- diciembre 25, 2024
Miércoles 25 de diciembre – TEOLOGÍA DESDE “ARRIBA” O DESDE “ABAJO” – EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA
EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA “Ustedes escudriñan las Escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna.…
EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA
“Ustedes escudriñan las Escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna. ¡Ellas testifican de mí!” (Juan 5:39).
Miércoles: 25 de diciembre
TEOLOGÍA DESDE “ARRIBA” O DESDE “ABAJO”
Lee Juan 4:46 al 54. ¿Qué problema llevó al funcionario a Jesús y cuál era la verdadera cuestión subyacente?
Juan 4:46-54
46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. 47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. 48 Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. 49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. 50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. 52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. 53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. 54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.
Este hombre vino a Jesús, la Luz del mundo, pero había tomado la decisión de creer solamente si Jesús sanaba a su hijo. Podríamos decir que la teología de este hombre era una “teología desde abajo”. La teología desde abajo establece reglas y normas para Dios y su Palabra. Las defectuosas, limitadas y subjetivas ideas humanas se convierten en la autoridad final acerca de cómo las personas interpretan la Palabra de Dios. ¡Qué trampa tan peligrosa!
Por el contrario, la teología “desde arriba” responde por fe, creyendo primero en Dios y en su Palabra (Juan 4:48; 4:48; 6:14, 15; 2 Tim. 3:16). Debemos creer las palabras de la Escritura si queremos creer las palabras de Jesús (Juan 5:46, 47). “Si ustedes permanecen en mi palabra, son realmente mis discípulos” (Juan 8:31). Si dudamos de la Palabra de Dios, su Palabra no puede permanecer en nosotros (Juan 5:38). Jesús dijo: “El que me rechaza y no recibe mis palabras tiene quien lo condene. La palabra que he hablado lo condenará en el día final; porque yo no hablé de mí mismo. El Padre que me envió, él me ordenó qué decir y qué enseñar” (Juan 12:48, 49). Escuchar la Palabra de Dios es algo más que una ingestión pasiva de información. Significa hacer la voluntad de Dios como respuesta activa al hecho de escucharla. “El que quiera hacer la voluntad de Dios conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17).
Esta dinámica de oír y poner en práctica la Palabra de Dios es una expresión de amor hacia él. “El que me ama guardará mi palabra. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y habitaremos en él” (Juan 14:23).
¿Cuál es la relación entre nuestro amor a Jesús y la obediencia? ¿Por qué cualquier tipo de obediencia que no es fruto del amor corre el peligro de ser legalismo?
Comentarios Elena G.W
El que bendijo al noble en Capernaúm siente hoy tantos deseos de bendecirnos a nosotros. Pero como el padre afligido, somos con frecuencia inducidos a buscar a Jesús por el deseo de algún beneficio terrenal; y hacemos depender nuestra confianza en su amor de que nos sea otorgado lo pedido. El Salvador anhela darnos una bendición mayor que la que solicitamos; y dilata la respuesta a nuestra petición a fin de poder mostrarnos el mal que hay en nuestro corazón y nuestra profunda necesidad de su gracia. Desea que renunciemos al egoísmo que nos induce a buscarle. Confesando nuestra impotencia y acerba necesidad, debemos confiarnos completamente a su amor.
El noble quería ver el cumplimiento de su oración antes de creer; pero tuvo que aceptar el aserto de Jesús de que su petición había sido oída, y el beneficio otorgado. También nosotros tenemos que aprender esta lección. Nuestra fe en Cristo no debe estribar en que veamos o sintamos que él nos oye. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza al corazón de Dios. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la recibimos y agradecerle de que la hemos recibido. Luego debemos atender nuestros deberes, seguros de que la bendición se realizará cuando más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas. Dios obrará por nosotros «mucho más abundantemente de lo que pedimos», «conforme a las riquezas de su gloria», y «por la operación de la potencia de su fortaleza». Efesios 3:20, 16; 1:19 (El Deseado de todas las gentes, p. 170).
Si tenemos el espíritu y el poder del mensaje del tercer ángel, debemos presentar juntos la ley y el evangelio, porque van juntos. Así como un poder terreno está incitando a los hijos a la desobediencia a anular la ley de Dios, y a pisotear la verdad de que Cristo es nuestra justicia, un poder de lo alto está obrando en los corazones de los que son leales, para que ensalcen la ley, y a Jesús como Salvador completo. A menos que el poder divino penetre en la experiencia del pueblo de Dios, las teorías e ideas erróneas aherrojarán las mentes; Cristo y su justicia se perderán de la experiencia de muchos, y su fe quedará sin poder ni vida…
El centro de nuestro mensaje no es solo los mandamientos de Dios, sino también la fe de Jesús. Una brillante luz resplandece sobre nuestra senda hoy día, y nos induce a aumentar nuestra fe en Jesús. Debemos recibir todo rayo de luz, y andar en él, a fin de que no constituya la causa de nuestra condenación en el juicio. Nuestros deberes y obligaciones se vuelven más importantes a medida que se aclara nuestra visión de la verdad. La luz pone de manifiesto y corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al aparecer ella, la vida y el carácter de los hombres debe cambiar de una manera correspondiente, para estar en armonía con ella. Los pecados que eran una vez pecados de ignorancia, debido a la ceguera de la mente, no pueden ya ser practicados sin culpa. Al recibir mayor luz, los hombres deben ser reformados, elevados y refinados por ella, o se volverán más perversos y obstinados que antes de llegarles la luz (Obreros evangélicos, pp. 169-171).