Durante años, Bronnie Ware se dedicó al cuidado de pacientes terminales, a los que les preguntó qué remordimientos tenían. Los cinco más frecuentes los recogió en un libro,156 y son los siguientes.
“Ojalá hubiera vivido como yo quería, no como los demás querían”. Y es que somos así, nos dejamos llevar por las expectativas que los demás tienen de nosotras, lo cual se convierte en un peso enorme. Seamos nosotras mismas, intentando hacer encajar lo que queremos (y lo que hacemos) con lo que Dios espera. Siempre habrá quien lo desapruebe, pero “¿busco la aprobación de los hombres o la de Dios?” (Gál. 1:10, RVR95). Sin duda alguna, la mujer virtuosa busca la aprobación de Dios.
“Ojalá hubiera tenido la valentía de expresar mis sentimientos”. Aunque te parezca que te hace vulnerable el hecho de ser auténtica con tus sentimientos, puesto que te expone ante quien te está escuchando, también está el otro lado de la autenticidad: genera respeto. A la gente podrás caerle mejor o peor, pero siempre dirán: “No se puede negar que es exactamente lo que dice ser; no tiene doble cara”.
Ahora bien, que tu libertad expresiva no implique decir malas palabras, sino palabras buenas que edifiquen (Efe. 4:29). Expresarse valientemente no está reñido con ser educada.
“Ojalá hubiera seguido en contacto con mis amigos”. No permitas que el tiempo y la distancia alejen de tu vida a esas personas vitamina que la hacen más alegre, más bonita, porque su sola presencia te ayuda a superar los obstáculos. “Un verdadero amigo es mejor que un hermano” (Prov. 18:24, PDT); no lo dejes escapar. Aunque solo sea un mensaje de vez en cuando, no dejes que se pierda el contacto.
“Ojalá me hubiera permitido ser más feliz”. Pero ojo, no confundas felicidad con bienestar. Hay quien llama “felicidad” a la comodidad, la seguridad y el estatus; eso no es felicidad, eso es bienestar. Los vacíos del ser no se llenan con el tener. La felicidad deriva de una relación con Dios, de estar bien contigo misma, de sentirte en paz. “Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si pierde su alma?” (Mat. 16:26, RVC).
“Ojalá no hubiera trabajado tanto”. Todo es cuestión de equilibro. ¿Es malo el trabajo? No. Pero hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar. No sea que, a la larga, descubras que no has vivido. Detente un instante, analiza tu día a día e invierte en lo que importa. Porque no se gana donde no se invierte. Aprovechemos la sabiduría de quienes se enfrentaron al final de su vida.
“Tú me enseñas el camino de la vida; con tu presencia me llenas de alegría; ¡estando a tu lado seré siempre dichoso!” (Salmos 16:11, RVC).
156 Bronnie Ware, Los cinco mandamientos para tener una vida plena (DeBolsillo, 2013).