvia tardía caía en la primavera, para madurar la cosecha. Esto describe la obra del Espíritu Santo para la proclamación del evangelio. “Así como la ‘lluvia temprana’ fue dada en tiempo de la efusión del Espíritu Santo al principio del ministerio evangélico, para hacer crecer la preciosa semilla, así la ‘lluvia tardía’ será dada al final de dicho ministerio para hacer madurar la cosecha” (ibíd., pp. 669, 670).

Comentarios Elena G.W

Justamente antes de su ascensión les dio la comisión: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Mateo 28:19, 20.

De este modo, se otorgó a los discípulos una confianza preciosísima. Debían ser los ejecutores del testamento en el que Cristo había legado al mundo el tesoro de la vida eterna. Se dieron cuenta de la responsabilidad de su trabajo. Sabían que tenían en sus manos el pan de vida para un mundo hambriento, y fueron por todas partes predicando la Palabra. El amor de Cristo los apremiaba y no podían dejar de esparcir el Pan de vida a todos los necesitados (The Review and Herald, 7 de enero, 1902).

Los apóstoles hablaron impulsados por el Espíritu Santo; y sus palabras no podían ser contradichas porque las confirmaban extraordinarios milagros llevados a cabo gracias al derramamiento del Espíritu de Dios. Los discípulos mismos se asombraron de los resultados de esta manifestación, y de la rapidez y la abundancia de la cosecha de almas…

Los argumentos de los apóstoles por sí solos, aunque claros y convincentes, no habrían sido capaces de eliminar los prejuicios de los judíos que se habían opuesto a muchísima evidencia. Pero el Espíritu Santo introdujo esos argumentos con poder divino en sus corazones (La historia de la redención, pp. 255, 256).

Debiéramos orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces, nosotros lo necesitamos más hoy en día.

El descenso del Espíritu Santo sobre la iglesia es esperado como si se tratara de un asunto del futuro; pero es el privilegio de la iglesia tenerlo ahora mismo. Buscadlo, orad por él, creed en él. Debemos tenerlo, y el cielo está esperando concederlo.

La medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción a la medida de nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos para ello, y del uso que hagamos de la luz y el conocimiento que se nos dé.

No estamos suficientemente dispuestos a importunar al Señor con nuestras peticiones y pedirle el don del Espíritu Santo. El Señor quiere que lo importunemos con este asunto. Quiere que insistamos con nuestras peticiones ante el trono (Eventos de los últimos días, pp. 192, 193).

No necesitamos preocuparnos por la llegada de la lluvia tardía. Todo lo que debemos hacer es mantener limpio el recipiente y ponerlo hacia arriba, listo para recibir la lluvia celestial, y perseverar en oración: «Haz que la lluvia tardía llene mi vasija. Que la luz del ángel glorioso que se une con el tercer ángel brille en mí; dame una parte en la obra; déjame proclamar el mensaje; permíteme ser el colaborador de Jesucristo». Así, buscando a Dios, permítanme decirles que él está permanentemente preparándolos, dándoles su gracia (Alza tus ojos, 26 de septiembre, p. 281).

Elena G.W

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