Con apariencia de audacia y desafío, pero con terror en su corazón culpable, los falsos sacerdotes prepararon su altar, pusieron sobre él la leña y la víctima; y luego iniciaron sus encantamientos. Sus agudos clamores repercutían por los bosques y las alturas circunvecinas, mientras invocaban el nombre de su dios, diciendo: «¡Baal, respóndenos!» Los sacerdotes se reunieron en derredor del altar, y con saltos, contorsiones y gritos, mesándose el cabello y lacerándose la carne, suplicaban a su dios que les ayudase…
Gustosamente habría acudido Satanás en auxilio de aquellos a quienes había engañado, y que se consagraban a su servicio. Gustosamente habría mandado un relámpago para encender su sacrificio. Pero Jehová había puesto límites y restricciones a su poder, y ni aun todas las artimañas del enemigo podían hacer llegar una chispa al altar de Baal (Profetas y reyes, pp. 109, 110).
El espiritismo moderno y las formas de la brujería antigua y del culto idólatra, por tener todos la comunión con los muertos como principio vital, se basan en aquella primera mentira mediante la cual Satanás engañó a Adán y a Eva: «No moriréis; mas sabe Dios que el día que comiereis de él… seréis como dioses». Génesis 3:4, 5. Como se basan igualmente en la mentira y la perpetúan, provienen por igual del padre de las mentiras…
Los espíritus adivinadores no eran los espíritus de los muertos, sino ángeles malos, mensajeros de Satanás. La idolatría antigua, que, según hemos visto, abarca tanto el culto de los muertos como la pretendida comunicación con ellos, era, declara la Biblia, una manifestación del culto de los demonios. El apóstol Pablo, al amonestar a sus hermanos contra cualquier participación en la idolatría de sus vecinos paganos, dice: «Lo que los Gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios: y no querría que vosotros fueseis partícipes con los demonios». 1 Corintios 10:20… En su supuesta adoración de los muertos, adoraban, en realidad, a los demonios (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 740, 741).
Satanás, el principal de los ángeles caídos, una vez ocupó una excelsa posición en el cielo. Seguía a Cristo en jerarquía. El conocimiento que tenía, como también los ángeles que cayeron con él, del carácter de Dios, de su bondad, su misericordia, sabiduría y excelsa gloria, hizo imperdonable su culpa…
Los principios que Satanás puso en práctica en el cielo son los mismos principios con los cuales actúa mediante agentes humanos en este mundo. Cada imperio terrenal y las iglesias se han corrompido progresivamente por medio de esos principios de corrupción. Satanás engaña y corrompe a todo el mundo desde el principio hasta el fin, poniendo en práctica esos principios. El continúa con su mismo plan de acción comenzado originalmente en el universo celestial, e infunde su energía en todo el mundo con su violencia, con la cual corrompió el mundo en los días de Noé (Comentarios de Elena G. de White, en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, pp. 1184, 1185).