Miércoles 4 de diciembre – YO SOY LA VERDAD – EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA “A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que…

 Miércoles 4 de diciembre – YO SOY LA VERDAD – EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

“A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer” (Juan 1:18).

Miércoles: 4 de diciembre

YO SOY LA VERDAD

Lee Juan 1:14, 17; 8:32; 14:6; y 15:26. ¿Cómo vincula Juan el concepto de verdad directamente con Jesús?

 

Juan 1:14, 17

14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

 

Juan 8:32

32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

 

Juan 14:6

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

 

Juan 15:26

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.

El Evangelio de Juan relaciona repetidamente la verdad con Jesús, con su Padre y con el Espíritu Santo. La verdad está relacionada con Jesús, quien es la Palabra (logos), y con la luz en contraste con las tinieblas (Juan 1:1-14; 3:19-21). Asimismo, la mentira está relacionada con el diablo y el pecado (Juan 8:44-46). Por consiguiente, la verdad no es, en el Evangelio de Juan, simplemente una cuestión de hechos y cifras; más que eso, la idea de verdad contiene un aspecto moral de fidelidad a Dios y a su voluntad.

“Hay muchas personas que están clamando por el Dios viviente, y anhelan la presencia divina. Las teorías filosóficas o los ensayos literarios, por brillantes que sean, no pueden satisfacer el corazón. Los asertos y las invenciones de los hombres no tienen ningún valor. Que la Palabra de Dios hable a la gente. Que los que han escuchado solo tradiciones, teorías y máximas humanas oigan la voz del Ser cuya palabra puede renovar el alma para vida eterna” (Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, p. 22).

Piensa en lo que significa que Jesús sea la Verdad. Jesús es el logos, la Palabra que estaba con Dios desde el principio, el Creador de todo lo que existe (Juan 1:1-4). Uno con el Padre desde la eternidad y por la eternidad, Jesús tiene las características del Padre y, por lo tanto, también es el “YO SOY”. Su Ser no está sujeto a nada ni a nadie. Nada de lo que existe, incluyendo el conocimiento, existe aparte de él. Todo lo que existe y fue creado lo fue solo por obra de Jesús y existe también solo por su poder sustentador. “Por él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. Porque Cristo existía antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él” (Col. 1:16, 17). Jesús no es simplemente la encarnación de la verdad: él es la Verdad. La verdad no es un concepto o una construcción teórica, es una Persona.

La verdad, Jesucristo, puede compararse con el Sol, que ilumina el mundo (Juan 8:12). En tal sentido, C. S. Lewis dijo acerca del cristianismo: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el Sol, no solo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás” (“Is theology poetry? [¿Es la teología poesía?]” [Samizdat University Press, 2014], p. 15; presentado originalmente en 1944).

Es por medio de Jesús, la Verdad, como somos capaces de interpretar correctamente el mundo que nos rodea.

Comentarios Elena G.W

La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus profundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema que requerirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas (Palabras de vida del gran Maestro, p. 99).

Vivimos en un tiempo cuando Satanás está trabajando con todo su poder para desalentar y derrotar a los que se esfuerzan por servir a Dios. Pero no debemos fallar ni desanimarnos. Tenemos que ejercitar una mayor fe en Dios. Debemos confiar en su Palabra viviente. A menos que nos aferremos de lo alto con mayor firmeza, nunca seremos capaces de derrotar a los poderes de las tinieblas que se verán y se sentirán en cada departamento de la obra.

Las cisternas de la tierra se vaciarán a menudo, y sus fuentes se secarán; pero en Cristo se halla un manantial vivo del cual podemos beber continuamente. No importa cuánta agua saquemos para compartir con los demás, siempre quedará en abundancia. No hay peligro de agotar el suministro; porque Cristo es la fuente inagotable de la verdad (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 262).

Cuando el pecado de Adán hundió a la raza en la miseria y la desesperación, Dios haberse separado de los caídos pecadores. Podría haber enviado a ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira, Podría haber hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. no lo hizo. En lugar de echarlos de su presencia, se acercó Illas a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad». Juan 1:14. Cristo, mediante su relación con los seres humanos, puso al hombre más cerca de Dios todavía. Revistió su naturaleza divina con el manto de la humanidad, y demostró ante el universo celestial, ante los mundos no caídos, cuánto ama Dios a los hijos de los hombres.

El don de Dios en favor del hombre excede a todo cálculo. Nada se escatimó. Dios no podía permitir que se dijera que podía haber hecho algo más, que podía revelar a la humanidad un amor mayor. En el don de Cristo, dio todo el cielo (La maravillosa gracia de Dios, p. 53).

Elena G.W

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