Sábado 17 de junio – ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS

ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS “Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y…

 Sábado 17 de junio – ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS

ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS

“Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y la Tierra fue iluminada con su gloria” (Apoc. 18:1).

Sábado: 17 de junio

ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS

Tarde o temprano, los acontecimientos finales se producirán. Exactamente cuándo, exactamente cómo, no lo sabemos. Pero se nos ha revelado lo suficiente. Habrá algún tipo de legislación que imponga la observancia del domingo, en contraposición a la observancia del cuarto Mandamiento. El Apocalipsis nos ha revelado lo que sucederá cuando, en vez de adorar a aquel que “hizo el cielo y la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7), la gente (todos “cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero que fue muerto desde la creación del mundo” [Apoc. 13:8]) adorará a la bestia y a su imagen. En otras palabras, el nombre de todos aquellos que han elegido seguir al Señor Jesucristo y obedecer sus mandamientos permanece en el Libro de la Vida. Cuánto mejor es estar en el registro de Dios que en los registros del hombre.

Dios ha levantado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día para predicar este mensaje al mundo. Por lo tanto, nosotros mismos necesitamos convertirnos a la verdad tal y como es en Jesús, transformarnos y renovarnos mediante el “evangelio eterno” de Apocalipsis 14:6, que se centra en la muerte de Cristo en nuestro favor, en la seguridad de nuestra salvación en él.

Comentarios Elena G.W

La caída del hombre llenó todo el cielo de tristeza. El mundo que Dios había hecho quedaba mancillado por la maldición del pecado, y habitado por seres condenados a la miseria y a la muerte. Parecía no existir escapatoria para aquellos que habían quebrantado la ley…

El Hijo de Dios, el glorioso Soberano del cielo, se conmovió de compasión por la raza caída. Una infinita misericordia conmovió su corazón al evocar las desgracias de un mundo perdido. Pero el amor divino había concebido un plan mediante el cual el hombre podría ser redimido… Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo…

El plan de la salvación había sido concebido antes de la creación del mundo; pues Cristo es «el Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo». Apocalipsis 13:8. Sin embargo, fue una lucha, aun para el mismo Rey del universo, entregar a su Hijo a la muerte por la raza culpable. Pero, «de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Juan 3:16. ¡Oh, el misterio de la redención! ¡El amor de Dios hacia un mundo que no le amaba! ¿Quién puede comprender la profundidad de ese amor «que excede a todo conocimiento»? Al través de los siglos sin fin, las mentes inmortales, tratando de entender el misterio de ese incomprensible amor, se maravillarán y adorarán a Dios (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 48, 49).

El fundamento de nuestra esperanza en Cristo es el hecho de que nos reconozcamos a nosotros mismos como pecadores necesitados de restauración y redención. Porque somos pecadores tenemos ánimo para reclamarlo como nuestro Salvador. Por lo tanto, prestemos atención, no sea que tratemos a los que yerran en forma tal que manifieste que no tenemos necesidad de redención. No delatemos, condenemos y destruyamos como si nosotros fuéramos perfectos. La obra de Cristo es reparar, curar, restaurar. Dios es amor en sí mismo, en su misma esencia. El… no da a Satanás ocasión de triunfo por presentar la peor apariencia o por exponer nuestras debilidades a nuestros enemigos.

Cristo vino a poner la salvación al alcance de todos. Sobre la cruz del Calvario pagó el precio infinito de la redención de un mundo perdido… Su misión estaba destinada a los pecadores: de todo grado, de toda lengua y nación… Los que más yerran, los más pecaminosos, no fueron pasados por alto; sus labores estaban especialmente dedicadas a aquellos que más necesitaban la salvación que él había venido a ofrecer. Cuanto mayores eran sus necesidades de reforma, más profundo era el interés de él, mayor su simpatía, y más fervientes sus labores. Su gran corazón lleno de amor se conmovió hasta sus profundidades en favor de aquellos cuya condición era más desesperada, de aquellos que más necesitaban su gracia transformadora (In Heavenly Places, p. 291; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 293, y en La maravillosa gracia de Dios, p. 234).

Elena G.W

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