Sábado 22 de febrero – EL CONFLICTO CÓSMICO

EL CONFLICTO CÓSMICO “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te…

 Sábado 22 de febrero – EL CONFLICTO CÓSMICO

EL CONFLICTO CÓSMICO

“Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Gén. 3: 15).

Sábado: 22 de febrero

EL CONFLICTO CÓSMICO

El gran conflicto entre Cristo y Satanás está en el centro de la teología bíblica. Aunque la idea de un conflicto cósmico entre Dios y las criaturas celestiales que han caído y se han rebelado contra él es un tema destacado de las Escrituras (Mat. 13: 24-30, 37-39; Apoc. 12: 7-10) y también prevalece en gran parte de la tradición cristiana, muchos cristianos la han rechazado o descuidado por completo.

Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, el tema de un conflicto cósmico en el que el Reino de Dios se opone al Diablo y sus ángeles, no es algo que podamos descuidar sin perder la esencia misma de las narraciones bíblicas. Por ejemplo, los Evangelios contienen numerosas referencias al Diablo y a los demonios que se oponen a Dios

Para empezar nuestro estudio correspondiente a esta semana, abordaremos cómo se podría responder a las siguientes dos preguntas sobre la base de algunos pasajes bíblicos cruciales:

  1. ¿Dónde enseña la Escritura que existe un conflicto cósmico entre Dios y Satanás?
  2. ¿Cuál es la naturaleza de ese conflicto, según las Escrituras?

Comentarios Elena G.W

Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. Sin embargo, se puede comprender suficientemente lo que atañe al origen y a la disposición final del pecado, para hacer enteramente manifiesta la justicia y benevolencia de Dios en su modo de proceder contra todo mal. Nada se enseña con mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada responsable de la introducción del pecado en el mundo, y de que no hubo retención arbitraria de la gracia de Dios, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar a la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado. La única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: «El pecado es transgresión de la ley»; es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino (El conflicto de los siglos, p. 484).

Lucifer estaba envidioso y tenía celos de Jesucristo. No obstante, cuando todos los ángeles se inclinaron ante él para reconocer su supremacía, gran autoridad y derecho de gobernar, se inclinó con ellos, pero su corazón estaba lleno de envidia y odio. Cristo formaba parte del consejo especial de Dios para considerar sus planes, mientras Lucifer los desconocía. No comprendía, ni se le permitía conocer los propósitos de Dios. En cambio Cristo era reconocido como Soberano del Cielo, con poder y autoridad iguales a los de Dios. Lucifer creyó que él era favorito en el cielo entre los ángeles. Había sido sumamente exaltado, pero eso no despertó en él ni gratitud ni alabanzas a su Creador. Aspiraba llegar a la altura de Dios mismo. Se glorificaba en su propia exaltación… ¿No eran sus vestiduras brillantes y hermosas? ¿Por qué había que honrar a Cristo más que a él? (La historia de la redención, p. 14).

Aun cuando quedó resuelto que Satanás no podría permanecer por más tiempo en el cielo, la Sabiduría Infinita no le destruyó. En vista de que solo un servicio de amor puede ser aceptable a Dios, la sumisión de sus criaturas debe proceder de una convicción de su justicia y benevolencia. Los habitantes del cielo y de los demás mundos, no estando preparados para comprender la naturaleza ni las consecuencias del pecado, no podrían haber reconocido la justicia y misericordia de Dios en la destrucción de Satanás. De haber sido este aniquilado inmediatamente, aquellos habrían servido a Dios por miedo mas bien que por amor. La influencia del seductor no habría quedado destruida del todo, ni el espíritu de rebelión habría sido extirpado por completo. Para bien del universo entero a través de las edades sin fin, era preciso dejar que el mal llegase a su madurez, y que Satanás desarrollase más completamente sus principios, a fin de que todos los seres creados reconociesen el verdadero carácter de los cargos que arrojara él contra el gobierno divino y a fin de que quedaran para siempre incontrovertibles la justicia y la misericordia de Dios, así como el carácter inmutable de su ley (El conflicto de los siglos, p. 489).

Elena G.W

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