Miércoles 3 de julio – EL BAUTISMO DE JESÚS – EL COMIENZO DEL EVANGELIO

EL COMIENZO DEL EVANGELIO “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios.…

 Miércoles 3 de julio – EL BAUTISMO DE JESÚS – EL COMIENZO DEL EVANGELIO

EL COMIENZO DEL EVANGELIO

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, el reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse, y crean al evangelio!’ ” (Mar. 1:14, 15).

Miércoles: 3 de julio

EL BAUTISMO DE JESÚS

Lee Marcos 1:9 al 13. ¿Quién está presente en el bautismo de Jesús y qué sucede?

 

Marcos 1:9-13

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. 11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. 12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. 13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

Juan bautiza a Jesús en el río Jordán y, cuando asciende del agua, ve los cielos abiertos y al Espíritu Santo descender sobre él como una paloma. Escucha entonces la voz de Dios desde el Cielo: “Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco” (Mar. 1:11).

Estos eventos señalan la importancia del bautismo de Jesús. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están presentes y declaran juntos el inicio del ministerio de Jesús. La importancia de este evento encontrará su eco en la escena de la cruz registrada en Marcos 15. Muchos de los elementos de la narración reaparecerán en esa escena.

El Espíritu impulsó a Jesús al desierto (Mar. 1:12). La palabra griega original traducida como “impulsó” es ekballō, el término comúnmente usado en el Evangelio de Marcos para referirse a la expulsión de demonios. La presencia del Espíritu Santo aquí ilustra su poder en la vida de Jesús. El Señor ya está iniciando el viaje de su ministerio e inmediatamente se enfrenta a Satanás. El aspecto de la lucha en esta escena se muestra mediante la referencia a los cuarenta días de la tentación, a la presencia de animales salvajes y al servicio que los ángeles brindaron a Jesús.

Una característica inusual de la escena con la que comienza el Evangelio de Marcos es la presentación de Jesús como un personaje divino y humano a la vez. Como divino, él es el Cristo, el Mesías (Mar. 1:1) anunciado por un mensajero (Mar. 1:2, 3), alguien más poderoso que Juan (Mar. 1:7), el Hijo amado sobre quien el Espíritu desciende (Mar. 1:10, 11). Pero vemos lo siguiente acerca de su dimensión humana: es bautizado por Juan (no a la inversa, Mar. 1:9), es impulsado por el Espíritu (Mar. 1:12), es tentado por Satanás (Mar. 1:13), está con animales salvajes (Mar. 1:13) y es atendido por ángeles (Mar. 1:13).

¿Por qué estos contrastes? Esto apunta a la asombrosa realidad de Cristo, nuestro Señor y Salvador, nuestro Dios y, sin embargo, también un ser humano, nuestro Hermano y Ejemplo. ¿Podríamos abarcar completamente esta idea con nuestra mente? No es posible. Pero es algo que aceptamos por fe y nos maravillamos por lo que esta verdad nos revela acerca del amor de Dios hacia la humanidad.

¿Qué nos dice acerca del asombroso amor de Dios el hecho de que, aunque Jesús es Dios, estuvo dispuesto a asumir nuestra humanidad a fin de salvarnos?

Comentarios Elena G.W

Cuando Cristo, después de su bautismo, se arrodilló a la orilla del Jordán y los cielos se abrieron. Entonces el Espíritu descendió en la forma de una paloma que brillaba como el oro bruñido, y lo rodeó con su gloria, y se oyó la voz de Dios desde lo alto del cielo que proclamaba: “Tú eres mi Hijo amado en quien me complazco” (Mar.1:11, RVC). La oración de Jesús, en favor de la humanidad, abriólas puertas del cielo, y el Padre respondió, aceptando la petición en beneficio de la raza caída. Jesús oró como nuestro sustituto y fiador, y ahora la familia humana puede tener acceso al Padre por los méritos de su amado Hijo.

Nuestra tierra, debido a la transgresión, había sido cortada del continente celestial, y cesó la comunicación entre los seres humanos y el Creador; pero se abrió una vía de acceso para que pudiéramos regresar a la casa del Padre. Jesús es “el camino, la verdad y la vida”. Los portales del cielo fueron abiertos de par en par, y el fulgor del trono de Dios brilla en el corazón de aquellos que lo aman, aun cuando tengan que seguir morando en este mundo maldecido por el pecado. La luz que rodeó al divino Hijo de Dios brillará sobre el camino de todos los que sigan sus pasos. No hay motivo para el desánimo, las promesas de Dios son seguras y firmes (Mi vida hoy, p. 264).

La oración de Cristo pronunciada a orillas del Jordán incluye a cada uno de los que creerían en él. La promesa de que es acepto en el Amado es para usted. Aférrese de ella con una fe inconmovible. Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Mateo 3:17. Esto significa que Cristo ha abierto un camino a través de la sombra oscura que Satanás ha arrojado sobre su senda, por el cual usted puede llegar al trono del Dios infinito. Él se ha asido de una fuerza todopoderosa y usted ha sido aceptado en el Amado (Exaltad a Jesús, p. 103).

Cristo ayunó mientras estaba en el desierto, pero era indiferente al hambre. Cristo, en constante oración ante su Padre, a fin de prepararse para resistir al adversario, no sintió las angustias del hambre. Pasó el tiempo en ferviente oración, apartado con Dios. Era como si hubiera estado en la presencia de su Padre. Buscaba fortaleza para hacer frente al enemigo, para la seguridad de que recibiría gracia para llevar a cabo todo lo que había emprendido en favor de la humanidad. El pensamiento de la contienda que estaba ante él hizo que se olvidara de todo lo demás, y su alma fue alimentada con el pan de vida, así como serán alimentadas hoy aquellas almas tentadas que van a Dios en busca de ayuda… [N]o sintió ningún apremio del hambre hasta que terminaron los cuarenta días de su ayuno…

Cristo sabía que su Padre le daría alimento cuando le placiera hacerlo. En esa angustiosa prueba, cuando el hambre lo apremiaba sobremanera, no permitió que el prematuro ejercicio de su poder divino disminuyera en lo más mínimo la prueba que le había sido asignada (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1056).

Elena G.W

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