Miércoles 3 de mayo – LA HORA DE SU JUICIO

LA HORA DE SU JUICIO “Y hagan esto conociendo el tiempo, que ya es hora de levantarnos del sueño; pues…

 Miércoles 3 de mayo – LA HORA DE SU JUICIO

LA HORA DE SU JUICIO

“Y hagan esto conociendo el tiempo, que ya es hora de levantarnos del sueño; pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. La noche está muy avanzada; el día casi ha llegado. Desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de luz” (Rom. 13:11, 12).

Miércoles: 3 de mayo

EL MESÍAS “CORTADO”

Gabriel comenzó esta profecía de 490 años con un acontecimiento que era extremadamente importante para Daniel y para los judíos: la orden de restaurar y construir Jerusalén. Aunque se habían aprobado varios decretos relativos a Jerusalén, en Esdras 7 descubrimos que el decreto aprobado en 457 a. C. permitió que los judíos no solo volvieran a su tierra natal, sino también se establecieran como una comunidad religiosa (ver Esd. 7:13, 27).

Es importante notar que el decreto de Artajerjes se emitió en el otoño de 457 a.C. A partir de este decreto, en 457 a.C., hasta el Mesías, según Daniel, habría 69 semanas, o 483 años. Si comenzamos en 457 a.C. y avanzamos en la línea de tiempo de la historia, llegamos a 27 d.C.

La palabra Mesías significa “El Ungido”. En el año 27 d.C., Jesucristo, el Mesías, se bautizó. (Ver Mat. 3:13-17). Daniel predijo con cientos de años de anticipación el año exacto del bautismo de Cristo, el momento en que Jesús comenzaría sus tres años y medio de ministerio.

Lee Romanos 5:6 al 9, junto con Daniel 9:26. ¿Qué grandes verdades se revelan aquí?

 

Romanos 5:6-9

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

 

Daniel 9:26

26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.

“Después de las sesenta y dos semanas le quitarán la vida al Mesías, y nada le quedará” (Dan. 9:26). El Mesías sería “cortado”, o crucificado. El versículo agrega “Y nada le quedará”. En otras palabras, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue para nosotros, no para sí mismo, por lo que Pablo pudo escribir: “Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

En Daniel 9:27, leemos que a mitad de la semana, los últimos siete años, Cristo “har[ía] cesar el sacrificio y la ofrenda”. A la mitad de esta semana setenta, en el año 31 d.C., Cristo confirmó el Pacto eterno con su sangre al morir en la Cruz, y el sistema de sacrificios perdió todo significado profético.

Estas profecías revelan que Cristo, el Mesías, sería crucificado y haría que el sistema de sacrificios perdiera su importancia profética, en la primavera del año 31 d.C. Estas predicciones se cumplieron en cada detalle. Exactamente en la Pascua, cuando el sumo sacerdote ofrecía el cordero pascual, Cristo fue sacrificado por nosotros.

Lee Marcos 15:38; y Mateo 3:15 y 16, teniendo en mente lo que acabas de leer.

 

¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender la profecía de Daniel 9:24 al 27?

Comentarios Elena G.W

El tiempo en que iban a producirse el primer advenimiento y algunos de los principales acontecimientos relacionados con la vida y la obra del Salvador, fue comunicado a Daniel por el ángel Gabriel. Dijo este: «Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos». Daniel 9:24… Las setenta semanas, 0 490 días, representan 490 años. El punto de partida de este plazo se da así: «Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas» (Daniel 9:25), es decir 69 semanas, 0 483 años. La orden de reedificar a Jerusalén, según la completó el decreto de Artajerjes Longímano (véase Esdras 6: 14; 7:1, 9), entró en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J.C. Desde esa fecha, 483 años llegan hasta el otoño del año 27 de nuestra era. De acuerdo con la profecía, ese plazo debía llegar hasta el Mesías, o Ungido. En el año 27 de nuestra era, Jesús recibió, en ocasión de su bautismo, el ungimiento del Espíritu Santo, y poco después comenzó su ministerio. Se proclamó entonces el mensaje: «El tiempo es cumplido» Marcos 1:15 (Profetas y reyes, pp. 514, 515).

Durante siete años después que el Salvador iniciara su ministerio, el evangelio iba a ser predicado especialmente a los judíos; por Cristo mismo durante tres años y medio, y después por los apóstoles. «A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda». Daniel 9:27. En la primavera del año 31 de nuestra era, Cristo, el verdadero Sacrificio, fue ofrecido en el Calvario. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, por lo cual se demostró que dejaban de existir el carácter sagrado y el significado del servicio de los sacrificios. Había llegado el momento en que debían cesar el sacrificio y la oblación terrenales.

Aquella semana, o siete años, terminó en el año 34 de nuestra era. Entonces, al apedrear a Esteban, los judíos sellaron finalmente su rechazamiento del evangelio (Profetas y reyes, p. 515).

Más allá de la cruz del Calvario, con su agonía y vergüenza, Jesús miró hacia el gran día final, cuando el príncipe de las potestades del aire será destruido en la tierra durante tanto tiempo mancillada por su rebelión…

En lo venidero, los seguidores de Cristo habían de mirar a Satanás como a un enemigo vencido. En la cruz, Cristo iba a ganar la victoria para ellos; deseaba que se apropiasen de esa victoria. «He aquí —dijo él— os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará»…

El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con él no puede haber fracaso, pérdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las cosas mediante Aquel que nos fortalece (El Deseado de todas las gentes, p. 455).

Elena G.W

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