Miércoles 7 de febrero – DERRAMA SOBRE ELLOS TU IRA – ME LEVANTARÉ
ME LEVANTARÉ “Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor–…
ME LEVANTARÉ
“Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).
Miércoles: 7 de febrero
DERRAMA SOBRE ELLOS TU IRA
Lee Salmos 58:6 al 8; 69:22 al 28; 83:9 al 17; 94:1 y 2; y 137:7 al 9. ¿Qué sentimientos transmiten estos salmos? ¿Quién es el agente del juicio en estos salmos?
Salmos 58:6-8
6 Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas; Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos. 7 Sean disipados como aguas que corren; Cuando disparen sus saetas, sean hechas pedazos. 8 Pasen ellos como el caracol que se deslíe; Como el que nace muerto, no vean el sol.
Salmos 69:22-28
22 Sea su convite delante de ellos por lazo, Y lo que es para bien, por tropiezo. 23 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean, Y haz temblar continuamente sus lomos. 24 Derrama sobre ellos tu ira, Y el furor de tu enojo los alcance. 25 Sea su palacio asolado; En sus tiendas no haya morador. 26 Porque persiguieron al que tú heriste, Y cuentan del dolor de los que tú llagaste. 27 Pon maldad sobre su maldad, Y no entren en tu justicia. 28 Sean raídos del libro de los vivientes, Y no sean escritos entre los justos.
Salmos 83:9-17
9 Hazles como a Madián, Como a Sísara, como a Jabín en el arroyo de Cisón; 10 Que perecieron en Endor, Fueron hechos como estiércol para la tierra. 11 Pon a sus capitanes como a Oreb y a Zeeb; Como a Zeba y a Zalmuna a todos sus príncipes, 12 Que han dicho: Heredemos para nosotros Las moradas de Dios. 13 Dios mío, ponlos como torbellinos, Como hojarascas delante del viento, 14 Como fuego que quema el monte, Como llama que abrasa el bosque. 15 Persíguelos así con tu tempestad, Y atérralos con tu torbellino. 16 Llena sus rostros de vergüenza, Y busquen tu nombre, oh Jehová. 17 Sean afrentados y turbados para siempre; Sean deshonrados, y perezcan.
Salmos 94:1-2
1 Jehová, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate. 2 Engrandécete, oh Juez de la tierra; Da el pago a los soberbios.
Salmos 137:7-9
7 Oh Jehová, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, Cuando decían: Arrasadla, arrasadla Hasta los cimientos. 8 Hija de Babilonia la desolada, Bienaventurado el que te diere el pago De lo que tú nos hiciste. 9 Dichoso el que tomare y estrellare tus niños Contra la peña.
Algunos salmos suplican a Dios que se vengue de las personas y las naciones que pretenden dañar a los salmistas o a su pueblo, o que ya les han hecho daño. Estos salmos pueden parecer desconcertantes por su lenguaje duro y su aparente discordancia con el principio bíblico del amor a los enemigos (Mat. 5:44).
Sin embargo, la indignación de los salmistas ante la opresión es buena. Significa que el salmista se tomaba muy en serio el bien y el mal, más que mucha gente. Se preocupa, y mucho, por la maldad que hay en el mundo; no solo por la maldad que lo afecta a él personalmente, sino también a los demás.
Sin embargo, el salmista no se propone, en ningún momento, ser el encargado de vengarse; al contrario, deja la retribución únicamente en manos de Dios. Los salmos evocan las maldiciones del Pacto divino (Deut. 27:9-16) e imploran a Dios que actúe como lo ha prometido.
Los salmos son proclamas proféticas sobre el inminente juicio de Dios; no son tan solo las oraciones del salmista. Salmo 137 refleja los anuncios del juicio divino sobre Babilonia, como se observa en los profetas. La devastación que los babilonios causaron a otras naciones se volvería contra ellos. Los salmos transmiten las advertencias divinas de que el mal no quedará impune para siempre.
