Sábado 2 de noviembre – MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS “Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).…

 Sábado 2 de noviembre – MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

“Y cuando yo sea levantado de la tierra, a todos atraeré hacia mí” (Juan 12:32).

Sábado: 2 de noviembre

MÁS TESTIMONIOS ACERCA DE JESÚS

Jesús no se limitó a decir cosas asombrosas acerca de sí mismo, de quién era, de quién lo envió o de su procedencia. También mostró quién era mediante los milagros y las señales que realizó. En las palabras de algunos que testificaron abiertamente en favor de Jesús: “Cuando venga el Cristo, ¿acaso hará más señales que este hombre?” (Juan 7:31). En efecto, él respaldó sus palabras con acciones que demostraron la veracidad de ellas.

Pero, a medida que el drama continúa, comienza una división entre la gente. La curación del hombre junto al estanque de Betesda atrae la ira de algunos líderes. La discusión en Capernaum tras la alimentación de los cinco mil da lugar al rechazo de Jesús por parte de las multitudes. La resurrección de Lázaro suscita fe en algunos, pero desencadena en otros una hostilidad que conducirá al juicio y la ejecución de Jesús.

La lección de esta semana examina a algunos que dieron testimonio en favor de Jesús. En cada uno de estos incidentes se revelan algunos aspectos de quién es realmente Jesús, y juntos crean una visión más profunda de Jesús como el Mesías.

Comentarios Elena G.W

Cristo presentó a la multitud de judíos y gentiles de todas las naciones las verdades originales relacionadas con su reino, que habían estado sepultadas fuera de la vista. Procuró despejar la niebla y la confusión de sus ideas falsas y largamente atesoradas en cuanto a su misión y a su reino. Ellos suponían que era un reino temporal y terrenal, pero él les reveló su naturaleza espiritual y eterna. Desplegó ante ellos los principios de largo alcance de la ley de Dios; mandamiento tras mandamiento los presentó en su verdadero sentido espiritual, y mostró la extensión de las demandas de los preceptos de Dios. No han de dirigir solamente la conducta, sino controlar el corazón. La gente se asombraba de sus doctrinas y las lecciones dadas por Cristo porque eran tan diferentes de todo lo que el pueblo había escuchado de los escribas y fariseos. No presentaba argumentos laboriosos e intrincados que confundieran con imposiciones los mandamientos de Dios, de modo que nadie pudiera esperar cumplirlos. Jesús, el gran Maestro, exponía en el lenguaje más sencillo las grandes verdades morales, revistiéndolas de frescura y fuerza (The Review and Herald, 21 de marzo, 1893, párrafo 3).

Desde Jerusalén las noticias de los milagros de Cristo se habían difundido dondequiera que estaban dispersos los judíos; y aunque durante muchos meses él había permanecido ausente de las fiestas, el interés en él no había disminuido. Muchos, de todas partes del mundo, habían venido a la tiesta de las cabañas con la esperanza de verle. Al principio de la fiesta, muchos preguntaron por él. Los fariseos y gobernantes esperaban que viniese, deseosos de tener oportunidad para condenarle. Preguntaban ansiosamente: «¿Dónde está?» Pero nadie lo sabía. En todas las mentes predominaban pensamientos relativos a él. Por temor a los sacerdotes y príncipes, nadie se atrevía a reconocerle como el Mesías, mas por doquiera había discusiones serenas pero fervorosas acerca de él. Muchos le defendían como enviado de Dios, mientras que otros le denunciaban como engañador del pueblo (El Deseado de todas las gentes, p. 415).

Jesús podría haber estado en paz con el mundo solo dejando a los transgresores de la ley sin reprobación, sin reprensión. Pero no pudo hacerlo, pues había venido para quitar los pecados del mundo… Cristo denunciaba la injusticia, y su sola presencia era un reproche al pecado. La atmósfera que rodeaba su alma era tan pura, tan elevada, que colocaba a los rabinos, sacerdotes y gobernantes hipócritas en su verdadera posición, y los revelaba en su verdadero carácter de pretender la santidad, y al mismo tiempo tergiversar a Dios y su verdad. En la rica belleza del carácter de Cristo, el celo por Dios era siempre evidente. Su justicia iba delante de él, y la gloria del Señor iba detrás. Sólo odiaba una cosa: el pecado. Pero el mundo amaba el pecado y odiaba la justicia, y esta era la causa de la hostilidad del mundo hacia Jesús (The Review and Herald, 24 de julio, 1894, párrafo 5).

Elena G.W

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