Miércoles 5 de marzo – EL GOBERNANTE TEMPORAL DE ESTE MUNDO – LAS REGLAS DEL CONFLICTO

LAS REGLAS DEL CONFLICTO «El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para…

 Miércoles 5 de marzo – EL GOBERNANTE TEMPORAL DE ESTE MUNDO – LAS REGLAS DEL CONFLICTO

LAS REGLAS DEL CONFLICTO

«El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3: 8).

Miércoles: 5 de marzo

EL GOBERNANTE TEMPORAL DE ESTE MUNDO

Vimos en lecciones anteriores que Dios concede una jurisdicción terrenal significativa a Satanás y sus secuaces en el Conflicto Cósmico, pero esta es temporal y está limitada a ciertas reglas de enfrentamiento.

Esas reglas del Conflicto no solo limitan las acciones del Enemigo –el Diablo y sus secuaces–, sino también la acción de Dios para eliminar o mitigar el mal que opera temporalmente en la jurisdicción del Enemigo. Puesto que el Señor siempre es fiel a sus promesas y ha aceptado conceder cierto dominio limitado y temporal al diablo, también ha limitado su propio curso de acción, sin que ello implique una disminución de su poder.

Lee Juan 12: 31; 14: 30; 16: 11; 2 Corintios 4: 4; y Lucas 4: 6. ¿Qué enseñan estos textos acerca del gobierno del diablo en el mundo?

 

Juan 12: 31

31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.

Juan 14: 30

30 No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.

Juan 16: 11

11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.

2 Corintios 4: 4

en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

Lucas 4: 6

Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

El Nuevo Testamento plantea un choque de reinos, el de la luz y el de las tinieblas, originado en Satanás y su rebelión. Parte de la misión de Cristo era derrotar el reino de Satanás: «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3: 8).

Sin embargo, hay «reglas» que limitan lo que Dios puede hacer a fin de permanecer fiel a los principios de su gobierno. Estos límites incluyen al menos (1) la concesión del libre albedrío a las criaturas y (2) las reglas del Pacto en cuanto al conflicto, que desconocemos por el momento. Tales impedimentos y limitaciones a la acción divina tienen implicaciones significativas para la capacidad moral de Dios de reducir y/o eliminar inmediatamente el mal en este mundo. Así, vemos que el mal y el sufrimiento continúan, lo que de hecho puede hacer que muchas personas cuestionen la existencia de Dios o su bondad. Sin embargo, una vez comprendido el trasfondo del Gran Conflicto y los límites que Dios se ha impuesto para tratar con el mal, podemos hasta cierto punto entender mejor por qué las cosas son como son, hasta el triunfo final de Dios sobre el mal.

¿De qué manera el hecho de que Jesús llame a Satanás el «príncipe» de este mundo nos ayuda a entender la presencia del mal en nuestro planeta? ¡Qué reconfortante es saber que el dominio del mal es solo temporal!

Comentarios Elena G.W

Cuando Cristo vino a este mundo, encontró que Satanás tenía todo como él quería. El adversario de Dios y del hombre pensaba que era sin duda el príncipe de la tierra; pero Jesús se aferró al mundo para arrancarlo del poder de Satanás. Vino a redimirlo de la maldición del pecado y del castigo de la transgresión, para que el transgresor pudiera ser perdonado. Plantó la cruz entre el cielo y la tierra, entre la divinidad y la humanidad; y cuando el Padre contempló la cruz, quedó satisfecho En la cruz ven que «la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron» (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1 1 12).

Cuando Jesús fue llevado al desierto para ser tentado, fue llevado por el Espíritu de Dios. El no invitó a la tentación. Fue al desierto para estar solo, para contemplar su misión y su obra. Por el ayuno y la oración, debía fortalecerse para andar en la senda manchada de sangre que iba a recorrer. Pero Satanás sabía que el Salvador había ido al desierto, y pensó que ésa era la mejor ocasión para atacarle.

Grandes eran para el mundo los resultados que estaban en juego en el conflicto entre el Príncipe de la Luz y el caudillo del reino de las tinieblas. Después de inducir al hombre a pecar, Satanás reclamó la tierra como suya, y se llamó príncipe de este mundo. Habiendo hecho conformar a su propia naturaleza al padre y a la madre de nuestra especie, pensó establecer aquí su imperio. Declaró que el hombre le había elegido como soberano suyo. Mediante su dominio de los hombres, dominaba el mundo. Cristo había venido para desmentir la pretensión de Satanás. Como Hijo del hombre, Cristo iba a permanecer leal a Dios. Así se demostraría que Satanás no había obtenido completo dominio de la especie humana, y que su pretensión al reino del mundo era falsa. Todos los que deseasen liberación de su poder, podrían ser librados. El dominio que Adán había perdido por causa del pecado, sería recuperado (El Deseado de todas las gentes, p. 89).

Jesús. . . confió en esta palabra, y no dio a Satanás ventaja alguna. Cuando iba a dar los últimos pasos en su humillación, cuando estaba por rodear su alma la tristeza más profunda, dijo a sus discípulos: «Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí». «El príncipe de este mundo es juzgado». Ahora será echado. Juan 14:30; 16:11; 12:31. Con ojo profético, Cristo vio las escenas que iban a desarrollarse en su último gran conflicto. Sabía que cuando exclamase: «Consumado es», todo el cielo triunfaría. Su oído percibió la lejana música y los gritos de victoria en los atrios celestiales. El sabía que el toque de muerte del imperio de Satanás resonaría entonces, y que el nombre de Cristo sería pregonado de un mundo al otro por todo el universo (El Deseado de todas las gentes, pp. 678, 679).

Elena G.W

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