La retribución de Dios se mide con justicia y gracia. Los hijos de Dios están llamados a orar por quienes los maltratan, e incluso a desear su conversión (Sal. 83:18; Jer. 29:7).
Sin embargo, al tratar de armonizar estos salmos con las normas bíblicas de amar a los enemigos, debemos tener cuidado de no minimizar la experiencia agonizante que se expresa en ellos. Dios reconoce el sufrimiento de sus hijos y les asegura que, “a los ojos del Señor, muy estimada es la muerte de sus santos” (Sal. 116:15). El juicio divino obliga al pueblo de Dios a alzar su voz contra todo mal y a buscar la venida del Reino de Dios en su plenitud. Los salmos también dan voz a los que sufren, haciéndoles saber que Dios es consciente de su sufrimiento y que, un día, se hará justicia.
¿Quién no tiene, a veces, pensamientos o fantasías acerca de la venganza contra quienes han hecho un daño terrible a él o a sus seres queridos? ¿Cómo pueden ayudarte estos salmos a analizar estos sentimientos desde una perspectiva correcta?
Comentarios Elena G.W
La paciencia y la magnanimidad de Dios, que debieran enternecer y subyugar el alma, tienen una influencia completamente distinta sobre los descuidados y pecaminosos. Los inducen a desechar las restricciones y los hace más decididos en su resistencia. Piensan que Dios, que durante tanto tiempo los ha tolerado, no tendrá en cuenta su perversidad. Si viviéramos en una dispensación de retribución inmediata, las ofensas contra Dios no ocurrirían con tanta frecuencia. Pero aunque se demore el castigo, no por eso es menos seguro. Hay límites aun para la tolerancia de Dios. Se puede llegar al límite de su paciencia, y entonces él castigará con toda seguridad. Y cuando trate el caso del pecador insolente, no se detendrá hasta haberle dado fin completamente.
Muy pocos se dan cuenta de la pecaminosidad del pecado; se hacen la ilusión de que Dios es demasiado bueno para castigar al culpable. Pero los casos de María, Aarón, David y muchos otros demuestran que no es seguro pecar contra Dios, ya sea con hechos, palabras o aun con el pensamiento. Dios es un ser de infinito amor e infinita compasión, pero también declara de sí mismo que es «fuego consumidor, Dios celoso» (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1184).
Tal como el arco iris se forma en las nubes por la unión de los rayos del sol y las gotas de lluvia, el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No solo hay que afirmar la justicia, porque eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está sobre el trono; los hombres solo verían la condenación de la ley. Si no hubiera justicia ni sanción, el gobierno de Dios carecería de estabilidad. La unión de la justicia y la misericordia perfecciona la salvación…
La misericordia nos invita a entrar en la ciudad de Dios a través de sus puertas, y la justicia se complace en otorgar a toda alma obediente los privilegios plenos que le corresponden como miembro de la familia real e hijo del Rey del cielo. Si tuviéramos defectos de carácter, no podríamos franquear las puertas que la misericordia ha abierto para los obedientes; porque la justicia está en pie junto a la entrada y requiere santidad de todos los que quieran ver a Dios (Maranata: el Señor viene, p. 336).
Si la justicia hubiera desaparecido y fuese posible que la misericordia divina abriese sus puertas a toda la humanidad sin tomar en cuenta su carácter, habría en el cielo una situación de desafecto y rebelión peor que la que se produjo cuando Satanás fue expulsado. «Se romperían la paz, la felicidad y la armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres. La felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado por ser santos en la tierra…
La ley de Dios no es debilitada por el evangelio, pero el poder del pecado es quebrantado, y se extiende el cetro de la misericordia al pecador penitente… Dios nunca abandonará a su pueblo en su lucha contra el pecado (Maranatha, p. 326; parcialmente en Maranata: el Señor viene, p. 337).